“Decisiones (ave María),/Cada día (sí, señor)./Alguien pierde, alguien gana (ave María)./Decisiones, todo cuesta./Salgan y hagan sus apuestas,/¡ciudadanía!”.
¿Les suena esta canción de Rubén Blades, que habla de las decisiones de la vida? Como bien dice él, las tomamos “cada día”, pero pocos somos conscientes de que en realidad las tomamos cada minuto de cada día.
Cuando pensamos en decisiones, naturalmente nuestra mente dirige su atención a las que, consideramos, son las más trascendentales, esas que pueden dar un revolcón completo a nuestras vidas. Sin embargo, desde que abrimos los ojos en la mañana estamos tomando decisiones que definen no solo nuestro día, sino nuestra vida entera.
Empezando por aquella en la que decidimos despertarnos. ¿Será temprano para hacer algo de ejercicio, tal vez meditar y luego acompañar a nuestros hijos a desayunar, o nos levantaremos tarde y tendremos que salir de casa corriendo con la permanente sensación de que algo se nos quedó? A la hora del desayuno, ¿comeremos alimentos nutritivos o nos llenaremos de calorías vacías y poco saludables? Y al despedirnos de nuestros seres queridos, ¿les desearemos un feliz día y les diremos que los amamos o, por el contrario, les recordaremos todo lo que hicieron mal el día anterior?
si recibimos un chat insinuante de una persona que no es nuestra pareja, ¿lo contestaremos sabiendo que está mal o lo ignoraremos?
Al comenzar la jornada laboral, ¿renegaremos por todo lo que nos toca hacer o agradeceremos el hecho de tener un empleo? Si recibimos un chat insinuante de una persona que no es nuestra pareja, ¿lo contestaremos sabiendo que está mal o lo ignoraremos?
Si sentimos un dolor anormal en el cuerpo, ¿iremos al médico o lo ignoraremos hasta que empeore? Si tenemos una tarea pendiente que nos acercará a nuestros sueños, ¿la haremos de inmediato o la pospondremos? Si debemos decidir entre manejar con tragos o soltar las llaves, ¿por cuál nos iremos? Si podemos decir la verdad, así sea difícil, ¿la confesaremos o mejor inventaremos otra mentira para cubrir la anterior?
Nos da cierto alivio pensar que la vida es ajena a nuestras decisiones y está por fuera de nuestro control; de esa manera intentamos evadir la responsabilidad que conllevan los resultados. Pero, en la medida en que entendamos que con cada decisión, por pequeña e insignificante que parezca, estamos moldeando nuestra existencia, veremos la necesidad de estar muy presentes y conscientes en cada paso que damos, cada palabra que decimos y, sí... en cada decisión que tomamos.
ALEXANDRA PUMAREJO