
Páramo de Santurbán: sin delimitación y entre tensiones por la minería
Santurbán: cuando el oro
y el agua se juntan
Santurbán: cuando el oro y el agua se juntan
Sebastián Rojas fue elegido en 2021 como embajador del páramo de Santurbán dentro del proyecto Jóvenes por los Páramos de Bavaria.
EL TIEMPO | Sergio Acero

Alejandra López
Enviada especial
de EL TIEMPO
Ubicado entre Santander y Norte de Santander, este ecosistema es uno de los más emblemáticos en la lucha por la protección de los recursos naturales. Su delimitación continúa en vilo, en medio de tensiones entre actores que debaten cuál debe ser la fórmula para preservar los páramos y la tradición de las comunidades.
La minería es una actividad que ha marcado la historia de Santurbán. No solo la moderna. Desde el parque central de Vetas, uno de los 28 municipios en los que tiene presencia este ecosistema, se puede ver en los cerros que lo rodean una mancha en medio de la vegetación verde. “Esas marcas que se ven de erosión son las huellas que dejaron los indígenas hace 467 años, porque ellos hicieron minería a cielo abierto”, asegura Hernán Bautista, alcalde de esta población.
Hoy, esta continúa siendo la principal actividad económica del municipio, aunque a diferencia de sus antepasados ahora se hace bajo tierra. Ubicado a 3.350 metros de altura, el 90 por ciento de los habitantes de este pequeño y frío pueblo viven de la extracción del oro a pequeña escala, mientras que el 10 por ciento restante lo hace de actividades relacionadas indirectamente con la minería, como el comercio. Un lugar en el que todos tienen en su familia herencia minera.
“Somos ambientalistas de corazón, pero mineros por tradición”, así lo resume Sebastián Rojas, un joven 19 años que en el 2021 fue elegido como embajador del páramo de Santurbán dentro del proyecto Jóvenes por los Páramos de Bavaria. Un reconocimiento a su liderazgo en el cuidado de este ecosistema natural, que suele recorrer los fines de semana cuando acompaña a los turistas interesados en conocer los paisajes de la alta montaña. Una actividad que él también alterna con la minería, la principal fuente de ingresos con los que apoya a su familia.
Para cualquiera de sus dos roles, la jornada de Sebastián empieza temprano. Su mamá le prepara el desayuno mientras él se arregla. Si va a trabajar en la mina —en una de las empresas extractivas legalmente constituidas en Vetas— no habrá diferencias visibles al salir de su casa, pero al llegar a su lugar de trabajo recibirá herramientas, equipo de protección y una linterna, fundamental para tener visibilidad en esos pequeños socavones que se abren en la montaña de tanto en tanto y que pueden pasar desapercibidos para el ojo desprevenido.
Allí pasa horas golpeando paredes de piedra en busca de oro. Una ardua tarea porque, pese a lo que uno se podría imaginar, de las rocas no brotan precisamente lingotes, ni siquiera grandes pedazos del mineral: la mayoría de las veces es solo un fino polvo brillante que hay que pescar en medio de la roca triturada, para formar en un arduo proceso pequeñas bolitas cuyo principal destino será la exportación.
Lo que desde una mirada externa puede parecer paradójico —defender a la vez la conservación del páramo de Santurbán y vivir de la minería—, para los habitantes de Vetas es claro: “Si Dios nos pone el oro y el agua a la vez, y toda la vida hemos explotado el oro, no podemos de la noche a la mañana decidir sacar a la gente para que se dedique a otra cosa”, piensa el alcalde Bautista. Y no es que no lo hayan intentado.
“Vetas fue agricultor hace unos 40 años. Se sembraba papa, trigo, lo poquito que se da en páramo, hoy usted ve las marcas en la capa vegetal de lo que rodea al municipio”, dice Bautista. Y es que, así como la historia de Santurbán no se limita a este pueblo, tampoco lo hace a la pequeña minería. De acuerdo con el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, en las zonas pobladas presentes en las 98.994 hectáreas identificadas geográficamente como parte del complejo de páramos de las jurisdicciones Santurbán-Berlín existen diversas realidades que deben ser tenidas en cuenta para llegar a consensos sobre la conservación de este bioma.
Una mezcla en la que también confluyen la producción agropecuaria a pequeña y mediana escala, la agricultura comercial de productos como papa y cebolla (el municipio de Tona aporta alrededor del 90 por ciento de ese alimento en rama en el departamento de Santander), los conflictos generados por los proyectos de minería a gran escala que se han intentado desarrollar principalmente en municipios como California, e incluso los movimientos sociales que se levantan desde las ciudades para reclamar el cuidado del ecosistema.
