‘No puedo más’. ‘No sé qué hacer’. ‘No consigo levantar cabeza’. Son frases que pronunciamos y escuchamos con relativa frecuencia. Y, sin embargo, solemos restarle importancia. Una reacción opuesta a la que nos produce escuchar un ‘me duele la garganta’ o ‘no puedo girar la muñeca’, que nos invitan a visitar de inmediato al médico.
Mientras no dejan de bombardearnos con mensajes sobre la importancia de mantener una dieta adecuada y hacer ejercicio físico para tener un cuerpo sano (con toda la razón del mundo), a la salud mental le hacemos poco caso. Aunque nos despertemos en mitad de la noche con ataques de ansiedad, o apenas podamos ir a trabajar porque todo se nos hace cuesta arriba, hablar de ello y ponerle remedio aún es un tema tabú.
Con el objetivo de concientizar sobre los problemas de salud mental y erradicar mitos y estigmas en torno a este tema, la Organización Mundial de la Salud conmemora cada 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental.
Aunque nos despertemos en mitad de la noche con ataques de ansiedad, o apenas podamos ir a trabajar porque todo se nos hace cuesta arriba, hablar de ello y ponerle remedio aún es un tema tabú
Pero ¿qué se considera enfermedad mental? Una definición podría ser aquellas alteraciones de tipo emocional, cognitivo o de comportamiento en las cuales se ven afectadas las emociones, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje o el lenguaje. Esto hace que a las personas que padecen estos trastornos les sea difícil adaptarse al entorno cultural y social en el que viven, con el sufrimiento que eso conlleva.
Se han catalogado diversas enfermedades mentales, como por ejemplo la esquizofrenia, los trastornos psicóticos o el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (por nombrar algunas), con origen y neurobiología totalmente diferentes. De todas ellas, la que más incidencia tiene en todo el mundo es sin duda la depresión.
Por otra parte, según los últimos estudios, el número de mujeres que sufren depresión es más del doble que el de hombres, aunque aún se ignora por qué esto es así.
Sobre la depresión
Seguramente en más de una ocasión hemos pensado que estábamos deprimidos cuando hemos atravesado algún momento vital difícil. Pero la depresión es algo diferente a los cambios normales de estado de ánimo o a periodos cortos de tristeza desencadenados por acontecimientos puntuales.
La depresión es un trastorno mental que se caracteriza por la presencia persistente de tristeza y una pérdida de interés en actividades que las personas normalmente disfrutan, acompañadas de una incapacidad para llevar a cabo las actividades diarias. Todo ello durante un periodo prolongado de tiempo.
Pero ¿por qué estamos o podemos llegar a estar deprimidos? Los mecanismos exactos son aún desconocidos. Lo que sí sabemos es que los niveles de serotonina parecen estar desregulados en los pacientes con depresión.
En una región del cerebro conocida como corteza prefrontal (situada entre la frente y la sien, más o menos) contamos con una población de neuronas que liberan serotonina. Esta molécula se produce por la acción de unas enzimas llamadas TPH que transforman el aminoácido triptófano (el aminoácido ‘de la felicidad’, según algunos anuncios comerciales) en serotonina.
Cuando los niveles de esta disminuyen, aumenta la probabilidad de episodios depresivos. Así lo muestran varios estudios en los que, mediante reducción directa de triptófano o bloqueando las enzimas que lo transforman, descendió el nivel de serotonina y aumentó la frecuencia con la que se producían nuevos episodios depresivos en pacientes que ya padecían la enfermedad y estaban siendo medicados.
Estos no son los únicos indicios de que la serotonina es importante en los procesos depresivos. Los fármacos tradicionales como el Prozac basan su acción en impedir que la serotonina se reabsorba por las neuronas en el cerebro. Esto hace que los niveles de este neurotransmisor aumenten y los pacientes mejoren con el tratamiento.
Aunque parece clara la implicación de la serotonina en los procesos depresivos, algunos pacientes no responden a los tratamientos. Eso hace sospechar la existencia de otros mecanismos que puedan generar depresión. Además, tampoco se tiene muy claro por qué se ven alterados los niveles de este neurotransmisor.
Aunque la depresión es una enfermedad cada vez más presente en la sociedad, hay buenas noticias. Incluso los casos más severos de depresión pueden ser tratados. Dado el origen cíclico de las depresiones, un tratamiento temprano puede ayudar a que no haya episodios recurrentes.
Dado el origen cíclico de las depresiones, un tratamiento temprano puede ayudar a que no haya episodios recurrentes
Hoy en día existen diferentes tratamientos farmacológicos como son el Prozac, Celexa y Paxil, que funcionan inhibiendo selectivamente la reabsorción de serotonina.
Generalmente dan buenos resultados, aunque a veces tienen efectos secundarios no deseados, dejan de funcionar o, simplemente, no funcionan desde el principio.
Como alternativa, se ha retomado la investigación de psicodélicos clásicos como la psilocibina, la mescalina o el LSD para el tratamiento de depresiones. Ya antes de los 70 se sugirió que estas sustancias químicas podrían tener utilidad para tratar depresiones o ansiedad profunda. En un estudio reciente en humanos se vio que los pacientes tratados con psilocibina tuvieron unos beneficios hasta cuatro veces mayores que los antidepresivos tradicionales. Además, más de la mitad de los casos fueron considerados en remisión, dejando de estar clasificados como depresivos.
