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El gran saqueo que amenaza al planeta

La deforestación y la minería ilegal hacen metástasis, atentan contra la Amazonia y nuestras vidas.

La Amazonia es destruida por la minería ilegal, que contamina los ríos con mercurio, cianuro y otras sustancias, y acaba con peces, anfibios, reptiles, mamíferos y aves.

La Amazonia es destruida por la minería ilegal, que contamina los ríos con mercurio, cianuro y otras sustancias, y acaba con peces, anfibios, reptiles, mamíferos y aves. Foto: Antonio Scorza / AFP

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Se estima que la deforestación de la Amazonia es hoy del 19 por ciento y cuando llegue al 20 por ciento comenzará el punto de no retorno y se consumará la mayor tragedia ambiental de nuestra historia.
Sin duda, este es el ecosistema más amenazado por la deforestación, producida por la tala de los árboles para el comercio de madera o la implantación de ganadería, por las obras de infraestructura mal planeadas y por la corrupción y el incumplimiento de las leyes de protección, entre otras razones.
La Amazonia está siendo corroída por la minería ilegal, que deteriora y contamina los ríos con mercurio, cianuro y otras sustancias, lo que va acabando con peces, anfibios, reptiles, mamíferos y aves, además de afectar comunidades del ámbito regional que dependen de ellos para sobrevivir.
La gran riqueza en minerales e hidrocarburos es otra de las amenazas para la Amazonia. El 15 por ciento del bioma amazónico tiene 800 concesiones y contratos mineros para la extracción de petróleo y gas, pero las áreas protegidas no están exentas de esas incursiones y según el Fondo Mundial para la Naturaleza WWF (por su sigla en inglés), unas 6.800 solicitudes están pendientes de aprobación, fundada en Suiza en 1961.
La Amazonia nunca ha estado tan amenazada como hoy. “La expansión de la agricultura, la ganadería, las concesiones mineras y un dramático aumento de hidroeléctricas son solo algunas de las presiones que tienen en riesgo la selva más grande del mundo”, afirma la WWF.

Responsables y efectos

Los 7 millones de kilómetros cuadrados del mayor bosque húmedo del planeta los comparten Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, la Guyana sa y Surinam, pero su conservación debe preocupar a todo el mundo, pues, por su tamaño y exuberante vegetación, la región absorbe la mayor cantidad de CO2 que producimos a nivel global y sus ríos suministran el 15 por ciento de agua dulce de la Tierra.
En la Amazonia existen más de 390.000 millones de árboles, el 10 por ciento de la biodiversidad mundial y viven unos 35 millones de personas, entre ellas 2,6 millones de indígenas, de acuerdo con WWF.
La región es fundamental en el ciclo hidrológico global y contribuye a la estabilidad climática mundial, por lo que su eventual destrucción aceleraría aún más el cambio climático, esa espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas y augura nuestra desaparición.
Si prosigue el saqueo y destrucción de la Amazonia, el equilibrio de la región se modificará irreversiblemente y se perderán servicios ambientales como el mantenimiento del régimen de lluvias del que dependen la agricultura, las actividades pecuarias y la cadena alimenticia regional.
“El bosque amazónico cumple un papel vital en la regulación climática del planeta y el ciclo de evapotranspiración y precipitación, al hacer las veces de enfriador. Si esta función es alterada, los impactos por calentamiento global se exacerbarán y los eventos climáticos extremos irán en aumento”, le precisa a EL TIEMPO una voz de la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS).
Los eventos climáticos extremos se refieren a inundaciones y sequías más frecuentes, a huracanes y tormentas más fuertes, a la escasez de agua dulce, al aumento de enfermedades, como la malaria, y el nivel de los mares en, al menos, 18 a 59 centímetros, entre otras consecuencias.
Lo peor es que, aunque Trump y otros depredadores digan que no existe, el calentamiento global ya comenzó. El planeta se está calentado del Polo Norte al Polo Sur. El hielo se disuelve incluso en los glaciares montañosos, las láminas de hielo que cubren el oeste de la Antártida, y el deshielo se acelera en Groenlandia y en el mar Ártico.
Globalmente, el mercurio ya subió más de un grado Fahrenheit y el calor también está cambiando los patrones de las precipitaciones y desplazando los animales. El número de los pingüinos de Adélie en la Antártida, por ejemplo, ha disminuido de 32.000 parejas reproductoras a 11.000 en 30 años, según National Geografic.
Muchos ambientalistas concuerdan en que la minería ilegal es uno de los peores cánceres que deteriora la Amazonia, que la enfermedad ya hizo metástasis en toda la región y exigirá una quimioterapia reforzada para frenarlo.
La minería ilegal “destruye la selva, contamina ríos y amenaza los pueblos indígenas de seis países amazónicos”, afirma en su portada el primer estudio panamazónico realizado sobre el tema por organizaciones de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
Sin duda, se trata de una alerta roja, pues “sin respetar fronteras, la minería ilegal está presente en toda la Amazonia. Como una epidemia, destruye el bosque contamina ríos y amenaza la supervivencia de cientos de comunidades indígenas”, afirma Beto Ricardo del Instituto Socio Ambiental de Brasil (ISA), el cual forma parte de la Red Amazónica de Información Socioambiental (Raisg), que realizó el estudio panamazónico.
El mapa obtenido sobre la minería ilegal tras esa investigación reúne datos e informaciones sobre seis de los ocho países amazónicos: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, además de ofrecer una visión completísima sobre el impacto de la minería en la región.
El estudio es muy importante porque “esta es la primera vez que los datos sobre minería ilegal de seis países amazónicos se reúnen en una plataforma, ofreciendo una visión panamazónica de la minería ilegal”, dice a EL TIEMPO Natalia Cecilia Hernández, coordinadora de Sistemas de Información Geográfica de la Fundación Gaia Amazonas.
Asimismo, explica que “este confirma la existencia de al menos 2.312 puntos y 245 áreas de extracción no autorizada de minerales como oro, diamante y coltán”, el llamado oro azul, clave en la fabricación de celulares, computadores y la mayoría de dispositivos electrónicos de alta tecnología.
Además de que se identificaron “30 ríos en donde se desarrolla la actividad minera y que sirven como ruta para la entrada de maquinarias e insumos o la salida de los minerales”.
La mayor parte de las reservas de coltán se encuentran en Australia, Brasil y en la República Democrática del Congo, pero Colombia y Venezuela anunciaron que también encontraron yacimientos del mineral en sus territorios en el 2009.
“La incidencia de la minería ilegal en la Amazonia, especialmente en territorios indígenas y áreas naturales protegidas, ha crecido exponencialmente en los últimos años con el aumento del precio del oro.
Al mismo tiempo, esta es una de las presiones sobre el bosque menos investigadas porque el levantamiento de datos y el mapeo de las áreas es bastante arriesgado”, explica Ricardo.
Sin embargo, con la divulgación del inédito mapa sobre la minería ilegal regional también se espera que, en todos los países Amazónicos, se fortalezcan políticas públicas y desarrollen acciones gubernamentales de protección de la Amazonia para frenar y evitar una catástrofe que termine por destruirnos.
El deterioro de la Amazonia repercutirá en la dieta alimenticia de los habitantes de la selva, los extinguirá y convertirá la región en un desierto si no se hace nada contra la minería ilegal.
Voces de oenegés ambientales como la FCDS explican que apoyan, en coordinación con los gobiernos, la implementación de la ‘Estrategia integral de control a la deforestación y gestión de los bosques’ y otras de carácter regional para afrontar el impacto de la minería ilegal. También, la realización de estudios locales y regionales que fortalezcan las comunidades a fin de responder ante los impactos derivados de las actividades ilegales y alternativas que involucren un trabajo conjunto.