LA DEFENSA DEL AGUA
Y es que las decisiones que se toman sobre el páramo no solo preocupan a quienes lo habitan. Como Sebastián les cuenta a los turistas que acompaña a caminar entre frailejones e impresionantes lagunas: este ecosistema beneficia directa o indirectamente a unas 2’5 millones de personas con las fuentes de agua que allí se originan. Surte a cerca de un millón de habitantes del área metropolitana de Bucaramanga y provee el 30 por ciento del agua con la que se abastece Cúcuta.
Con un recurso tan preciado en juego, cuando entre 2009 y 2010 se empezaron a considerar los proyectos de megaminería a cielo abierto de la multinacional canadiense Greystar (ahora Eco Oro) en la región, las ciudades se convirtieron en un escenario en el que la sociedad civil también comenzó a identificar intereses en esos entornos rurales. En ese contexto surgió el Comité para la Defensa del Agua y el páramo de Santurbán, una plataforma cívica que defiende la estrella hídrica que surge en este ecosistema.
Habitantes de Vetas (Santander), uno de los municipios que albergan al páramo de Santurbán, narran las complejidades que ha implicado el proceso de delimitación de este ecosistema para la protección de sus recursos naturales, entre los que se destaca el agua de ríos que alimentan a ciudades como Bucaramanga.
“Llevamos trabajando más de once años en el comité y el mayor logro es que a la fecha no hay ningún proyecto de megaminería en el páramo”, asegura el abogado Hernán Morantes, uno de los de esta organización, quien además señala que gracias a este movimiento social se motivó una discusión nacional e internacional sobre la protección de los páramos que antes no se había considerado. Pero, apunta a que aún hoy este bioma no se encuentra protegido en su totalidad.
De acuerdo con Morantes, a nivel legal el complejo de páramos de las jurisdicciones Santurbán-Berlín están cobijados, por ejemplo, por la ley 99 del 93, que señala que estos ecosistemas son de especial importancia ecológica para su protección; también por la sentencia C035, que prohíbe la minería en páramos; la T 361 del 2017, que establece estándares de protección para las delimitaciones; la llamada ley de páramos (1930 del 2018); además de la determinación de unas 13.000 hectáreas de Santurbán como Parque Regional Natural en 2013.
Sin embargo, para los del comité la movilización social es lo que ha sido fundamental para evitar que iniciativas como la que pretendía desarrollar Eco Oro en la mina de Angostura, o más recientemente el Proyecto Soto Norte liderado por Minesa (Fondo Mubadala), consiguieran avanzar. A esta última compañía multinacional, en enero de 2021, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) le ratificó su decisión de archivar la solicitud de licencia ambiental.
Un proceso que para los del comité sigue activo, pues el hecho de no haber negado definitivamente el permiso para el desarrollo de la iniciativa extractiva dejó la puerta abierta para que la empresa —que en 2022 vendió parte del proyecto aurífero a la compañía de origen canadiense Aris Gold— pueda realizar nuevos intentos para tramitar la licencia, respondiendo a los reparos expresados por la autoridad ambiental.
Pese a esta posibilidad, tras su llegada a la presidencia Gustavo Petro ha sido enfático en su oposición al desarrollo de minería a gran escala en Santurbán. A comienzos del año, durante una intervención realizada por el mandatario desde el municipio de Málaga, Santander, aseguró que no habrá actividad de extracción minera por parte de la multinacional árabe en este territorio.
DELIMITAR EL PÁRAMO
Aunque los proyectos extractivos no empezaron en forma en esta región, sí dejaron sus marcas. En los túneles abiertos por Eco Oro en la etapa de exploración todavía no se ha hecho el plan de cierre y se han convertido en puntos vulnerables para la minería ilegal, en la que se emplea sin control mercurio para la explotación del oro, con efectos directos en la cuenca del río Suratá, que nace en los municipios mineros de Santurbán y que surte el acueducto metropolitano de Bucaramanga.
En 2017, el Acueducto Metropolitano de Bucaramanga (AMB) detectó por primera vez en 20 años un evento que superó el valor máximo de mercurio permitido (2 microgramos por litro). En 2022 registró otros tres, con valores de 55, 100 y 163 microgramos por litro. Sin embargo, según el AMB, a pensar de estos valores se tomaron las medidas necesarias —como suspender la captación de agua del río Suratá— para que en ningún momento se le entregara a los habitantes agua que no fuera apta para el consumo.
