Hace unos días, un estudio británico publicado en ‘The New England Journal of Medicine’ (NEJM) insinuó que los cigarrillos electrónicos son más eficaces que otras formas de reemplazo de nicotina para dejar de fumar. Esto volvió a encender el debate sobre la seguridad de estos dispositivos, un tema frente al cual el consenso parece cada vez más distante.
De hecho, mientras Peter Hajek, uno de los autores del estudio afirma que “este es el primer ensayo que prueba la eficacia de los cigarrillos electrónicos actuales en la lucha contra el tabaco”, otras voces, como la de Belinda Borrelly, profesora de políticas de salud de la facultad de medicina de la Universidad de Boston, aseguran en un editorial de la misma revista que estos resultados deben tomarse con cautela porque el vapor de los cigarrillos electrónicos contiene toxinas que han sido identificadas como dañinas para las células humanas, al punto de que considera peligroso recomendar este tipo de suplencia como parte de las terapias para dejar de fumar.
La misma investigación, realizada en la Universidad Queen Mary de Londres, en una población de 886 fumadores, también comprobó que quienes se pasaron a cigarrillos electrónicos tienen muchas más probabilidades de seguir usándolos, lo que dejó de manifiesto que si bien se cambió la fuente de suministro de nicotina, ninguno superó su adicción, condición que, según el cardiólogo Gabriel Robledo Kaiser, “no es más que mantener una adicción bajo diferentes formas”.
Si bien el estudio está amparado por el rigor académico y los fumadores pertenecen a unidades de deshabituación tabáquica del sistema nacional de salud del Reino Unido (que no lograron la abstinencia total, aunque redujeron el consumo de tabaco convencional), los médicos neumólogos reunidos en organizaciones científicas encendieron las alarmas no solo por el aval que la NEJM le otorga al cigarrillo electrónico, sino por la posibilidad de que estos formen parte del arsenal terapéutico para erradicar el hábito de fumar.
Para eso echaron mano de un estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), que confirmó que cerca de 1,8 millones de estudiantes norteamericanos probaron en el último año cigarrillos electrónicos y en el mismo período se evidenció un aumento del 1,1 por ciento al 2,1 por ciento de menores de edad que los utilizan, además de que al menos 160.000 de ellos, que nunca habían fumado, comenzaron a utilizarlos. Esto, para la Asociación Americana de Pediatría, es, en esencia, la puerta de entrada para el consumo de tabaco.
El cigarrillo electrónico se inscribe en la categoría de ‘vapeo’, un término que se extiende a toda forma de vapor que se inhala por diferentes métodos. Bajo esta modalidad caben todos los elementos que recrean el sabor del tabaco usando extractos y aromas como madera, humo y frutos secos.
Aunque se promocionan como inocuos, lo cierto es que en el último tiempo su uso se ha difundido a tal punto que se han convertido en dispositivos de uso social, tanto individual como colectivo. “Aunque parecen inofensivos porque saben a frutas o esencias, se ha demostrado que tienen efectos deletéreos para el organismo, por lo que su uso debe restringirse”, dice la médica salubrista Esperanza Cerón.
Una reciente publicación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que tomó como base una serie de estudios clínicos, puso en evidencia que esta práctica es perjudicial para la salud porque muchas de las sustancias que se diluyen en el vapor y que entran al cuerpo humano son desconocidas. “Se ha demostrado que tanto en los dispositivos de ‘vapeo’ como el cigarrillo electrónico pueden ocasionar desde irritaciones respiratorias y promover infecciones, hasta el desarrollo de enfermedades coronarias e, incluso, cáncer”, afirma Robledo Kaiser.
El cardiólogo manifiesta que los dispositivos de ‘vapeo’ tienen presentaciones llamativas y su uso se ha difundido en la gente joven, sin dejar de lado que también se ha popularizado la narguila, que funciona con un mecanismo de pipa de agua, en la que incluso se calienta tabaco con sustancias que dan sabor y aroma que llegan directo al pulmón. “El uso de estas narguilas se da en sesiones que pueden durar horas, lo que puede equivaler al consumo de decenas de cigarrillos en poco tiempo. A eso deben sumar los riesgos que dejan los metales pesados, el monóxido de carbono y otros tóxicos provenientes del carbón caliente”, dice Robledo.
Los dispositivos de ‘vapeo’ como el cigarrillo electrónico pueden ocasionar desde irritaciones respiratorias y promover infecciones, hasta el desarrollo de enfermedades coronarias e, incluso, cáncer
Ni uno ni otro
Al revisar la literatura científica se encuentran resultados unificados sobre los peligros que acarrea el uso de cigarrillos electrónicos y ‘vapeadores’ en menores de edad, mujeres embarazadas y en adultos que nunca han fumado. “En esto hay que ser enfáticos, y para estos segmentos de la población las agencias regulatorias deben prohibir la comercialización, publicidad y dispensación de estos elementos y promover sanciones a quienes infrinjan estas normas”, señala Gabriel Robledo.
Por otro lado, y ante los hallazgos no conclusivos, los cigarrillos electrónicos y los ‘vapeadores’ no pueden ser utilizados como elementos terapéuticos en programas para dejar de fumar, porque se ha visto que la adicción a la nicotina se mantiene y expone a los enfermos a continuar con sus riesgos con el engaño de que estos son menores”, asegura Esperanza Cerón.
Por este camino y ante el rápido aumento del consumo de estos elementos, la FDA empieza a poner límites. De manera específica, el comisionado Scott Gottieb anunció que la agencia le apuesta a restringir la venta de cigarrillos electrónicos saborizados a tiendas de ‘vapeo’ y minoristas en línea que expendan a menores de edad y se estudian medidas para restringir publicidad y algunas características de promoción visible de estos dispositivos en Estados Unidos.
Por su parte, los voceros de la Campaña para niños libres de tabaco y de Educar Consumidores hacen un llamado a las autoridades colombianas para que reconozcan que estos dispositivos representan riesgos para la salud en todas las edades y que las restricciones deben estar contempladas al amparo de la Ley Antitabaco 1335 del 21 de julio de 2009. Además, abogan por una amplia campaña de educación para que quienes nunca han tenido o con estos elementos, especialmente niños y jóvenes, se abstengan de hacerlo, por los peligros evidentes que conlleva. “Inhalar cigarrillos electrónicos y ‘vapear’ no representan ningún beneficio para la salud física y mental, y esto debe ser suficiente para ponerle límites a su producción y comercialización bajo la premisa de que el bienestar está por encima de cualquier interés”, concluye el cardiólogo Gabriel Robledo.
CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Asesor médico de EL TIEMPO