Al igual que otras sustancias adictivas, como la cocaína y las anfetaminas, el consumo de alcohol provoca la liberación de endorfinas, que se adhieren a receptores en los centros de recompensa del cerebro provocando una sensación de placer.
No obstante, hay que destacar que existen diferencias entre el alcoholismo diagnosticado como adicción y el abuso de alcohol. En ambos casos, la manera de beber puede ser similar en cuanto a la cantidad y la frecuencia. Sin embargo, en el caso del alcohólico, la bebida afecta a su vida hasta el punto de convertirse en una situación totalmente incontrolable.
De acuerdo con el medio Mundo Deportivo, la persona que bebe con frecuencia sin ser adicto puede detener el consumo cuando quiera sin necesitar ayuda. El alcohólico, sin embargo, no podrá frenar la ingesta de alcohol. En caso de hacerlo, no aguantará mucho tiempo a pesar de saber que el alcohol está destruyendo su vida.
La persona que bebe con habitualidad nunca se justificará ni se explicará ante los demás. El alcohólico, por su parte, negará la evidencia y siempre contará con una razón más o menos válida que justifique su ansia por beber ante los demás.
Por otro lado, la persona que abusa del alcohol, al final tiene voluntad para parar de beber. El alcohólico no puede decidir por sí mismo ni controlar su consumo, de tal forma que si se compromete a tomar una sola copa antes de marcharse a casa, al final continuará bebiendo y se inventará cualquier excusa para seguir haciéndolo.
Es importante tener claro que el síndrome de abstinencia y el deseo descontrolado de seguir bebiendo sólo es experimentado por el alcohólico. Las personas que abusan del alcohol suelen hacerlo en momentos adecuados, mientras que para el alcohólico, cualquier momento del día o de la noche es oportuno para beber alcohol.
Algunos de los síntomas que pueden ayudar a alguien a identificar su adicción al alcohol, son: sentir una necesidad imperiosa de beber, verse incapaz de dejar o parar de beber, si deja de beber experimenta náuseas, sudores, ansiedad, temblores, irritabilidad y problemas para dormir.
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