Incluso, la Procuraduría General de la Nación, que instaló en la región una mesa nacional para el control del mercurio para instar a las autoridades locales a tomar medidas de control, ha señalado que la cuenca del río Suratá tiene afectaciones grandes por los altos contenidos de mercurio que se derivan del beneficio que se está haciendo del oro en las partes altas. Situación que también ha sido denunciada por organizaciones sociales y por la comunidad preocupada por la calidad del agua.
Pero, si está claro que en los páramos no puede desarrollarse minería, ¿por qué Minesa y otras multinacionales lo siguen intentando? El argumento que esgrimen se basa en la delimitación que se realizó en el 2014 del páramo de Santurbán, avalada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y el Instituto Humboldt.
“El páramo se encuentra en una cota en torno a los 3.100 metros sobre el nivel del mar (m. s. n. m.), el punto más cercano al proyecto de Soto Norte tiene una altitud máxima de 2.640 m. s. n. m. y la planta de procesamiento está ubicada a 2.200 m. s. n. m.; es decir que el proyecto se propone a 460 m. s. n. m. por debajo del límite actual del páramo”, explicó Minesa en un comunicado del 2020.
Este proceso con el que se ha pretendido trazar las fronteras de este ecosistema no ha estado libre de tropiezos y reparos por parte tanto de las comunidades que habitan en la ciudad como por aquellas que viven en el páramo. Por ejemplo, para los pobladores de Vetas, en el 2014 este pueblo se convirtió en uno que al parecer debía borrarse del mapa.
Así recibió esta población las determinaciones de la Resolución 2090 con la que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible determinó la delimitación de este ecosistema para su protección y restauración. “La delimitación cobijó al municipio. Nosotros exigíamos que salváramos la pequeña minería y el casco urbano y que no quedáramos en el páramo, porque desaparecíamos”, recuerda el alcalde Bautista.
La delimitación cobijó al municipio. Nosotros exigíamos que salváramos la pequeña minería y el casco urbano y que no quedáramos en el páramo, porque desaparecíamos
Entre los del Comité Santurbán la determinación tampoco cayó bien, no solo porque dejaba por fuera parte del área considerada en los títulos mineros de Grey Star y Minesa, sino porque consideran que la decisión de delimitar un ecosistema no puede hacerse solo mediante un acto istrativo, sino que debe contar con el respaldo de estudios hidrológicos e hidrogeológicos que permitan disponer de la información necesaria para proteger la función de regulación hídrica que cumple este bioma de alta montaña.
Por eso, desde esta organización decidieron interponer una tutela en contra de Minambiente, en la que, entre otros argumentos, expusieron que para delimitar el páramo de Santurbán no se contó con la participación de las comunidades. Hecho que derivó en que en 2017 la Corte Constitucional emitiera la Sentencia T-361 en la que se le ordenó al ministerio realizar de nuevo todo el proceso, abriendo espacios de diálogo.
Casi siete años después, estos trámites aún continúan en la fase de concertación y solo se ha llegado a acuerdos con dos municipios: Matanza y Vetas, donde se convino continuar con la pequeña minería de manera transitoria. Algo que también ven con recelo desde el comité, por considerar que debe revisarse a fondo si estas actividades están o no afectando fuentes de agua.
Por lo pronto, pese a lo prolongado del proceso, el Gobierno dice estar centrado en no cometer los mismos errores de la delimitación pasada. Según le dijo a EL TIEMPO la ministra de Ambiente, Susana Muhammad, lo que se está buscando es resolver de fondo los conflictos socioambientales y no imponer una delimitación que cree más problemas hacia el futuro.
“Nuestro propósito es el ordenamiento territorial del páramo alrededor del agua. Estamos en un trabajo de concertación con el comité del páramo de Santurbán, con los mineros de California y Vetas y con los campesinos de Norte de Santander y lo que estamos buscando es llegar a acuerdos de transición para una gobernanza del agua”, aseguró la jefe de la cartera ambiental.
Esto incluye desde acuerdos para lograr una formalización minera controlada, procesos judiciales contra Eco Oro por los socavones abandonados, hasta un trabajo para generar una coordinación conjunta de gobernanza que incluya a las comunidades de alta montaña y a quienes reciben el agua en las ciudades porque, como detalla Muhammad, los campesinos se han sentido estigmatizados y criminalizados.
Para la jefe de la cartera ambiental es claro que garantizar la función ecológica del páramo es un trabajo que incluye tanto a quienes en los centros urbanos se benefician del agua que nace en el páramo, como a la población que vive en lo alto de la montaña -como a Sebastián y los habitantes de pueblos como Vetas- que también son conscientes del valor de este ecosistema. “Sabemos que tenemos una fuente hídrica, un territorio muy valioso, por encima del oro”, sentencia el embajador del páramo.
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