Este jueves se hace público el informe más detallado que hay sobre la relación que existe entre el uso de la tierra y el cambio climático. Algunos de los datos más importantes del documento se filtraron en los días anteriores y dejan ver la gravedad del asunto si no cambiamos la manera en que producimos y consumimos alimentos: “será imposible mantener las temperaturas globales a niveles seguros”, dice el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU.
La tierra produce importantes bienes y servicios en términos económicos, culturales, espirituales, recreativos y de salud, además de cobijar una gran biodiversidad que soporta el bienestar de la humanidad; sin embargo, actualmente solo la agricultura emplea un tercio de todas las tierras de la superficie y tres cuartos del agua dulce del planeta. Con una población que crece rápidamente, y rozará los 10.000 millones de individuos para mediados de siglo, los científicos llaman la atención sobre nuestras dietas.
“El sistema alimentario mundial contribuye con aproximadamente el 25-30 por ciento de las emisiones totales de Gases de Efecto Invernadero (GEI), atribuibles a las prácticas agrícolas, el uso y cambio de la tierra, el transporte, el embalaje, el procesamiento, la venta y el consumo”, señala el informe de más de mil páginas. Las legumbres, frutas y verduras, nueces y semillas, e insectos deberían ocupar la mayor parte de nuestro plato.
Actualmente los humanos explotan el 72 por ciento de la superficie libre de hielo del planeta (cerca de 130 millones de km2) para, especialmente, alimentación (aunque el 30 por ciento de toda la comida se desperdicie), vestimenta y generación de energía. “El cambio climático exacerba la degradación de la tierra a través de aumentos en la intensidad de las lluvias, inundaciones, frecuencia y severidad de la sequía, estrés por calor, viento, aumento del nivel del mar, desertificación y derretimiento del permafrost”, señala el informe.
Pero ya hay soluciones para afrontar los desafíos. El IPCC enumera varias opciones que ya se están empleando y que deben seguirse implementando de manera complementaria: las técnicas que optimizan el uso de la lluvia en las plantaciones, reforestar con vegetación nativa, la agroforestería, la adaptación basada en ecosistemas; y el uso de tecnologías modernas de información y comunicación (usadas, por ejemplo, para monitoreo y alerta temprana).
“Para que la gestión sostenible de la tierra sea exitosa, debe implementarse de manera apropiada a las condiciones biofísicas locales y sociales. La compatibilidad entre las prácticas específicas de gestión de la tierra y las condiciones socioeconómicas, incluida la tenencia de la tierra y el género, es esencial”, asegura.
El conocimiento de los pueblos indígenas
El IPCC destacó los derechos a la tierra de los indígenas y de las comunidades locales como un factor clave para lograr ambas tareas. En respuesta, los líderes indígenas y comunitarios de 42 países, que cubren más de 1.600 millones de hectáreas de tierras manejadas y el 76 por ciento de los bosques tropicales del mundo, emitieron una declaración donde enfatizan el reconocimiento tan esperado del rol que juegan como protectores del bosque. La declaración también señaló que las conclusiones del informe se suman a un creciente cuerpo de evidencia que demuestra que garantizar los derechos sobre la tierra de los pueblos forestales es esencial para los esfuerzos de la adaptación y la mitigación al cambio climático.
“Finalmente, los mejores científicos del mundo reconocen lo que siempre hemos sabido. Nosotros, los pueblos indígenas y las comunidades locales, desempeñamos un papel fundamental en la istración y salvaguarda de las tierras y bosques del mundo. Por primera vez, el informe del IPCC reconoce que fortalecer nuestros derechos es una solución vital para la crisis climática”, se lee en el documento.
