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El milagro de vida de dos hermanas que se asoma al abismo
Tras recibir un trasplante de riñón de su hermana Yarledy, Andrea sigue luchando por sobrevivir.
Andrea y Yarledy, antes de la cirugía. Foto: Archivo particular
Andrea Mira Muñoz, una caldense de 42 años, se podría definir como una sobreviviente. O una guerrera, mejor, que desde niña ha luchado por no morir.
Nació en el municipio de La Dorada. Y su infancia fue como la de cualquier otro niño. Sin embargo, a los 12 años, su panza se empezó a inflar lentamente. Y le dolía mucho. La llevaron al médico y, al identificar una anomalía en su estómago, le mandaron varios exámenes especializados. El resultado: cáncer en los ovarios.
Los médicos no daban muchas esperanzas. Y tras una cirugía de altísima complejidad, le sacaron un tumor de cinco libras. Estuvo muy cerca de morir, pero logró sobrevivir, aunque su estado de salud, a partir de ese momento, siempre fue muy frágil. “Dios, en su infinita misericordia, le salvó la vida. Porque, tras la primera operación, los médicos le dieron apenas 48 horas de vida”, recuerda su tía Emilse.
Pasaron más de dos décadas en las que se convirtió en el motor de su familia. Con su madre, Janeire Muñoz, montaron un puesto de empanadas afuera de su casa. Y con ese trabajo empezaron a sacar adelante un hogar con muchas precariedades con una valiente madre soltera —el padre solo les dio el apellido— y otros tres hijos: Yarledy, Leandro y Eliana. Andrea es la mayor. Y con mucho esfuerzo, y después de conseguir empleo en una agencia de viajes, logró pagar sus estudios de Derecho. Está a punto de graduarse.
Hace cinco años, su ya delicada salud empezó a decaer. Los médicos le dijeron que debía someterse a diálisis, porque sus riñones prácticamente habían desaparecido producto del cáncer, de dos cirugías —meses más adelante de la primera debieron hacerle otra, porque le encontraron un tumor igual de grande al anterior— y de más de tres meses de quimioterapia. Pero ella se resistía. Pensaba que con una dieta saludable podría evitarlo. Hasta que debió resignarse.
“Ella venía dilatando el tema de la diálisis. Decía que jamás quería volver a pasar ese trauma de los hospitales, por todo lo que vivió de niña. Decía que prefería morir”, cuenta su prima Adriana.
Meses más tarde del inicio de ese molesto procedimiento, en el que todos los días le debían purificar su sangre, le dieron una noticia demoledora: necesitaba un trasplante urgente de riñón. En Tu Reserva Trip, la agencia donde trabaja en Pereira, a donde se fue a vivir con su mamá y tres sobrinos por los cuales debe responder —un hijo de Leandro, que vive en otra ciudad, y dos de Eliana, quien lamentablemente se convirtió en habitante de calle—, un compañero se ofreció a ser su donante. Pero la familia no estuvo de acuerdo.
“En Colombia hay muchos tabúes sobre la donación de órganos. Logré entrar a la lista de espera de pacientes que necesitan un riñón, pero me dijeron que debía esperar, quién sabe cuánto tiempo, porque muchas personas están en mi misma situación”, cuenta Andrea, quien le agradece a la empresa que no solo le da empleo sino que, apenas comenzó la diálisis, le envió el computador a la casa para que pudiera teletrabajar.
Andrea y Yarledy, acompañadas de su madre Janeire. Foto:Archivo particular
Cuando se enteró de la urgente necesidad del trasplante, Yarledy, su hermana menor, decidió convertirse en la donante. Ella, buscando un mejor futuro, se fue a vivir a Antofagasta, en Chile, donde trabajó en una multinacional de gaseosas, como vigilante, vendiendo chorizos y haciendo de todo para conseguir su sustento y para poder enviarle dinero a su familia. Hizo un curso en el que aprendió a manejar maquinaria pesada, buscando una oportunidad en una compañía minera, pero nunca lo logró.
