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Estos son los derechos para impedir que hackeen el cerebro
Los avances de la neurotecnología permiten adentrarse en la actividad de las neuronas.
Año tras año, se descubren más lugares, zonas y espacios poco explorados que han permitido hacer un mapa mucho más amplio y completo del cerebro humano Foto: iStock
En marzo de 2014, dos personas que estaban a 7.700 kilómetros de distancia se saludaron transmitiendo su pensamiento de cerebro a cerebro sin utilizar ningún medio convencional de comunicación, lo cual de paso se convirtió en la primera transmisión ‘telepática’ gracias al uso de la neurotecnología.
El asunto fue que un individuo situado en Thiruvananthapuram (India) pensó ‘hola’y dicho pensamiento fue captado por el cerebro de otra persona que estaba sentada en un laboratorio de Estrasburgo (Francia).
y luego pensó en un ‘chao’, que fue igualmente recibido en la cabeza del otro, todo en un experimento que demostró que es posible compartir pensamientos entre dos personas y que sus cerebros interactúen de manera consciente y voluntaria.
Unos años antes, un joven norteamericano con una pérdida de movimiento y sensibilidad en casi todo su cuerpo como consecuencia de una lesión grave en la médula espinal pudo recuperar en parte la capacidad para sentir y experimentar sensaciones similares al tacto después de que investigadores de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos) le pusieron en su cerebro un implante que le permitió utilizar un brazo robótico que no estaba conectado a su antebrazo, sino directamente a sus neuronas.
Un poco más reciente es el reporte de la empresa Neuralink del diseño de una minúscula sonda que contiene más de tres mil electrodos conectados a hilos flexibles capaces de detectar la actividad de mil grupos de neuronas dentro del cerebro y recoger en tiempo real información que puede ser enviada a un computador o teléfono inteligente para procesarla e interpretarla con el fin de hacer dispositivos más específicos de enfermedades y adecuar tratamientos más certeros.
En el mismo camino, el pasado 4 de octubre, la revista Nature dio cuenta de la posibilidad de eliminar los malos pensamientos de personas con depresión fuerte a través de la estimulación cerebral profunda en un circuito cerrado impulsado por biomarcadores.
Aunque los ejemplos pueden ser muchos más, los anteriores son apenas una muestra de los avances de la neurotecnología, la cual –pocos dudan– genera grandes beneficios si se tiene en cuenta que su objetivo principal es mejorar la calidad de vida de la gente utilizando como sustrato el e interacción con la información que proporciona el cerebro.
Sin embargo, estos pasos hacia adelante, ligados hasta hace poco tiempo más a la ciencia ficción, se convierten en asuntos de cuidado ante la posibilidad de que esta capacidad para manipular un componente como el cerebro, que determina la individualidad, pueda ser usado con fines diferentes o caer en manos equivocadas, lo que configuraría, de por sí, un horizonte catastrófico.
Facundo Manes considera que en los próximos siglos es probable crear o regenerar el tejido neuronal del cerebro. Foto:iStock
Resulta aterrador pensar que es posible ser discriminado o castigado por pensamientos que pueden ser identificados sin que estos se expresen
Rafael Yuste, neurocientífico director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) y uno de los lideres del proyecto Brain, realizó un experimento en el que logró que ratas de laboratorio vieran cosas que en realidad no existían después de implantarles electrodos en sus cerebros, que además inducían cambios de comportamiento.
El resultado fue tan impactante que el mismo investigador aseguró que era solo cuestión de tiempo para que algo similar pueda realizarse en seres humanos. En otras palabras, interpretar y controlar el cerebro desde el exterior es posible.
En efecto, el proyecto Neurolink trabaja en la creación de una interfaz capaz de estimular partes del cerebro después de recibir e interpretar señales que salen de él.
Se sabe que de lograrse esta conexión (inteligencia artificial) sería posible identificar emociones e incluso inducir estados, con lo que se estará a un paso de “leer pensamientos, acceder a la memoria e, incluso, controlar estas funciones para usos diversos, no necesariamente bioterapéuticos, como el neuromarketing para inducir consumos, sin dejar de lado otros campos como la política, para orientar intenciones de voto, gustos personales, entre otros, lo que se convertiría en un atentado a la autonomía individual y en una violación a los derechos humanos”.
¿Hay límites?
La antropóloga Edith Rincón manifiesta que la ciencia ha demostrado tener la capacidad para descifrar de manera rápida los enigmas de algo tan complejo como el cerebro, por lo que considera que no habrá límites específicos en este proceso. Por ello, la humanidad debe estar preparada para que dichos avances tengan la aplicación que debe ser.
“Hay que pensar y procurar llevar a la práctica las adaptaciones socioculturales que estos avances requieren bajo la premisa de que ya se ha cedido mucho en temas de información personal con la big data derivada de la hiperconexión, de la cual no nos podemos escapar, de ahí que no hay que fingir sorpresa con lo que está sucediendo con la manipulación cerebral”, dice la antropóloga.
Por su parte, el bioeticista Rafael Hernando Camargo deja claro que en este contexto es imperativo determinar los límites éticos que estos adelantos exigen en defensa del individuo y, por extensión, de toda la sociedad.
