En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Los caficultores que se adaptan al cambio climático en Colombia
Se prevé que en el 2050 será inviable producir café en algunas zonas del país.
La familia de Eunilver Castaño recibió casi dos millones de pesos como pago por servicios ambientales. Foto: Solidaridad
El café, el producto emblemático de Colombia, será casi inviable de cultivar para el 2050 a causa del cambio climático, según el Centro Internacional de Agricultura Tropical. Una de esas zonas en donde ya no será rentable es Risaralda, uno de los cinco departamentos que forman el Eje Cafetero, y en donde está la tierra de dos familias que se resisten a vender sus fincas y migrar a la ciudad.
Una de esas familias es la de Eunilver Castaño, un campesino de la vereda La Linda, municipio de Santuario, a escasas dos horas y media de Pereira. Su finca de apenas ocho hectáreas es casi una reserva forestal: solo dos de ellas están usadas para la producción de café de taza de origen; las demás las ha dejado para la protección del bosque seco que se conecta con el Parque Nacional Natural Tatamá.
Sin entender muy bien la relación de su bosque con los acuíferos que hay en su finca, se propuso no tumbar ni un solo árbol para expandir sus cultivos, y vivir solo de las 500 arrobas de café pergamino que saca al año, y del que obtiene 125.000 pesos por una arroba.
“Es que antes mi meta era tumbar esos árboles y sembrar más café. Pero luego, con la llegada de diferentes instituciones entendimos que para sobrevivir en el futuro debíamos cuidar”, dice Castaño.
Mientras hablaba de sostenibilidad y ecoturismo con diferentes técnicos, conoció una sentencia que lo aterró: “El cambio climático es un fenómeno que produce cambios drásticos en las temperaturas y favorece la broca, un insecto diminuto que se devora el café por dentro”, explica Castaño.
Para su control, diferentes instituciones del país recomiendan el uso de insecticidas que son altamente peligrosos por su toxicidad y muy contaminantes, además de generar emisiones de gases de efecto invernadero.
Por mucho tiempo siguió la recomendación de usar insecticidas, hasta que encontró un método más natural para no perder el café y, a la vez, la biodiversidad de su finca.
“Aquí vemos el cambio climático manifestarse con las plagas y con las lluvias, que son cada vez más fuertes. Como no queremos que se acabe el café, combatimos la broca con un hongo que infecta al insecto y lo mata de manera natural. Y para evitar que las lluvias nos peguen muy duro, sembramos malezas para no dejar el suelo descubierto”, cuenta Castaño.
Jaime Alberto Tamayo y su esposa, María Cristina del Río Vargas, pequeños caficultores de la vereda Peralonso, en el municipio de Santuario. Foto:Solidaridad
Algunas de esas soluciones se las aprendió y las sigue cultivando gracias a un conjunto de instituciones nacionales e internacionales que se unieron para promover un modelo de café climáticamente inteligente.
Bajo la dirección de Solidaridad, una organización internacional sin ánimo de lucro, se están formando familias cafeteras en Risaralda y Cauca para que puedan producir un café de mejor calidad, a través de un modelo agroforestal que captura carbono, conserva los bosques, cuida los suelos y reduce la huella hídrica.
“Dentro del programa de Café del Futuro trabajamos con la cadena de café entera: del productor hasta el consumidor, porque les interesa que el café que compran sea de calidad, incluso durante fenómenos como la Niña y el Niño; también les ayudamos a alcanzar sus compromisos para cero emisiones netas de carbono”, explicó Joel Brounen, gerente de país de Solidaridad Network en Colombia.
Por su compromiso ambiental, que no estaba bajo ningún acuerdo de conservación, Castaño y su familia recibieron un bono como pago por sus servicios ambientales.
“Nunca me esperaba que me fueran a dar un incentivo por proteger los bosques. Es lo más correcto, porque todo el tiempo que hemos tenido la finca hemos pagado un impuesto predial por todo, aunque tengo casi toda la finca con árboles. Esa forma es ideal para proteger los bosques en el país”, señaló.
Diferentes familias campesinas de Risaralda están cambiando sus prácticas en el campo para ser más sostenibles en el futuro. Foto:Solidaridad
Siembra de árboles
El cambio climático también está forzando a los caficultores a buscar tierras más altas para sus nuevas plantaciones. A fin de hacer espacio para nuevas siembras, los bosques han sido cortados, el agua se ha vuelto escasa y los suelos se han erosionado.
Justamente, el proyecto de Solidaridad está invitando a diferentes familias campesinas para aumentar la densidad de los arbustos de café sembrados por hectáreas; sembrar árboles de sombra para reducir la erosión del suelo; reducir o eliminar uso de los fertilizantes para reducir las emisiones de efecto invernadero; promover procesos de poscosecha más eficientes para reducir el uso y la contaminación del agua.
Algunas técnicas que ya habían sido adaptadas por algunos campesinos como Jaime Alberto Tamayo y su esposa, María Cristina del Río Vargas, pequeños caficultores de la vereda Peralonso, en el municipio de Santuario.
“Desde que yo istraba fincas sembraba árboles para escaparme del sol, porque cada vez pega más fuerte. Ahora veo que tienen un beneficio mayor. Los árboles mantienen una vegetación que sirve de abono; además, ayudan a darle un poco de sombra al café. Con estas prácticas, tengo la confianza de que de aquí a 15 años seguiré teniendo una buena producción”.
Entre las especies que ha sembrado en su cafetal están el guamo santafereño, machete, guayacán y cedro.
Gracias a la siembra de árboles nativos tanto dentro de los cultivos como en corredores de conservación, al manejo de sombras y al buen uso de los fertilizantes y las aguas residuales de todas las fincas que hacen parte del proyecto redujeron entre 2013 y 2016 la emisión de 27.869 toneladas de CO2 y se logró la captación de 97.818. Así mismo, se evitó que 3.312 hectáreas fueran deforestadas.
El proyecto está financiado por la Iniciativa Internacional sobre Clima y Bosques de Noruega (NICFI) que tiene como objetivo apoyar los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero por deforestación y degradación forestal en países como Colombia (REDD +). "La reducción de tales emisiones podría generar una cuarta parte de la mitigación del cambio climático que el mundo necesita para mantenerse en un camino de calentamiento de dos grados hacia 2030", agregó Brounen.
Tanto Castaño como para Tamayo creen que aún tienen mucho que aprender sobre cambio climático. Pero esperan que las instituciones del Estado pasen ya a la acción.
“Nos han hablado mucho del cambio climático, y aunque aún falta mucho por aprender, hacen falta planes más contundentes del Estado (alcaldías y gobernaciones), porque hablan de cantidades de recursos para invertir para el cambio climático, pero esos recursos no llegan al campesino. Sembrar arbolitos y tomarse la foto no es suficiente”, dice Castaño.