A finales del 2019 viajó a pasar vacaciones con su familia. Meses después llegó la pandemia. Y como su hermana estaba cada vez más delicada, decidió radicarse de nuevo en su país. En su ciudad natal, La Dorada, montó un bar cerca del cementerio del pueblo.
El pasado 15 de agosto, Andrea y Yarledy llegaron a las 5:00 de la mañana al hospital Valle de Lili, en Cali, donde la EPS les asignó el procedimiento a ambas. Andrea empezó a recibir la preparación, y a Yarledy la entraron a cirugía. Le extrajeron su riñón izquierdo. Y en menos de una hora ya le estaban trasplantado a Andrea, que tuvo que quedarse hospitalizada, en cuidados intensivos. A los cuatro días, Yarledy ya estaba de pie y lidiando con las vueltas médicas de su hermana.
Ya en el apartamento que les asignó la EPS, al otro lado de la ciudad, una fiebre altísima, de 39 grados, atacó a Andrea, que además debía lidiar con los fuertes dolores de la operación. Y en el trayecto entre el hospital y la vivienda adquirió una bacteria. Y también sufrió una infección en los pulmones.
Eso se lo explicaron los médicos y le argumentaron, también, que sus defensas empezaron a atacar al nuevo riñón, al descubrirlo extraño en su cuerpo. Además, el tamaño era muy grande para la complexión de su cuerpo y su estatura, 1,52 metros, mientras que su hermana mide 1,60. Andrea pesaba 45 kilos; Yarledy, 68; de hecho, tuvo que bajar 10 kilos para poder ser sometida a la extracción.
Debido a todas esas complicaciones, debió ser hospitalizada nuevamente. Y el pasado 9 de octubre la sometieron a una nueva cirugía para controlarle la infección y para limpiar la zona afectada.
cuenta Andrea desde la cama del hospital, donde avanza su recuperación. “Y quiero invitar a la gente a que busquen información sobre trasplantes, que no dejen morir a sus seres queridos por miedo. Esto de los trasplantes está demasiado desarrollado y seguro”, sigue Andrea, quien necesita apoyo para sortear los gastos de un hogar por el que debe responder, así como por sus tres sobrinos pequeños, y para adquirir los suplementos dietarios que debe consumir y que son muy costosos.
Es por eso que sus familiares abrieron una vaki, en la que las personas pueden hacer donaciones económicas y en la que también se cuenta su valiente e inspiradora historia de vida. También se pueden hacer aportes al Nequi: 3108918205.
Cada día mueren 22 personas esperando un trasplante
El pasado 14 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Donación de Órganos, Tejidos y Trasplantes. Según el Instituto Nacional de Salud, las cifras evidencian que en Colombia no existe una cultura favorable sobre la donación de órganos, con 6,4 donantes por cada millón de habitantes y 3.663 colombianos en lista de espera de órganos y 549 de tejidos.Son 22 personas las que mueren cada día esperando ser trasplantados en el país.
Y aunque en lo corrido del 2023 las donaciones aumentaron en un 35 %, respecto al año anterior, con un total de 1.190 trasplantes.
En 15 años la FCV ha practicado 231 trasplantes de riñón, 171 de corazón (adultos y niños), 54 de hígado y 4 de páncreas. En el caso de páncreas es la única entidad en el país que lo hace. Foto:Jaime Moreno
En Colombia todas las personas pueden ser donantes, desde un niño hasta un adulto mayor, siempre y cuando se realice la donación bajo los criterios establecidos en la normatividad vigente y se evalúen todas las condiciones del donante para determinar cuáles órganos efectivamente pueden ser donados. Así lo informa el Instituto Nacional de Salud, que invita a generar conciencia sobre el tema. Los especialistas indican que los órganos de un donante pueden salvar o ayudar hasta 50 personas.
Vale recordar que, en el 2016, el presidente Juan Manuel Santos sancionó la Ley 1805 de 2016 que estableció que la donación de órganos es obligatoria en el país, excepto en los casos en que las personas manifiesten lo contrario. Con dicha iniciativa se busca atender la demanda de órganos de miles de colombianos que están en lista de espera y que reclaman una mejor calidad de vida, como la de aumentar la presunción legal de donación a las personas que fallezcan.