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Ultraprocesados: erradicarlos para proteger las vidas y el bienestar
Según la experta Teresita Alzate, el consumo excesivo de estos productos es fuente de toxicidad.
hay una nueva lista de alimentos ultraprocesados que van a quedar gravados Foto: iStock
La lucha contra el consumo de productos ultraprocesados en Colombia no ha sido un camino fácil. Desde hace años diferentes organizaciones, actores del sistema sanitario y legisladores han intentado mitigar la incidencia de estos alimentos en la salud pública del país.
Más allá del hecho de que se produzcan o no, el ideal de quienes abanderan esta causa es reducir el impacto que tienen el consumo excesivo de azúcares, sodio, grasas y aditivos, que se ve reflejado en los índices de mortalidad prematura por afecciones como la obesidad, diabetes y los problemas cardiovasculares.
La discusión alrededor de estos productos se incrementó desde hace un par de años, cuando desde algunas esquinas sanitarias se empezó a sugerir el incremento de impuestos a estos productos en el marco de la reforma tributaria. Sin embargo, aún existe desconocimiento sobre las características de estos productos y sus potenciales riesgos.
En ese contexto, EL TIEMPO habló con Teresita Alzate Yepes, investigadora de la Universidad de Antioquia y miembro del proyecto de prevención del cáncer de colon de NanoBioCáncer, un programa de varias universidades del país y el Ministerio de Ciencia.
¿Qué son los alimentos ultraprocesados y cómo identificarlos?
Hay una clasificación de los alimentos según su procesamiento. Existen cuatro grupos que van en una gradación por fases. Uno es el de los alimentos que no son procesados, y así se consumen, como una mazorca. También caben en este grupo los que son mínimamente procesados, como una arepa.
Hay otros que son ingredientes culinarios, que son muy naturales, pero no se comen solos, sino que se acostumbra a integrarlos y combinarlos para producir alimentos. El tercer grupo es el de los procesados, como la leche, que hay que pasteurizarla, o la panadería.
Y, por último, los ultraprocesados que son tanto bebidas como comestibles. Estos son construidos, no son de base natural sino que se elaboran.
Así son los ultraprocesados: una combinación de ingredientes que se asemejan por sus características a un alimento natural —en la mayoría de los casos— y tienen mayor riesgo para la salud por esa composición “artificial”.
Así quedaron los sellos de advertencia para productos ultraprocesados en Colombia. Foto:EL TIEMPO
¿Cuáles son sus verdaderos riesgos para la salud?
Hay que tener en cuenta que para que estos productos les gusten a las personas están adicionados y tienen altas cantidades de sodio, azúcares o de grasas —sobre todo trans—, y casi todos tienen saborizantes, colorantes, conservantes, espesantes, edulcorantes.
El asunto es que se convierte en una fuente permanente de toxicidad, sobre todo para los jóvenes
Esto quiere decir que tienen una gran cantidad de aditivos y componentes que les dan mucha durabilidad, estabilidad en el tiempo, gustan mucho al paladar y se pueden volver hasta adictivos. Precisamente por su alto contenido de azúcares se vuelven un riesgo para la salud, porque además de que gustan mucho y se pueden consumir continuamente, la cantidad de calorías que aportan puede ser supremamente alta.
Entonces van al organismo y, sumadas las otras calorías del consumo diario, pueden convertirse en un exceso. Ese es el peligro básico en el que estamos en este momento en el mundo: es una “carrera” por la obesidad, una competencia de todos los países a ver quién le gana al otro en términos de obesidad, y cada vez se presenta en edades más tempranas.
¿Para qué enfermedades y condiciones de salud estos productos implican riesgo?
El azúcar puede incidir en enfermedades como la obesidad, o en factores de riesgo frente a la diabetes, por ejemplo. La obesidad, que es crónica, lleva a la inflamación de los órganos y puede degenerar no solo en diabetes sino en problemas cardiovasculares e hipertensión, así como en la gran mayoría de los cánceres. Algunos de ellos —y de gran aumento en este momento— son el cáncer de colon y el colorrectal.
Estos alimentos van dañando el organismo porque no tienen fibra natural, y el cuerpo prácticamente se “apereza”, el intestino no funciona como debe, se acumulan las materias fecales, proliferan bacterias y células anormales, y se produce cáncer fácilmente.
Hay quienes piensan que estos productos son alternativas más asequibles a la población con limitaciones económicas, ¿qué opina y qué alternativas existen?
Estos alimentos son asequibles porque se producen en gran cantidad, con insumos que pueden ser muy económicos. Se presentan en formatos y paquetes de gran estabilidad en el tiempo, y todo eso hace que el producto sea barato. Pero es relativamente barato porque el precio que se paga es muy bajo comparado con el riesgo que se asume.
Teresita Alzate Yepes, investigadora de la Universidad de Antioquia y experta en nutrición. Foto:Archivo particular
El asunto es que se convierte en una fuente permanente de toxicidad, sobre todo para los jóvenes. En Colombia la tercera parte de los niños y niñas están en exceso de peso, y hay zonas en que 4 de cada 10 pequeños están peor. Eso avizora un futuro nefasto para la población de un país, porque la obesidad degenera en una cantidad de enfermedades en muy corto plazo. Lo ideal es comer balanceado, equilibrado, incluso productos de cosecha que son los más baratos.
Si hablamos de economía, en vez de estar comprando “paqueticos” pudiéramos estar en las plazas de mercado comprándoles a los campesinos productos más económicos, porque se producen en grandes cantidades que hasta se pierden, y son los que tienen la vitamina, la fibra, esa carnosidad que necesita nuestro organismo.
¿Qué ventajas reales tiene no consumirlos?
Si hablamos de provechoso, sería del 100 por ciento, en el sentido de que entre más natural sea un alimento más tiene los nutrientes que el organismo asimila y que necesita.
Hay una discusión sobre los impuestos, ¿estos sí desestimulan su consumo?
El impuesto saludable tiene que estar aunado a unos procesos educativos que permitan que las personas no solamente comprendan de qué se trata, sino que estén ilustradas en función de cuál es el beneficio.
En salud pública se supone que la disminución de oferta y consumo de alimentos ultraprocesados hacen que la salud de la población mejore. Pero esto tiene que estar acompañado de una oferta de productos saludables y de información para que la gente sienta que si le cuesta un poco más será en términos de tiempo, porque el valor está es en la salud, en los riesgos que se van a evitar.
Si una persona supiera el recorrido tan directo que hay entre la obesidad y la diabetes y todos los problemas que se generan a partir de ella, con seguridad podrían asumir y entender una alimentación más sana. Ese conocimiento y esa pedagogía deben ir de la mano de estos procesos, pero no a ultranza.
A la industria no hay que satanizarla, sino acompañarla para que produzca cosas más saludables
Hay que aplicar métodos de acompañamiento y trabajo con la industria para fabricar productos que estén en consonancia con una política de salud pública, de la mano de la investigación, porque son corresponsables.
No podemos irnos en contra de la industria porque sí, sino pensar qué de lo que hay se puede mejorar y cómo; ofrecer productos más saludables, mejorar la composición de muchas bebidas que pueden tener mayor cantidad de fibra, de fruta, sin saborizantes ni tanta carga de tóxicos solo por vender más.
No estoy hablando de que la industria no sirva, puede servir, el problema es que hay que regular y educar para que la gente esté ilustrada.
Otro debate es el de los etiquetados, ¿qué opina sobre ellos?
En los países en los que se están usando se ha visto en gran medida el cambio en las decisiones que toman las personas. Los sellos de advertencia son una voz de alerta, su papel es decirle al consumidor “ojo que ya quedó bajo su responsabilidad”. Lo ideal es que la gente sepa qué son las grasas trans, el azúcar y qué riesgos generan.
Si en una misma estantería tengo tres tipos de productos y uno tiene dos sellos, otro un solo sello y el último tiene tres sellos, pues la medida ya está diciendo que el menos dañino es el que tiene un solo sello negro. Eso visualmente también afecta. Entre más sellos tenga más riesgos estoy viendo, eso es lo mínimo que una persona debería saber.
Y si no tiene sellos, cualquier producto es más natural y se supone que es más saludable. El color también es importante porque simbólicamente el negro es un color de riesgo y de muerte, inclusive.
¿Qué mensaje le envía a la industria de estos productos?
La industria debe estar asociada a la investigación y le debe interesar vender, pero en favor de la salud pública. Con toda seguridad, una menor venta por una regulación de este tipo puede hacer que tome conciencia. A ellos obviamente les interesa vender, pero también son sujetos de lo propio que producen: su misma familia consume estos alimentos. Todos somos consumidores de todo.
La ciencia puede ayudar. Cuando no hacemos que esta trabaje y se incorpore en la industria con la intención de generar beneficios para la salud, estamos fallando. A la industria no hay que satanizarla, sino acompañarla para que produzca cosas más saludables.