Para que la gestión sostenible de la tierra sea exitosa, debe implementarse de manera apropiada a las condiciones biofísicas locales y sociales
Los pueblos indígenas y las comunidades locales se pronunciaron frente al falso dilema de mantener el paisaje intacto para evitar las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Por el contrario, dicen, “allí donde se respetan nuestros derechos, ofrecemos una alternativa a los modelos económicos que requieren soluciones de compromiso entre el medioambiente y el desarrollo. Nuestro conocimiento tradicional y la visión holística de la naturaleza nos permiten alimentar al mundo, proteger nuestros bosques y mantener la biodiversidad global” al mismo tiempo.
«La necesidad de desarrollo y la necesidad de proteger los bosques que combaten el cambio climático a menudo se ven como contradictorias. Pero ofrecemos una visión alternativa», dijo Levi Sucre Romero de la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques (AMPB). «Ponemos a disposición de la humanidad nuestro conocimiento tradicional y la experiencia de cómo convivir con la naturaleza, para satisfacer las necesidades tanto de las personas como del planeta».
La declaración destaca que al menos el 50 por ciento de las tierras del mundo generalmente son manejadas por pueblos tradicionales, pero los gobiernos solo reconocen formalmente su propiedad en un 10 por ciento. Para las mujeres de estas comunidades— que desempeñan un papel cada vez más importante como líderes, gestoras forestales y proveedoras económicas— la situación es peor: los países que reconocen sus derechos colectivos a la tierra son la excepción y no la norma.
“La ciencia es clara”, dice el Dr. Alain Frechette, director de análisis estratégico de la Iniciativa para los Derechos y Recursos (RRI, en inglés). “Si desean evitar la destrucción de nuestros depósitos más preciados de carbono y biodiversidad, los bosques ofrecen la única solución existente, segura, asequible y a gran escala, pero para lograrlo, primero debemos proteger la soberanía y la dignidad de los indígenas y las comunidades locales sobre sus tierras, el conocimiento que poseen y los valores a los que todos debemos adherir”.
La emancipación de las mujeres
Las mujeres figuran entre las principales víctimas del cambio climático, pero también podrían ser la clave para ayudar a limitar sus efectos negativos. “Hay una falta de reconocimiento de los derechos a las tierras de las mujeres, oficial y tradicionalmente”, constata Hindou Oumarou Ibrahim, coordinadora de la Asociación de Mujeres de Pueblos Autóctonos de Chad.
“Los hombres poseen tradicionalmente las tierras y cuando llega la hora de distribuirlas, las dan a los chicos y no a las chicas”, explica a la AFP. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) no dice lo contrario: las mujeres representan más de 40 por ciento de la mano de obra en países en desarrollo, pero “menos del 20 por ciento de los propietarios rurales de este mundo son mujeres”, señala la FAO.
El rol de las mujeres es tratado en varias ocasiones en este documento de 1.200 páginas. En la agricultura, las mujeres se ven confrontadas a otras dificultades: tienen menos posibilidades que un hombre de ser propietarias de tierras o de ganado, de adoptar nuevas tecnologías, de tener a créditos o a otros servicios financieros, o de beneficiarse de capacitaciones. “Si tuvieran el mismo a los recursos productivos que los hombres, ellas podrían aumentar entre un 20 y 30 por ciento el rendimiento de su explotación (...) Aumentos de producción de esta envergadura podrían reducir de 12 -17 por ciento el número de personas que padecen hambre en el mundo”, calcula la FAO.
El informe del IPCC pone de relieve la importancia de dar más poder a las mujeres. “Las mujeres hacen las cosas de forma diferente y se enfrentan a retos específicos. La mayoría de veces, las agricultoras son las que alimentan a las comunidades, mientras que los hombres venden su producción”, agrega Hindou Oumarou Ibrahim. Otra medida eficaz es la formación de cooperativas de mujeres para darles más voz y participación, para que así puedan contribuir a modificar las prácticas agrícolas insostenibles y las costumbres alimentarias, elementos importantes en la lucha contra el calentamiento climático y la degradación de los suelos.
REDACCIÓN MEDIOAMBIENTE
* CON INFORMACIÓN DE AFP Y EFE