Si bien hay pilotos, es decir, redes de prueba cerradas, aún no tenemos ni el espectro asignado ni, por tanto, las inversiones en camino para que el país entre en la era de las redes de quinta generación de telecomunicaciones, sobre las cuales los países de primer mundo (e incluso vecinos) están desarrollando su salto cuántico en emprendimiento, telemedicina, digitalización de las industrias y las ciudades inteligentes, entre muchas otras evoluciones socioeconómicas.
Uruguay fue el país pionero. Le han seguido Argentina, Brasil, Chile, Guatemala, México, Puerto Rico, Perú y República Dominicana en ese camino hacia el 5G ya con redes comerciales. ¿Y nosotros? Nada. Ya existe un marco regulatorio, un marco teórico y técnico sobre las frecuencias medias y medias altas necesarias para subastar.
Pero, por lo pronto, las inversiones y los planes de despliegue de las casas matrices de los operadores están dejando por fuera a Colombia de sus planes ante la triste situación.
¿Qué debería seguir? Que el nuevo gobierno acelere en ese camino, pues se vienen sendas renovaciones de espectro de las concesiones iniciales de Tigo, Claro y Movistar, así como los permisos de la subasta del 2013 que también entrarán en etapa de negociación y renovación.
¿Entendemos ahora sí por qué cuando el Ministerio TIC y la ANE (en los gobiernos Santos y Duque) se retrasaron en adjudicar el 5G se afectó al final todo en cascada?
Se requerirá de una jugada milimétrica de ajedrez para que el Ministerio TIC actual y sus entidades relacionadas armen el tablero y saquemos adelante con éxito todas las tareas acumuladas.
Se vendrán álgidas discusiones sobre las condiciones técnicas y económicas de esas renovaciones y de la subasta del 5G, pero afortunadamente ya existen en el marco de la ley TIC del 2019 las indicaciones precisas que apuntan a maximizar el bienestar social, con obligaciones de cobertura en regiones apartadas por encima de objetivos meramente fiscales, con adjudicaciones a 20 años que incentivan la inversión.
Ahí hay un punto relevante, que debe hacer clic con las indicaciones presidenciales: aquí necesitamos es conectar a la gente, a los más alejados, a los relegados. Por ello los modelos de valoración del espectro deben ajustarse a ese sentido supremo y no espantar el desarrollo con fórmulas que terminan ubicando a Colombia como el país con el espectro para telecomunicaciones más caro de Latinoamérica.
No lo debemos regalar, obvio, pero tampoco comprenderlo como factor de recaudo, sino de desarrollo socioeconómico y bien común de cierre de brecha digital. Que esa ‘tierra digital’, como la definió el presidente Petro, sea asequible y se reparta equitativamente.
Sorprende que existan voces, de la misma industria, que a pesar de todo insinúen que Colombia “todavía no necesita 5G”. ¿En serio? Las dudas de concentración de mercado se deben resolver pronto, si es eso lo que preocupa. No podemos esconder que Colombia cuenta con un mercado altamente concentrado en el negocio de las telecomunicaciones y ahondar en las razones de ello, para entenderlo y buscar soluciones, es realmente mandatorio. Pero ello no puede ser la razón para detener la llegada del 5G al país. Esta industria es de velocidad, y la gasolina es la inversión. Y ahí vemos a varios operadores invirtiendo fuertemente, como corresponde.
El futuro digital del país no puede pasar por consideraciones particulares financieras de ningún operador o multinacional. El futuro de la conectividad de Colombia es primero.
Posdata: A propósito de 5G, es una vergüenza que por una leguleyada Colombia sea uno de los países, por no decir que el único, a donde no llegará el iPhone 14 recién lanzado, por la pelea de patentes 5G entre Ericsson y Apple. Que solucionen en Estados Unidos, no acá.
JOSÉ CARLOS GARCÍA
Editor Multimedia
En Twitter: @JoseCarlosTecno