¿Se han dado cuenta de que muchos permanecemos en una burbuja narcisista en la cual pensamos que la vida, nuestros hijos, nuestra pareja y el mundo nos deben algo?
Sentimos que la vida nos debe certeza, felicidad, oportunidades o la facilidad para que las cosas siempre salgan como queremos que salgan. En nuestras relaciones pensamos igual: las otras personas nos deben afecto, compañía, entrega, lealtad y fidelidad. Todos deben pensar, hablar y actuar de una manera específica que nos dé la alegría y tranquilidad “que tanto nos merecemos”.
Con nuestros hijos pretendemos, por el hecho de “haberles dado la vida”, que tienen con nosotros una deuda y la manera de pagarla es ser y hacer exactamente lo que esperamos y anhelamos para ellos. Y en algunas ocasiones ni siquiera se trata de que ellos sean felices; por el contrario, lo que estamos buscando es nuestra propia felicidad.
Cuando la vida no nos da lo que presuntamente merecemos, cuando nuestra pareja no nos hace sentir como asumimos que debería hacernos sentir, cuando nuestros hijos no actúan como mentalmente creemos que deberían ser, entramos en frustración, rabia, angustia o depresión. La mayoría andamos por el mundo como niños malcriados que se tiran al piso gritando y pataleando porque no nos dan el dulce o el juguete que tanto añoramos. ‘Juramos’ que el universo, las personas cercanas y la sociedad nos deben dar lo que necesitamos y queremos, en el momento exacto en el que lo queremos.
La vida es como es. No tenemos derecho a que las cosas sean como creemos que deben ser. El hecho de que queramos que sean de una manera distinta a como son no las hace más correctas o menos correctas de lo que realmente son. Esto podría sonar pesimista, pero es todo lo contrario. Es la única manera de ser felices y estar tranquilos con lo que hay, en lugar de vivir furiosos, ansiosos o tristes por lo que no es.
La verdadera sabiduría y el poder infinito radican en saber que cada quien y cada situación son como deben ser, pero nosotros somos responsables de cómo reaccionamos ante la realidad. Nada ni nadie está en este mundo para hacernos felices ni para darnos lo que creemos que necesitamos. Ese es trabajo nuestro. Determinar qué podemos hacer nosotros mismos para sentirnos plenos y realizados, incluso en la mitad de una pandemia mundial, nos empodera y nos calma la mente y el corazón.
Alexandra Pumarejo - @Detuladoconalex
Para El Tiempo