Tener ganas siempre, al punto de experimentar
orgasmos de manera involuntaria en cualquier lugar, puede sonar divertido y hasta
estimulante; sin embargo, quienes se enfrentan a esta situación padecen un verdadero
martirio.
Se trata del síndrome de excitación sexual persistente, una rara alteración que ha sido descrita como una excitación sexual no deseada intensa y espontánea que aparece sin ningún estímulo o provocación objetiva o subjetiva de la planta baja.
El asunto es tan serio, que estas sensaciones pueden persistir horas e incluso días, en una persistencia del placer que puede derivar en orgasmos espontáneos sin control. Claro que esto genera angustia –cómo no–, vergüenza y preocupación, por no encontrar forma para controlarse.
Lo cierto es que la sobreestimulación a la que se son sometidas estas personas desdibuja el placer hasta convertirlo en dolor, molestia y desazón, lo que lejos de ser una ventaja es un verdadero atentado a la calidad de vida.
Quienes lo han experimentado manifiestan que sienten hormigueos y palpitaciones permanentes en la planta baja, que rápidamente provoca respuestas sexuales parciales o plenas en los hombres; incluso, hay erecciones involuntarias y eyaculación; en las mujeres puede provocar orgasmos a repetición.
Si bien las causas no son del todo claras, disfunciones en algunos nervios provocadas por cirugías, traumas, infecciones a repetición se han encontrado como antecedentes, sin dejar de lado el efecto secundario de algunos medicamentos como antidepresivos, antiepilépticos y hasta hormonas, que también se han visto involucrados con estos desenlaces.
Por supuesto, los avances médicos y terapéuticos hoy permiten hacer diagnósticos un poco más concretos y también tratamientos que quedan en manos de especialistas.
Como promotora del buen funcionamiento de la planta baja, considero que esta sobreactuación del área es una verdadera tragedia. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO