Una investigación liderada por un equipo del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), en España, concluyó que el ruido urbano se relaciona con un mayor riesgo de sufrir ingresos hospitalarios urgentes ligados a trastornos mentales. Es decir, la contaminación auditiva de las ciudades puede aumentar el número de personas con trastornos mentales que son remitidas por urgencia. Los resultados del trabajo fueron publicados recientemente en la revista Environmental Research.
El ambiente
Diversos factores ambientales, como la contaminación atmosférica, el ruido en entornos urbanizados y diferentes variables de tipo meteorológico, pueden tener efectos importantes sobre la salud humana. En su estudio, un equipo liderado por científicos de la Escuela Nacional de Sanidad (ENS) del ISCIII ha analizado el posible impacto de estos factores ambientales sobre los ingresos hospitalarios urgentes por trastornos mentales en la Comunidad de Madrid entre los años 2013 y 2018.
Liderada desde la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano de la ENS-ISCIII, la investigación se ha llevado a cabo mediante un estudio ecológico longitudinal de series temporales.
Las conclusiones indican que, en todos los grupos de edad, los ingresos hospitalarios urgentes diarios debidos a trastornos neurológicos del comportamiento y del desarrollo mental presentan una asociación estadísticamente significativa a corto plazo con los niveles de ruido diurno en la Comunidad de Madrid. Por el contrario, no se observa asociación entre este tipo de ingresos hospitalarios urgentes y los niveles de contaminación química del aire.
Los autores principales del estudio son Laura Gómez González, que realizó su tesina del Máster en Salud Pública del ISCIII sobre la base de este estudio, y Julio Díaz y Cristina Linares, responsables de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del ISCIII. También forman parte del equipo investigador otros de la unidad, y en el trabajo han colaborado, además, equipos de diversos hospitales y universidades españolas, así como de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Las estimaciones señalan que el porcentaje de isiones hospitalarias anuales por trastornos mentales ligadas al ruido urbano pueden superar el 5 por ciento del total.
Los autores sostienen que, al ser un estudio ecológico, las conclusiones no deben extrapolarse a niveles de riesgo individual, y que se necesitan más investigaciones y evidencias para poder hablar de causalidad directa entre ruido y enfermedad: “Sabemos que después de picos de ruido aumentan los ingresos hospitalarios urgentes, pero no podemos precisar si las personas ingresadas ya tenían una enfermedad mental y el ruido la ha exacerbado, o si son pacientes ingresados sin haber sido antes diagnosticados”, explican Díaz y Linares.
Un punto clave, según los expertos, es que el ruido urbano depende de las condiciones ambientales y de actividades antropogénicas (las realizadas por el ser humano), en zonas muy urbanizadas y con alta densidad de tráfico, por lo que es posible llevar a cabo acciones encaminadas a reducir los riesgos.
“Aunque hay variables sobre las que no podemos intervenir, como las horas de luz solar o la velocidad del viento, la investigación en el campo de la salud mental debe considerar además los factores ambientales, tanto la contaminación química y acústica como otras variables ambientales y meteorológicas”, subrayan los investigadores.
En los últimos años, el equipo liderado por Cristina Linares y Julio Díaz ha publicado diversos artículos con resultados complementarios al actual, que afirman que el ruido del tráfico urbano representa un factor de riesgo para la ansiedad y la depresión; que la contaminación acústica se relaciona con más ingresos hospitalarios urgentes en casos de esclerosis múltiple, párkinson o demencia, y que el ruido del tráfico se asocia con un aumento de la mortalidad por diferentes causas.
Otro de los estudios publicados durante la pandemia observó un vínculo entre los niveles de ruido ambiental y el número de hospitalizaciones urgentes por covid-19, aunque no con los fallecimientos.Los científicos del ISCIII señalan que este nuevo trabajo “puede servir de base para la elaboración de directrices y planes en salud pública que tengan en cuenta el ruido como factor de riesgo para la aparición o el empeoramiento de trastornos mentales”.
AGENCIA SINC