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¿Cómo se hacen las negociaciones en la COP16? Así son las maratónicas jornadas para poner de acuerdo a 196 países
¿Dónde hablan los negociadores? ¿Qué protocolos hay? ¿Cuántos negociadores tiene Colombia? Estas son las incidencias de las sesiones en las que se discute el futuro de la naturaleza.
Salón Sierra Nevada de la Zona Azul de COP16. Foto: Daniel López / EL TIEMPO
“¡Tenemos un L!”. Esa frase, cuyo significado es incomprensible para algunos, es una expresión profunda para los negociadores que están representando a cada uno de los 196 países del Convenio de las Partes (COP16). Lograr que se pronuncie, sin embargo, no es tarea fácil, ni mucho menos rápida.
En 14 mesas blancas con por lo menos 24 sillas que atraviesan de lado a lado la Sierra Nevada (pero no la de Santa Marta, sino el gran salón que lleva ese nombre en la Zona Azul de la cumbre) están sentados cientos de negociadores que llegaron a Colombia para intentar lograr consensos respecto a la implementación del Marco Kunming-Montreal, el cual fijó 23 metas en la pasada COP15 para preservar la biodiversidad hasta el 2030.
Encima de las mesas hay micrófonos con unas pantallas pequeñas para que los delegados puedan pedir la palabra o abrir el sonido si desean intervenir. En cada silla están los dispositivos de traducción para escuchar en uno de los seis idiomas oficiales de las Naciones Unidas: árabe, chino, inglés, francés, ruso y español.
A diferencia, por ejemplo, de las sesiones del Congreso de Colombia, quienes hablan lo hacen en un tono muy bajo. Aún usando el micrófono, muchas veces es difícil entender lo que dicen. Gritar no es una estrategia allí. Son verdaderos diplomáticos.
La mayoría tiene su mirada fija en los computadores o en un papel, que generalmente es el que se está discutiendo para enviar a aprobación a la plenaria. Cuando levantan su cabeza es para ver a la mesa directiva, la que lleva la batuta de las negociaciones, o para mirar hacia atrás.
Detrás tienen asesores que están revisando letra por letra, término por término, coma por coma, los detalles de los documentos, los cuales tienen que ver con alguno de los 35 temas que se están debatiendo para llegar a consensos en los tres ejes principales de la COP16: movilización de recursos para financiamiento, recursos genéticos e inclusión de las poblaciones afro.
Si poner de acuerdo a dos personas en un asunto a veces puede ser complicado, que 196 coincidan en asuntos tan técnicos —y cruciales para el futuro de la naturaleza— es un completo desafío titánico.
Y es que esta minuciosa inspección es el corazón de la negociación, pero este puede parar de latir en ciertos momentos cuando los países no están de acuerdo.
Aunque no hay exaltación entre los asistentes, la tensión empieza a tomarse el recinto cuando esto sucede. En el salón Sierra Nevada, a las 4:51 de la tarde del viernes, el presidente que estaba liderando la sesión en la que se estaba discutiendo sobre las especies exóticas invasoras y el suplementario del protocolo Nayoga-Kualali indicó que iba a presentar un documento sin corchetes.
Eso quiere decir, en el marco de las COP, que los documentos están limpios para enviar a aprobación de la plenaria. Cuando, por el contrario, los párrafos están entre corchetes, significa que deben ser discutidos porque hay observaciones de países. Como el texto estaba “limpio”, el presidente aseguró que no debería tomar mucho tiempo la aprobación. Pero no fue así.
Cuando inició a leer los bloques del texto, representantes de la Unión Europea y Brasil presentaron objeciones respecto a la redacción de un párrafo. Once minutos después, Nueva Zelanda manifestó otra “preocupación”.
La UE pidió tiempo para “examinar” el documento, pero el presidente se mostró en desacuerdo con la postura. “Quisiera entregar este documento limpio sin corchetes porque usted dice que lo va a examinar y eso puede tomar mucho tiempo. Ese texto estaba casi limpio”, insistió.
Los representantes europeos manifestaron que no tomaría mucho tiempo su observación y el silencio se tomó la sala. Hacia las 5:14 p. m., es decir, 25 minutos después, llegaron a un consenso y un martillazo en la mesa indicó que el texto estaba listo.
COP16 Foto:Daniel López / EL TIEMPO
En estas sesiones no hay votaciones para cada decisión que se tome. La metodología es sencilla: a medida que se van leyendo los documentos, el encargado de presidir pregunta si hay alguien en desacuerdo. Si ningún país se pronuncia, hay consenso.
Pero eso no sucede siempre en estos grupos de trabajo, como se les conoce de forma oficial. Esta herramienta de negociación se lleva a cabo dos veces al día: de 10 de la mañana a 1 de la tarde y de 3 a 6 de la tarde en los auditorios más grandes del Centro de Eventos Valle del Pacífico.
Ahora bien, si por ejemplo en estos espacios de negociación oficial hay algún asunto que no genere consenso y empiece a impedir el avance del diálogo, se puede convocar a un grupo de o. También existen los espacios denominados “amigos del presidente”, que son donde se reúnen menos personas.
