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Lo que hace inolvidable a un maestro
¿Cómo marcar huellas en un mundo tecnológico? Entre la inspiración encontramos respuestas.
Empresarios antioqueños, profesores y líderes culturales, nos cuentan sobre sus maestros inolvidables. Foto: Universidad de los Niños / Archivo Particular
Hay maestros que hacen de una clase un espacio de complicidad entre ellos y su alumnos, un refugio donde las preguntas son el motor que activa la creatividad para acercarse al conocimiento. Son esos maestros a quienes recordamos sin importar el paso del tiempo.
Como Maruja Gómez, la primera maestra de Rafael Aubad, presidente de Proantioquia, quien practicaba, en palabras de él, “una enseñanza por conversación”. “Le debo mi amor por la lectura y el respeto al diálogo; viví intensamente lo que hoy denominan los expertos la pedagogía del amor”.
Y es que en la conversación y el afecto, los maestros son “catalizadores de las preguntas genuinas que hay en los chicos”, explica Diego Leal, un ingeniero de sistemas que, desde hace más de 15 años, viene trabajando junto con maestros para la implementación de las TIC en la educación.
Le debo mi amor por la lectura y el respeto al diálogo; viví intensamente lo que hoy denominan los expertos la pedagogía del amor
Recordar a nuestros maestros y las formas cómo ellos nos inspiraron, es una forma de encontrar respuestas para inspirar a nuestros alumnos. Foto:Universidad de los Niños Eafit / Archivo Particular
Para Diego hace parte de nuestra naturaleza humana que nos gusten las preguntas: “Somos curiosos”. Entonces, cuando un estudiante logra engancharse con un docente que es impulsor de esas preguntas, que se asombra por lo que sus alumnos hacen; el querer conocer se integra más como un proceso que puede llegar a cambiar la vida y no solo como el hecho de ganar una prueba.
Ahora, ante tantas preguntas, no hay que tener todas las respuestas y es válido equivocarse.
El maestro también puede conocer el mundo de la mano de sus estudiantes y construir esas nuevas maneras de concebirlo. Frente a esto, cuenta Diego que, gracias a varias experiencias que ha tenido con estudiantes, ha logrado saber que a ellos les gusta percibir un docente que es un aprendiz y un par que, como ellos, debe hacer tareas.
Por ejemplo, Jorge Blandón, director de la Corporación Cultural Nuestra Gente, vio a su profesor Luis Restrepo como un “profesor de canciones”. Junto con él se acercó al mundo del arte con su sencillez y respeto. Cosa que le permitió, años más tarde, asumir la transformación de un burdel en un escenario cultural como la “casa Amar-i-lla”.
Este proceso de acompañamiento se enriquece con la empatía del maestro, como la que sentía la Madre Sofía Teresa por Martha Elena Bravo, quien ha dedicado su vida a la gestión cultural: “La Madre tenía la capacidad de entender toda la complejidad de la naturaleza humana en todos los momentos de nuestra formación. Desde niños hasta adolescentes hubo un acompañamiento, una comprensión humana de la enseñanza, más allá de lo pedagógico”.
Ella acostumbraba a relacionar la historia con el arte, la política, la economía. Nos ponía a hacer ensayos que implicaban leer, pensar, argumentar, analizar
El aula: un lugar para crear mundos
Los profesores, en su mayoría, como explica Diego, están preocupados e interesados en que sus estudiantes logren conectarse con sus propios talentos y en buscar siempre los recursos necesarios para que lo logren.
Este es el caso de Luis Fernando García, el profesor de inmunología de Luz Marina Restrepo, actual directora del Laboratorio de Terapia Celular y Biobanco: “Hacía todo lo que estuviera en sus manos para que aprendiéramos, hasta nos prestaba su casa y su computador para escribir la tesis. En ese tiempo nadie tenía computadores, ni siquiera la universidad”.
Como parte de los recursos que faciliten el aprendizaje, Leal destaca el papel de las TIC en la educación. Él, quien ahora trabaja como investigador y asesor del Grupo de Investigación, Desarrollo e Innovación sobre TIC (GidiTIC) en la Universidad EAFIT, señala la importancia de que la educación se enfoque en desarrollar los talentos de los estudiantes y que ellos conecten los problemas de su cotidianidad con el aprendizaje escolar, proceso que puede ser facilitado por la tecnología.
Precisamente por relacionar diferentes contextos en el aula, Diana Basto, quien tiene más de 10 años de experiencia trabajando en políticas públicas en educación, no olvida a su maestra Laura Jiménez porque “ella acostumbraba a relacionar la historia con el arte, la política, la economía. Nos ponía a hacer ensayos que implicaban leer, pensar, argumentar, analizar”. Gracias a Laura, Diana descubrió su vocación y decidió ser Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales.
La tecnología y adaptarse al mundo que vive cada estudiante, es una de las claves para convertirse en un maestro inolvidable. Foto:Universidad de los Niños Eafit / Archivo Particular
Con la aparición de herramientas tecnológicas, se empieza a repensar la labor del docente; no porque su función sea sustituida, sino porque este debe asumirse como el mediador que les otorgue sentido. Por ejemplo, los mismos medios digitales que los estudiantes usan para relacionarse socialmente pueden servir en el aula para conocer el mundo a través de las experiencias de personas que viven en Chile, Japón, España, África. Lo importante es, según Diego, “es que el mundo avanza y debemos estar atentos al papel que cada uno tiene”.
Más allá de las herramientas, comenta Leal, la gran duda es si la escuela está preparando a los estudiantes para un sistema que ya pasó, para un futuro que parece inevitable o para que construyan el futuro que necesitamos. Según él, “la manera en la que actualmente se mira la educación es la de preparar a las personas para un futuro que es inevitable; y eso nos desempodera”.
La escuela es, en cambio, esa posibilidad subversiva de llevar a pensar, imaginar y crear un mundo que posiblemente todavía no existe, explica Diego, pero advierte que en este mundo lo importante es que toda acción individual contribuya al bienestar de los seres humanos.
La manera en la que actualmente se mira la educación es la de preparar a las personas para un futuro que es inevitable; y eso nos desempodera
Rómulo Naranjo, el profesor de literatura que tuvo Memo Ánjel en la UPB, cuando estudiaba Comunicación, le mostraba esos mundos posibles “cuando leía los textos poniéndoles tanta vida y dramaturgia”. Las experiencias con Rómulo lo inspiraron para ser escritor: “Oírlo leer, era como ver una película”, cuenta Memo.
Lo más difícil puede ser llegar a ponernos de acuerdo frente a lo que soñamos cuando hablamos de un mundo ideal, pero iniciar la discusión es un punto de partida muy importante. En ese camino es fundamental buscar que haya una generación de niños y jóvenes que vean la información de una manera crítica, y para eso se necesita un maestro que se permita ir al ritmo de sus estudiantes para lograr identificar qué es cierto y qué no, que se permita mantener la curiosidad viva, así como lo hicieron todos maestros que conocimos hoy.