El 2 de octubre de 2020, el tamaño del agujero de la capa de ozono retomó dimensiones no detectadas desde 2015 (entonces alcanzó los 25,6 millones de kilómetros cuadrados).
Si bien se venía hablando de su restablecimiento, hace ocho meses tal mejora echó para atrás: los registros del satélite Copernicus Sentinel-5P, de la Agencia Espacial Europea, indicaron que el hoyo tenía una extensión de 25 millones de kilómetros cuadrados.
La explicación la dan las
matemáticas, que han funcionado como aliadas en las mediciones y las
predicciones ambientales desde los tiempos de Galileo Galilei y los de la ley de los gases de Robert Boyle, de 1662. Y que hoy son fichas claves no solo para la capa de ozono, sino en la lucha medioambiental del momento: el
calentamiento global.
Según los cálculos de los expertos en disciplinas como la ingeniería aeroespacial, la geología, la climatología, etc., la capa de ozono volverá a su estado original hacia 2050.
“La capa de ozono se recupera, pero este hecho no tiene ninguna influencia sobre el calentamiento global”, asegura el licenciado en química e investigador Xavier Giménez Font en su libro Matemáticas y cambio climático. Cuidar el planeta con cálculo superior, que hace parte de una de las colecciones de matemáticas más importantes de Europa: Grandes Ideas de las Matemáticas.
“El calentamiento global está causado por la acumulación en la atmósfera de los denominados gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono (CO2) y también metano (CH4). El dióxido de carbono es emitido por las erupciones volcánicas, pero también, de forma muy importante, por la actividad humana (...). La capa de ozono retiene la radiación ultravioleta, facilitando la existencia de los seres vivos. El agujero en esta capa, entonces, deja pasar mayor cantidad de esta radiación”, agrega el doctor en química física y divulgador científico español.
Finanzas ambientales
Mientras que desde 1945, con el estallido de la bomba Little Boy, la contaminación radioactiva centró el debate en las políticas ambientales universales, los devastadores efectos de los combustibles fósiles se roban hoy la atención no solo de los gobiernos y las organizaciones activistas, sino también del sector financiero.
Según cifras descritas por Giménez, la quema de combustibles fósiles “provoca que la cantidad de CO2 en la atmósfera se incremente, de forma aproximada, a un ritmo de unas 2 p. p. m. al año. Los datos más recientes muestran que la cantidad de CO2 en la atmósfera es ya de 400 p. p. p., es decir, el 0,04 por ciento de la composición de esta”.
Por ello, el carbono es un mercado en consolidación y una variable que afecta las decisiones de inversión.
Hace un par de años, en su análisis de Macrotendencias Globales 2021, la agencia líder en el pronóstico y análisis de tendencias del mercado WGSN planteó que los mercados valorarían y cuantificarían monetariamente los riesgos sociales y medioambientales.
“La pandemia lo ha acelerado. Los accionistas e inversionistas examinan los problemas sociales y medioambientales de la responsabilidad social corporativa cuando evalúan el valor de la marca. Entender toda la cadena de suministro, desde los materiales hasta las prácticas laborales, como un trabajo colaborativo será el método para mejorar el valor de la marca y atraer financiamiento preferencial para sufragar los cambios necesarios para alcanzar nuevas metas”, asegura Saúl López, maestro en istración global para la moda del Fashion Institute of Technology (FIT) y especialista de WGSN.
De ahí que en Colombia, la empresa privada le ha inyectado gran parte de su músculo financiero a la transformación verde de su fuerza laboral.
“Ese cambio cultural nos ha llevado a ver la utilidad no solo en dinero, sino también en la parte social y en la ambiental. Y por eso vemos empresas como Argos, Nutresa, etc., que entran en esta movida para que los clientes, empleados y sus prestadores de dinero los vean como una mejor compañía. Las entidades financieras no solo miran la matemática financiera de una empresa, sino también la matemática responsable”, asegura Sergio Isaza Bonnet, gerente general de la empresa Gestión de Riesgos Sostenibles.
Si bien es un modelo exitoso, sobre todo en los países desarrollados que integran la Unión Europea, a este lado del Atlántico no existe un mercado de carbono consolidado. Pero ¿qué es este mercado? Según el Ministerio del Medio Ambiente, “es uno de los mecanismos que se han definido para la reducción de los gases de efecto invernadero (GEI). En este mercado, la ‘moneda’ de canje es el CO2 equivalente, ya que es el GEI más abundante en la atmósfera y facilita los procesos de conteo. Mercado de carbono se refiere a la compra y venta de créditos que representan la captura o emisión evitada de una tonelada métrica (t) de dióxido de carbono equivalente (tCO2e)”.