Neuroderechos
Ante las limitaciones condicionadas por un mundo interconectado y dominado por la tecnología, un sector de las comunidad científica ha manifestado su preocupación frente a las amenazas que plantea la neurotecnología mal utilizada. Es así como el mismo Rafael Yuste ha instado a los gobiernos de todo el mundo para que avancen en la creación de normas que regulen los derechos que se desprenden de la actividad cerebral que pueda ser manejada por terceros. Esto es lo que se ha llamado neuroderechos.
Se trata en esencia de un nuevo marco jurídico internacional de derechos humanos enfocado en la protección del cerebro y su individualidad ante el uso irresponsable de las nuevas tecnologías.
Yuste ha creado para el efecto una iniciativa que él mismo lidera y que se conoce mundialmente como neuroright initiative”, a través de la cual ha tocado todas las puertas de las agencias multilaterales. “Resulta aterrador pensar que es posible ser discriminado o castigado por pensamientos que pueden ser identificados sin que estos se expresen”, afirma la antropóloga Rincón, quien a la vez enfatiza en que el mundo tiene que saber que hoy es posible modificar hasta los recuerdos personales y manipular indebidamente la toma de decisiones de cualquier persona.
Chile: primer país con neuroderechos
Chile dio el histórico paso legislativo en septiembre pasado, cuando el Senado aprobó la inclusión de los neuroderechos en su carta fundamental con el objeto de “proteger la integridad y la indemnidad mental de los avances y capacidades desarrolladas por la neurotecnología”.
La iniciativa, elaborada por la comisión Desafíos del Futuro, si bien no estuvo exenta de controversias, fue asesorada por un grupo integrado por los neurocientíficos más importantes del mundo en materia de derecho y ética y terminó por consolidar un texto en el que se deja claro que el desarrollo científico y tecnológico está al servicio de las personas y se llevará a cabo con respeto de la vida y de la integridad física y psíquica.
De igual forma, dio vía libre para que a través de esta ley se regulen los requisitos, condiciones y restricciones para el uso de las tecnologías en las personas bajo la premisa de resguardar “especialmente la actividad cerebral, así como la información proveniente de ellas”.
De esta forma, Chile se convierte en el primer país en darle cabida a una serie de derechos que protegen de manera real de una amenaza que para muchos todavía linda con la ciencia ficción.
Defender la identidad
En una campaña que cada vez tiene más adeptos, un grupo de científicos aboga por que los neuroderechos sean incluidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, con la intención de que estos tengan carácter vinculante, no solo en los gobiernos, sino también en las autoridades de todo orden, el sector privado y la ciudadanía en general.
Todo lo que esta depositado en nuestra mente y es invisible a la mirada pública debe permanecer en esa condición, independientemente de los desarrollos tecnológicos
En ese sentido, hasta el momento se han planteado cinco neuroderechos fundamentales. El primero de ellos es el derecho a la identidad personal, que busca imponer los límites a las tecnologías que puedan alterar el sentido del ‘yo’ y de esta forma proteger la individualidad, y la autonomía personal en procesos en que a través de la neurotecnología se conecten las personas con las redes sociales, con el fin de evitar el riesgo de que se difumine la línea entre la conciencia de las persona y los aportes tecnológicos externos.
El segundo derecho es el libre albedrío, que pretende garantizar que las personas puedan tomar decisiones libremente, manteniendo su voluntad ante potenciales manipulaciones alcanzadas por la tecnología. Este derecho se adelanta a la posibilidad de que el cerebro humano pueda conectarse a través de interfaces que interpreten la actividad neuronal y transmitir estas señales a equipos que las descifren y de manera inversa induzcan en el cerebro modificaciones que se traduzcan en decisiones o acciones no definidas por el individuo.
El tercer derecho es a la privacidad mental, con el que se pretende evitar que toda la información y los datos que se obtienen de los análisis e interpretaciones de la actividad neuronal sean utilizados sin consentimiento de la persona, anteponiéndose también al uso comercial de esta información.
El cuarto derecho es el equitativo a la neurocognición, que en esencia busca definir normas que regulen la aplicación adecuada de toda la tecnología desarrollada para mejorar la actividad cerebral y que pretende que el aumento cognitivo –que ya es posible– sea accesible de manera equitativa a todas las personas y oponerse así a que quede reservado a “segmentos privilegiados de la sociedad”.
El quinto y último derecho es el que aboga por la protección ante sesgos y discriminaciones, con lo que se impulsa que los conocimientos de la neurociencia no fundamenten desequilibrios, discriminaciones o distinciones por raza, sexo, orientación sexual, opinión política, posición económica o cualquier otra condición.
“La gente tiene que saber que nuestros pensamientos, opiniones, creencias y todo lo que esta depositado en nuestra mente y es invisible a la mirada pública deben permanecer en esa condición, independientemente de los desarrollos tecnológicos que puedan exponerlos, sin dejar de lado que todos estos avances deben orientarse siempre para consolidar una sociedad mejor”, remata la antropóloga Rincón.