Un grupo de botánicos de la Universidad Hadassah en Jerusalén logró cultivar una especie de árbol que se creía extinto a partir de una semilla descubierta en la década de 1980 en el desierto de Judea.
Los investigadores creen que se trata de un árbol antiguo mencionado en los textos bíblicos como fuente de un bálsamo curativo.
Hace 10 años, el equipo de investigación dirigido por la Dra. Sarah Sallon, plantó la semilla de 1.000 años de antigüedad para realizar estudios. Los científicos no han podido identificar el tipo de árbol que proviene de la semilla, sin embargo, Shallon considera que es posible que el árbol pudiera ser la fuente del bíblico “tsori”, un extracto de planta medicinal asociado con la región histórica de Galaad al norte del mar Muerto.
Para germinar el grano, los investigadores perfeccionaron un método que consistía en remojar la semilla en agua mezclada con hormonas y fertilizante antes de plantarla en una maceta con tierra esterilizada. Shallon había investigado este proceso previamente con semillas de palmeras datileras de 2.000 años de antigüedad.
Después de que la planta brotara, el equipo utilizó la datación por radiocarbono de la materia orgánica para estimar la edad de la planta y descubrió que el espécimen estaba fechado entre 993 y 1.202 d. C.
El mes pasado, en la revista Communications Biology, el equipo de investigadores reveló sus principales hallazgos sobre el árbol, que tiene más de 14 años y casi 3 metros de altura, pero sigue sin florecer ni dar frutos. Sin estas características, no es posible identificar con certeza su especie, añaden los científicos.
En un principio, Shallon atribuyó a la planta como la fuente de “bálsamo de Judea” o “bálsamo de Galaad”, descritos en algunos textos bíblicos. Sin embargo, los factores descubiertos hasta ahora lo determinan como primo cercano de este y una de las Commiphora no aromáticas de compuestos medicinales que podrían poseer propiedades para combatir el cáncer.
La Dra. Louise Colville, investigadora principal en biología de semillas y estrés en el Real Jardín Botánico de Kew, en Londres, no participó en esta investigación, sin embargo, considera que “trabajar en un banco de semillas y ver el potencial de esa longevidad extrema nos da la esperanza de que al almacenar y conservar semillas, al menos algunas sobrevivirán durante períodos muy largos de tiempo”.
REDACCIÓN VIDA