Las entidades financieras no solo miran la matemática financiera de una empresa, sino también la matemática responsable
Según Isaza, “es un mercado en donde dices: ‘Soy una compañía que quemo minerales fósiles y derivados del petróleo para generar energía y tengo un tope para contaminar; por ejemplo, 10. Hice una inversión para una tecnología que me permite cumplir mi función de una manera menos contaminante y bajo ese tope de 10 a 5, pero sigo con ese cupo de 5 y puedo salir a venderlo al mercado internacional’ ”.
En Colombia no existe un mercado de carbono regulado sino voluntario, que se estructura bajo mecanismos de certificación que garantizan que el proyecto realmente está disminuyendo emisiones.
“Esto implica la presencia de agencias certificadoras que analizan los productos entregados por los operadores del proyecto, los cuales pueden ser ONG, privados o la misma comunidad. Cuando la certificadora aprueba el proyecto mediante la emisión de bonos de carbono, estos pueden ser comercializados en mercados internacionales a los cuales tienen los compradores que están interesados en la disminución de sus emisiones. Una vez realizada la transacción de carbono, el comprador habrá disminuido sus emisiones”, agrega Minambiente en su portal web.
‘Green washing’
Sin embargo, es importante saber en qué manos se ponen las emisiones y no caer en las redes de vaqueros de carbono. “Son aquellos países o empresas que se dedican a hacer lavado verde, o green washing, al ofrecer compensación de carbono mediante reforestación, agricultura sostenible, solución de movilidad sostenible o transición energética (en el caso de energías renovables), pero en realidad no los hay. Son oportunistas que aprovechan estos mercados de carbono para venderse como verdes”, enfatiza el gerente general de Gestión de Riesgos Sostenibles.
También señala que es una problemática que se sale de control, aun en los mismos países europeos que cuentan con un mercado regulado, debido al gran interés que suscitan la matemática financiera verde.
“Los fondos de inversión han recaudado una gran cantidad de dinero en Latinoamérica y en Colombia, ofreciendo portafolios verdes que generan mayor rentabilidad versus los portafolios llamados ‘negros’ (un nombre no tan políticamente correcto)”, añade Isaza.
“Y por eso ser sostenibles es buen negocio; puede que cueste más que lo que costaba hacer las cosas como se venían haciendo, pero si convences a tu junta directiva para invertir un billete grueso en temas de sostenibilidad, el día de mañana podrán vender en un mercado de carbono (real y no de vaqueros), y esta es la manera como las empresas van a ayudar al ambiente, y las matemáticas, al sector financiero”, concluye.
Cinco eco ideas para echarles números
Árboles artificiales
En 2015, la empresa alemana Green City Solutions creó City Tree, un muro verde que purifica el aire por la acción de una especie de musgo. Y en 2019, la mexicana Biomitech estrenó el primer árbol artificial que cumple la misma función, pero lo hace a través de microalgas. El costo aproximado de cada árbol es de unos 50.000 dólares, y es como tener 368 árboles limpiando el ambiente.
Recargas verdes
Los metros de Tokio y Roma fueron pioneros en el reciclaje de botellas de plástico como medios de pago de sus boletos de viaje. Recientemente, Medellín, Estambul y China se unieron a la movida; en la capital paisa se necesitan unas 55 botellas para completar el costo de un viaje.
Criptomoneda ecológica
Ecoins es una moneda virtual regional que se otorga a cambio de material valorizable que se entrega limpio, seco y clasificado a los recicladores o puntos de recolección de la ciudad. Los ecoins se van acumulando en una cuenta personal y pueden ser canjeados por descuentos y promociones en productos y servicios de empresas aliadas.
Banca de reciclaje
Bancalimentos, la iniciativa de la boyacense Olga Bocarejo, funciona como un banco en donde las personas menos favorecidas y de áreas rurales pueden consignar sus residuos aprovechables, que posteriormente podrán ser canjeados por productos alimenticios y de aseo, medicamentos esenciales o productos agropecuarios.
‘Apps’ de medición
Rastrear las decisiones de compra y medir la huella de carbono diaria y personal es el beneficio de aplicaciones como EcoHero, que busca crear consumidores más conscientes. Sin embargo, algunas herramientas digitales han pasado de la medición a la solución como Ecosia, un motor de búsqueda que por cada pesquisa realizada plantará un árbol, con lo que se reducirá un kilo de CO2. Hasta el momento, van más de 127 millones de árboles sembrados.
PILAR BOLÍVAR
Para EL TIEMPO
Grandes Ideas de la Matemáticas circulará semanalmente con EL TIEMPO todos los miércoles a partir del próximo 21 de julio. El primer libro tendrá una oferta de lanzamiento por solo $ 5.900 y lleva por título ‘Más allá de la razón áurea. Las constantes matemáticas’, y del segundo libro en adelante el precio es de $ 24.900. La colección también estará disponible en la tienda virtual tienda.eltiempo.com/matemáticas