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Michael Collins: el valor del ‘hombre más solitario del mundo’
Ayer falleció el piloto de la misión Apolo 11, que llevó los primeros humanos a la Luna.
El 20 julio de 1969, mientras millones de televidentes seguían en vivo y en directo la transmisión de los primeros pasos de Neil Armstrong y Buzz Aldrin sobre la Luna, uno de los hombres claves en aquella hazaña ignoraba lo que pasaba en el satélite natural y esperaba ansioso las contadas noticias que le transmitían por radio desde el control de la misión de la Nasa, en Houston, Texas.
Aquel hombre era Michael Collins, piloto de la misión y quien debía aguardar, a bordo del denominado módulo de comando y servicio, a que Armstrong y Aldrin terminaran su caminata por el suelo lunar para poder regresar los tres a la Tierra.
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Collins, permaneció sin compañía a bordo de su nave espacial, y en medio de la oscuridad del espacio, durante 36 horas. Se encontraba a más de 300.000 kilómetros del planeta Tierra, y a varios miles de metros de la superficie de la Luna, razón por la cual, en su momento, llegó a ser bautizado como ‘el hombre más solitario del mundo’.
Ayer, a los 90 años, en Naples, Florida, Michael Collins falleció de un cáncer que lo aquejaba. La noticia la dio a conocer la familia del astronauta por medio de un comunicado en su cuenta de Twitter, red social en la que se mantenía activo, compartiendo constantemente anécdotas y reflexiones sobre la exploración espacial.
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Sus publicaciones se habían vuelto recurrentes desde 2019, cuando se conmemoró el aniversario número 50 de la primera llegada a la Luna, en la que jugó un rol fundamental.
Tras la muerte de Collins, de aquella gesta científica y tecnológica solo sobrevive Buzz Aldrin, de 91 años, pues en 2012 ya había muerto Neil Armstrong.
Tripulantes de la misión Apollo 11: Neil A. Armstrong, comandante; Michael Collins, piloto del módulo, y Edwin E. "Buzz" Aldrin, piloto del módulo lunar. Foto:AFP
El astronauta solitario
Collins nació en Roma (Italia)el 31 de octubre de 1930. Tras formarse como piloto de pruebas de la Fuerza Aérea de su país hizo parte de la tercera generación de astronautas, en 1963, e inició sus viajes espaciales orbitando la Tierra en la misión Gemini 10. Luego de un arduo entrenamiento de varios años, en su segunda misión espacial consiguió la histórica hazaña del viaje a la Luna.
“En la misión Apolo, a bordo del módulo de comando, también conocido como Columbia, Collins se convirtió en el ser más solitario de la humanidad, estando por algunos periodos completamente incomunicado debido a la pérdida de la señal de o con cualquier otra persona durante el paso de la nave por la cara oculta de la Luna”, cuenta el astrofísico Santiago Vargas, quien agrega que una de las mayores preocupaciones de Collins en esos momentos, como lo confesó en varias ocasiones, fue que, por algún inconveniente durante la travesía, tuviera que regresar solo a casa.
“Afortunadamente eso no sucedió, y el 24 de julio de 1969 fue recibido junto con sus otros dos compañeros para escribir una página imborrable en la historia humana”, indica Vargas.
Según Eduardo García Llama, jefe de ingeniería y operaciones del programa Orión, de la Nasa, y autor del libro Apolo 11, “Collins es con total seguridad el astronauta menos conocido de la misión lunar”.
“Descartado mediáticamente en su día por no descender a la superficie lunar, ha pasado inadvertido para el gran público, no obstante la inmensa envergadura de su papel en esa misión. Era mucha la confianza que se depositaba en un piloto del módulo de mando de una misión lunar, no solo por ser el navegador de la misión o por ser quien rescataría a la tripulación que descendía a la Luna en caso de que esta no pudiera alcanzar la órbita lunar tras el ascenso desde la superficie, sino porque también debía ser capaz de pilotar en soledad una nave tan compleja como Apolo en todas sus fases de vuelo.
Fue precisamente la posibilidad de este último escenario lo que infundió en él ese profundo terror, que por muchos años guardó en secreto, ante la posibilidad de tener que regresar solo a la Tierra.
Michael Collins, astronauta, miembro de la tripulación del Apollo 11. Foto:AFP
Después del Apolo
Poco después del Apolo 11, Collins abandonó la Nasa; primero, para incursionar en la política; luego, como director del Museo Nacional del Aire y del Espacio, hasta 1978, y más adelante, para comenzar su propio proyecto como asesor en temas aeroespaciales.
“Durante todo este tiempo sus apariciones en medios fueron contadas y siempre trató de evitar el protagonismo, criticando en múltiples ocasiones la fama y el heroísmo. Reapareció en varios especiales durante la conmemoración de los 50 años del viaje a la Luna, en el 2019, y hasta abrió una cuenta en Twitter ese mismo año para tener un o más cercano con las nuevas generaciones, que veían en él a un referente de la exploración espacial, el piloto de mando de la misión que más lejos ha llevado a ejemplares de nuestra ingeniosa especie”, comenta Vargas.
Y continúa: “Nos quedarán sus anécdotas, recopiladas en el que muchos no dudan en describir como el mejor libro escrito por un astronauta, Llevando el fuego, en el que encontramos sus sentimientos y pensamientos en los momentos en que su vida también se transformaba para siempre mientras cumplía a cabalidad su misión, honrado de ocupar aquel asiento en la misión Apolo 11; un verdadero piloto espacial con una encomienda que nadie hubiera podido hacer mejor que él”.
Consultada por EL TIEMPO, Adriana Ocampo, geóloga planetaria colombiana en la Nasa, afirma que “Michael Collins, con su humildad, nos demostró la importancia del trabajo en equipo. No todos tenían que tocar la superficie de la Luna, y sin él está gran hazaña no se hubiese logrado ese 20 de julio de 1969”.
“Godspeed (buen viaje, en inglés), Michael Collins; gracias por ese gran paso que nos diste a la humanidad”, apuntó Ocampo.