En Colombia

En Colombia, la Amazonia cubre casi un tercio del territorio, pero la selva enfrenta amenazas como la deforestación, minería y cacería ilegal, la sobrepesca, la urbanización y la expansión de la frontera agrícola, lo que pone en riesgo la existencia de 674 especies de aves, 158 de anfibios, 195 de reptiles, 212 de mamíferos, 753 de peces y más de 6.300 plantas diferentes, según la WWF.
“La minería aurífera, que predomina en la región amazónica colombiana (también existe la de coltán), usa mercurio en su procesamiento, y la contaminación y mala manipulación de este afectan las comunidades, las cuales entran en o ‘por inhalación, o directo o consumo de alimento’”. También afirma que existen áreas agrícolas contaminadas.
La FCDS denuncia que algunas aguas y playas de nuestra Amazonia están contaminadas “por derrames de aceites, lubricantes, combustibles, residuos de mangueras y procesos de deforestación asociada a zonas concentradas de depósitos de minerales”.
Además, con toda esa destrucción “se evidencian daños sociales como el aumento de la violencia intrafamiliar, prostitución, drogas, alcoholismo, lo que se refleja en procesos de erosión social”.
La minería ilegal causa, igualmente, “gran impacto en el patrimonio arqueológico, lo que implica pérdida de memoria del poblamiento amazónico colombiano. Adicionalmente, hay una fuerte presión de las explotaciones de minería en áreas donde habitan pueblos indígenas en aislamiento voluntario y o inicial (Piavci), lo que incrementa el riesgo de o y la vulneración de sus derechos”, denuncia la entidad.
La multiplicación de esa acción produce lágrimas entre los científicos, estudiosos y defensores de la selva porque “debajo de una sola huella humana pueden existir hasta 1.500 especies diferentes de hongos y microrganismos”, me dijo una vez Herbert Schubart, director del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia en Brasil, país que cuenta con el 65 por ciento del área total.
Ricardo afirma que la solución a todo esto “pasa por la fiscalización y retirada de los mineros ilegales de las tierras indígenas y unidades de conservación, e incluye el desarrollo de alternativas económicas para los pueblos indígenas y demás poblaciones de la región”.
Gloria Helena Rey
Para EL TIEMPO

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