Estos progresos han hecho que la istración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) iniciase en 2019 ensayos clínicos para testar los efectos de la psilocibina en los tratamientos contra la depresión, ya que los mecanismos terapéuticos son diferentes de los utilizados por los fármacos clásicos.
Tanto estos últimos como los experimentales tienen como objetivo el tratamiento y no la prevención de la depresión. Para su prevención, tanto la terapia cognitiva conductual como la meditación han demostrado ser de gran ayuda para mantener una buena salud mental.
Mediante la ayuda de psicólogos profesionales, estas terapias ayudan a tomar conciencia de pensamientos irracionales o negativos, a visualizar situaciones de estrés con mayor claridad y responder a ellas de forma más efectiva.
Dejemos de estigmatizar el ir al psicólogo o al psiquiatra. Porque del mismo modo que consideramos normal acudir al médico cuando nos duele una pierna, también es normal e imprescindible acudir a especialistas ante un problema de salud mental.
JUAN PÉREZ FERNÁNDEZ (*) Y ROBERTO DE LA TORRE MARTÍNEZ (**)
THE CONVERSATION (***)
(*) Investigador de Ramón y Cajal, Cinbio, Universidad de Vigo.
(**) Departamento de Neurociencias, Karolinska Institutet.
(***) The Conversation es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo tuvo que ser editado por razones de espacio. Puede leer la versión completa en:
The Conversation.
‘Depresión sonriente’: los peligros de parecer feliz
El término ‘depresión sonriente’, trastorno en el que se aparenta ser feliz frente a los demás mientras por dentro se sufren síntomas de depresión, es cada vez más conocido. Los artículos sobre este tema han aumentado gradualmente en la literatura popular y su número de búsquedas en Google se ha multiplicado. Sin embargo, hay quienes se preguntan si se trata de una enfermedad real.
Aunque ‘depresión sonriente’ no es un término técnico que usen los psicólogos, desde luego es posible estar deprimido y conseguir ocultar los síntomas con éxito. El término especializado más cercano para este trastorno es ‘depresión atípica’.
De hecho, una gran parte de las personas que experimentan un estado de ánimo bajo y una pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban logran esconderlo de esta forma; lo que puede hacerlas especialmente vulnerables al suicidio.
Puede ser muy difícil detectar a las personas que sufren depresión sonriente. Puede parecer que no tienen razones para estar tristes porque tienen trabajo, un hogar y quizás hasta hijos o pareja.
Sonríen cuando se les saluda y pueden mantener conversaciones agradables. En resumen, se ponen una máscara que muestran al resto del mundo a la vez que llevan vidas aparentemente normales y activas.
Sin embargo, por dentro se sienten inútiles y deprimidos, a veces incluso piensan en ponerle fin a todo. La fuerza que tienen para seguir adelante con su día a día puede hacerles particularmente vulnerables a la hora de llevar a cabo planes de suicidio. Esto contrasta con otras formas de depresión en las que las personas pueden tener ideas de suicidio, pero no la energía suficiente para actuar de acuerdo con esas intenciones.
Otros indicios
Este trastorno presenta otros síntomas, como comer en exceso, sensación de pesadez en brazos y piernas y sentirse herido fácilmente por las críticas o el rechazo. Las personas con depresión sonriente también son más propensas a deprimirse por la noche y a necesitar dormir durante más tiempo de lo normal. Sin embargo, con otros tipos de depresión, el estado de ánimo puede empeorar por la mañana y pueden sentir la necesidad de dormir menos de lo habitual.
La depresión sonriente parece ser más común en personas con determinado carácter. En particular, se relaciona con la propensión a anticipar el fracaso, dificultades para superar situaciones vergonzosas o humillantes y la tendencia a pensar excesivamente en las situaciones negativas que han ocurrido.
Es un trastorno muy común. Aproximadamente, una de cada diez personas está deprimida, y entre el 15 y el 40 por ciento de estas personas padece la variante atípica que se asemeja a la depresión sonriente. Esta depresión a menudo comienza a una edad temprana y puede durar mucho tiempo.
Si usted padece depresión sonriente, es especialmente importante que busque ayuda. Pese a ello, lamentablemente las personas con este trastorno no suelen hacerlo, para empezar, porque podrían pensar que no tienen un problema. También pueden sentirse culpables y racionalizar que no tienen motivos para estar tristes, por lo que no cuentan a nadie sus problemas y terminan sintiéndose avergonzados de sus propios sentimientos.
Entonces, ¿cómo se puede romper este ciclo? Saber que este trastorno existe de verdad y ser consciente de su gravedad ya es un punto de partida. Solo cuando dejamos de racionalizar nuestros problemas porque pensamos que no son lo suficientemente serios podemos empezar a hacer una diferencia real. Para algunos, este conocimiento puede ser suficiente para cambiar las cosas, puesto que los encauza a buscar ayuda y romper las cadenas de la depresión que los habían retenido.
También se ha demostrado que la meditación y la actividad física tienen enormes beneficios para la salud mental. De hecho, un estudio realizado por la Universidad de Rutgers en los Estados Unidos reveló que las personas que habían practicado meditación y actividad física dos veces a la semana experimentaron un descenso de casi un 40 por ciento en sus niveles de depresión tras solo ocho semanas. La terapia cognitivo-conductual consiste en aprender a cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento, por lo que es otra opción para aquellos que se ven afectados por este trastorno.
Asimismo, sentir que nuestras vidas importan es lo que nos da un sentido y un propósito; y ese sentimiento puede marcar una diferencia significativa en nuestra salud mental y nuestro bienestar.
- The Conversation.
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