“Los temas más complejos a veces no se pueden discutir con mucha gente en una plenaria. Entonces, lo que optan por hacer los coordinadores de grupos de trabajo es establecer grupos de o. Son espacios específicos para resolver temas de agenda determinados que son muy complejos con el fin de hacer las negociaciones más en profundidad”, explica una de las asesoras más cercanas a la ministra Susana Muhamad en su condición de presidenta de la COP16.
Estos grupos de o se hacen en salones mucho más pequeños, no son transmitidos en ninguna plataforma y solo se puede hablar inglés.
La rutina de un negociador
El despertador de Juan Camilo Pinto, negociador de Colombia para indicadores financieros del marco de monitoreo y el mecanismo financiero, sonó el viernes a las 5 de la mañana. Las horas de sueño por estos días son muy pocas.
Cuando el sol apenas estaba saliendo en Cali, Pinto ya estaba leyendo documentos. Mientras iba haciendo su recorrido de media hora para llegar a la Zona Azul, allí, hacia las ocho de la mañana, se realizó a puerta cerrada la reunión del Bureu, la mesa de la Presidencia.
Dicho espacio se adelanta a diario en el segundo piso de la Zona Azul. Allí no pueden ingresar los negociadores, lo tienen prohibido. Solo lo pueden hacer el vicepresidente y un segundo representante de cada uno de los cinco grupos regionales: Asia, África, América Latina y el Caribe (Grulac), Europa central y del Este, y Europa Oriental.
El país, además de la ministra, tiene una silla allí porque la colombiana María Teresa Becerra, jefe de asuntos internacionales del ministerio de Ambiente, es la vicepresidenta del Grulac.
De izquierda a derecha: secretaria del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), Astrid Schomaker; ministra de Ambiente, Susana Muhamad, e Inger Andersen, directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Foto:Ministerio de Ambiente
Pinto, todos los días, debe estar muy atento de las conclusiones de estas reuniones porque allí es donde se da la línea de los caminos que se deben tomar para facilitar las negociaciones. No todos los negociadores van siempre a los encuentros de los grupos de trabajo porque, literalmente, no caben en un salón. Lo que suelen hacer es escoger a algunos que estén involucrados con algunos de los temas que se discutieron previamente.
En medio de sus días es habitual que tenga que asistir a grupos de o y defender las líneas rojas de Colombia en medio de la negociación. Pinto, quien es colombocanadiense, es experto en ello. Es abogado de Los Andes; tiene una especialización en derecho tributario de la Universidad del Rosario; es máster en derecho comparativo de McGill University, y tiene un Ph.D en economía comportamental y cambio climático de la misma institución.
“Ser negociador es un gran honor. Es representar al país y todo un trabajo que han hecho los institutos técnicos y ministerios. Detrás de un negociador hay miles de personas que están contribuyendo para generar esto. Sentarse al frente y tener la placa de su país es una sensación impresionante por la responsabilidad”, asegura.
Sabe que el lenguaje es de los aspectos más sensibles en este tipo de cumbres, por eso cuida cada palabra que dice cuando habla en nombre de Colombia frente a otros países.
En la agenda de los negociadores también está incluido ir a los eventos paralelos que se realizan en los pabellones de la Zona Azul, los cuales están nombrados con regiones claves para la biodiversidad colombiana, como el Amazonas.
Zona Azul COP16. Foto:Santiago Saldarriaga / El Tiempo
Estos espacios no son sitios oficiales de negociación, sino más bien donde se hacen charlas que les pueden servir para recopilar información sobre las posturas de los países . El viernes, por ejemplo, Pinto asistió a una charla con empresas brasileñas que estaban dialogando sobre la meta 15 del marco Kunming-Montreal, la cual establece implementar medidas istrativas y normativas para que las empresas transnacionales y financieras gestionen de manera transparente los riesgos y efectos sobre la diversidad biológica, incluyendo el suministro de información a los consumidores para promover un consumo sostenible.
Como negociador, todos los detalles, por mínimos que parezcan, importan. Por ejemplo, cuenta que la escarapela con lazo verde oscuro que lo identifica como parte de la delegación de Colombia —compuesta por 70 personas— es de los objetos que más cuida por estos días, porque si la llegara a perder y algún miembro de otro país la toma, podría entrar a una plenaria y hablar en nombre del país.
“El reto es reaccionar rápido, acordarse de las reglas, acordarse del trabajo técnico. Ser negociador no es una cosa con la que se nace, se va aprendiendo. Hay que saber cuándo moverse adelante, cuándo parar, cuándo saber que uno tiene la razón y que la conversación se puede llevar al límite. El desafío es mantener la calma y objetividad y acordarse que lo que hablamos no es nuestra opinión personal, estamos representando al país”, añade.
Oír más que hablar es su filosofía y esa es la técnica que planea seguir aplicando la próxima semana cuando se entren a discutir los temas más álgidos, como lo es la movilización de recursos. Espera que pronto pueda escuchar más veces la frase “¡tenemos un L!”, lo cual indicaría que ya un texto tiene el consenso por parte de los países, puede pasar a la plenaria para su aprobación final y con suerte, convertirse en un acuerdo de la COP16.