Se dice que alguien sufre pérdida de audición cuando no es capaz de oír tan bien como una persona cuyo sentido del oído es normal, es decir, cuyo umbral de audición en ambos oídos es igual o mejor a 20 dB.
La pérdida de audición puede ser leve, moderada, grave o profunda. Puede afectar a uno o ambos oídos y entrañar dificultades para oír una conversación o sonidos fuertes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la pérdida de audición puede deberse a causas genéticas, complicaciones en el parto, ciertas enfermedades infecciosas, otitis crónicas, exposición a sonidos fuertes, uso de medicamentos ototóxicos y envejecimiento. Para 2050 está previsto que haya casi 2500 millones de personas con algún grado de pérdida de audición y que al menos 700 millones requieran rehabilitación.
En el caso de pérdida de audición por envejecimiento, se han realizado múltiples estudios que apuntan a determinar las causas y asociaciones con otras enfermedades o discapacidades. Recientemente, se publicó una investigación española en
JAMA Otolaryngology–Head & Neck Surgery, en la que se analizaron los datos de 1644 participantes mayores de 65 años y se determinó que, si la pérdida de audición contribuye de manera significativa a la
fragilidad, el tratamiento adecuado puede retrasar el deterioro físico y conseguir un envejecimiento más saludable.
Según explica el investigador del Consorcio de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Humberto Yévenes, estudiante predoctoral en el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública: “nuestros resultados evidenciaron una alta prevalencia de pérdida de audición que se acentuaba aún más cuanto más alta era la frecuencia estudiada y observamos en paralelo el deterioro de las actividades instrumentales de la vida diaria, de la función física y el aumento de la fragilidad”.
Los investigadores han estimado que la pérdida auditiva se asocia con un aumento del doble de posibilidades de tener deterioro en la función física, fragilidad y discapacidad, si bien queda por determinar los mecanismos que explican estos resultados.
Al respecto, el profesor de la UAM Francisco Félix Caballero, segundo firmante del trabajo, precisa que “es necesaria más investigación en la materia, porque si se determina que la pérdida de audición es un marcador de fragilidad, se debe considerar una revisión médica para detectar un posible estado frágil”.
La profesora de la UAM Esther López-García, autora senior del trabajo comenta: “Existen varias vías potenciales que relacionan la pérdida auditiva con la función física, ya que la función vestibular es responsable del equilibrio. Además, las asociaciones encontradas pueden indicar que otros mecanismos biológicos comunes pueden estar dañados”.
Diversas investigaciones en la materia sugieren asimismo que la hipoacusia aumenta el riesgo de caídas accidentales, el aislamiento social, y el riesgo de depresión, factores considerados en este estudio como potenciales mediadores de la asociación.
Fuente: CIBERESP
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