
Contaminación del aire: un asesino anda suelto
Por: TATIANA PARDO IBARRA / Twitter: @Tatipardo2
Seguramente usted es consciente de la problemática pero no alcanza a dimensionar los efectos. Se levanta un día, abre la ventana y una nata espesa envuelve el cielo, tan espesa que ni siquiera le permite ver el paisaje a lo lejos. Sale de su casa, espera el autobús y una nube oscura de humo, proveniente de un viejo tubo de escape, se dirige a usted y lo envuelve todo hasta causarle tos e irritarle los ojos. No solo le queda la incomodidad de haber sido devorado por un monstruo negro, sino una posible afectación a su salud que puede ir desde neumonía, asma y accidentes cerebrovasculares, hasta cáncer de pulmón. En Colombia este problema genera más de 8.000 muertes al año y cerca de 68 millones de síntomas y enfermedades asociadas.
Lo que usted inhala todos los días es una mezcla bastante compleja de partículas líquidas y sólidas, de sustancias orgánicas e inorgánicas que varían de tamaño, forma y composición. Hay algunos gases suspendidos en el aire (como el monóxido de carbono, el dióxido de azufre y el ozono) y otras partículas conocidas técnicamente como PM 10 y PM 2,5, éstas últimas altamente nocivas dado que son cien veces más delgadas que un cabello humano, por lo que pueden penetrar fácilmente el aparato respiratorio e incluso llegar hasta el torrente sanguíneo y la placenta. En el país, aproximadamente un 80 por ciento de la contaminación del aire proviene de fuentes móviles (camiones, volquetas, motos, buses y taxis) y el 20 por ciento restante de fuentes fijas (chimeneas, industrias, quemas, minería).
“La polución del aire es una amenaza para todos nosotros, pero especialmente para los más pobres y marginados (...) es el nuevo tabaco”, advierte Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. Solo en el 2016, de acuerdo con su último informe, la contaminación atmosférica ocasionó la muerte de 543.000 menores de 5 años y otros 52.000 entre 5 y 15 años a causa de infecciones respiratorias agudas.
Entre las grandes urbes (de más de 14 millones de habitantes) que ha analizado la OMS, la peor tajada del pastel se la llevan Nueva Delhi, El Cairo, Dacca, Bombay, Pekín, Shanghái, Estambul, Buenos Aires y Sao Paulo. Pero si vive en Bogotá o Medellín no se salva. Usted está respirando el peor aire de Colombia. De acuerdo con el último informe del Instituto de Hidrología, Metereología y Estudios Ambientales (Ideam), para el material particulado 2,5 las mayores concentraciones están en las estaciones de monitoreo Carvajal – Sevillana y Kennedy, localizadas en el Distrito Capital; y Tráfico Sur, Tráfico Centro, Universidad Nacional Facultad de Minas, Corporación Lasallista (Caldas) y Casa de Justicia (Itagüí), en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá.
En este denso panorama, para Jorge Alexander Bonilla, Ph.D. en Economía de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y director del grupo de Economía Ambiental y Recursos Naturales de la Universidad de los Andes, “lo más difícil para mejorar la calidad del aire de Colombia parecen ser tres cosas: voluntad política, coordinación interinstitucional y aterrizar las políticas nacionales a la esfera local. Está diagnosticado que todos contaminan de alguna manera pero no todos los hacen igual. El principal problema del país tiene nombre propio: se llama diesel y afecta a su salud”.
Según Diana Vargas, subdirectora de estudios ambientales del Ideam, hay un equipo de solo tres personas en el Instituto encargado de revisar los datos que arrojan las 204 estaciones de monitoreo que hay en Colombia –ubicadas en 91 municipios de 22 departamentos–; sin embargo, el problema se asoma desde el principio de la cadena, desde la recolección de la información. De las 166 estaciones fijas que hay, únicamente 87 cumplen con los criterios de, por lo menos, medir la calidad del aire el 75 por ciento de los días del año; el resto de días están dañadas o son atacadas por vándalos o se les roban el computador que recoge la información o se le va la luz a la estación y queda sin funcionar por un tiempo, por lo que no logran dar una estadística concluyente que pueda usarse.
“Son las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) y las Autoridades Ambientales Urbanas las que se encargan del monitoreo, pero por esa misma autonomía no todas tienen las posibilidades económicas para instalar las estaciones. Hay que tener en cuenta los costos de operación, el mantenimiento, los temas logísticos y de seguridad, y la experticia de una persona para revisar los datos todos los días”, dice Vargas, quien calcula que una estación puede estar costando cerca de 500 millones de pesos.
El segundo problema es la cobertura. Hay ciudades y municipios con población superior a 150.000 habitantes que en este momento no cuentan con ningún sistema para monitorear si el aire es tóxico o no. Cúcuta, Buenaventura, Sincelejo, Riohacha, Tuluá, Tunja, Barrancabermeja, Girón, Apartadó y Florencia podrían estar ranqueando los informes del Ideam pero no hay datos para corroborarlo. Los ciudadanos que viven allí no saben lo que entra a sus pulmones. No tienen la información a la mano.
El sector automotor, el gran problema
Al ministro de Ambiente Ricardo Lozano, sin embargo, pareció caerle bien la noticia. Dijo que “es muy positivo, pues la tecnología EURO VI reducirá en un 90 por ciento la cantidad de material particulado que actualmente es emitido al aire de la ciudad”; pero lo curioso es que fue su misma cartera quien a inicios de este año le envió una carta al alcalde Enrique Peñalosa pidiéndole que adquiriera tecnología de cero emisiones para los buses de Transmilenio, “siendo deseable lograr el 100 por ciento de la flota”.
En 1967, cuando se instalaron los primeros cinco equipos para monitorear el aire del país, Colombia tenía 20 millones de habitantes y unos 105.000 vehículos circulando. Hoy ya son un poco más de 45 millones de personas y 13 millones de vehículos, 123 veces más. El país, entonces, tiene un reto global que no solo obedece a las metas nacionales (entre ellas avanzar con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y cumplir con el Acuerdo de París que tiene como objetivo mantener la temperatura del planeta por debajo de los 2 °C) sino asegurar la calidad de vida de las personas con un aire que no mate.
Según explica a EL TIEMPO Mauricio Gaitán, coordinador del Grupo de Gestión Ambiental Urbana del Ministerio de Ambiente, “actualmente se estima que de los 13 millones de vehículos que hay en Colombia, el 5 por ciento son autos pesados diesel, los ‘chimenea’, o sea unos 200.000 autos que tienen más de 20 años y siguen circulando en las calles. Tan solo tenemos 1.000 vehículos (entre carros, motos y buses) eléctricos aunque nuestra meta es tener 600.000 para el 2030”.
Al presidente Iván Duque también le toca ponerle acelerador para cumplir con lo que prometió durante la campaña electoral, más específicamente con su propuesta número 176: mitigar el cambio climático, “promocionar transportes limpios y con energías alternativas”. Para el 2040, le dijo a Colombia en reiteradas oportunidades, “el parque automotor principal estará dominado por carros eléctricos”.
TATIANA PARDO IBARRA
Twitter: @Tatipardo2
[email protected]