No nos digamos mentiras, la mayoría le tenemos pánico a hablar de la muerte, incluso a mencionarla, porque pensamos que quizá la atraemos de manera precipitada. Sinceramente pienso que la muerte, aun cuando inmensamente triste y dolorosa para los seres queridos, es un recordatorio permanente sobre cómo debemos vivir. El hecho intransigente de que no somos eternos nos debe recordar a diario que debemos saborear cada día como si fuera el último, porque en realidad lo podría ser.
En un momento en el que el país parece estar desmoronándose porque estamos tan llenos de odio, agresión y desolación, quiero invitarlos a leer el libro de la enfermera paliativa australiana Bronnie Ware, Las cinco cosas de las que te arrepentirás antes de morir. En este libro, como se podrán imaginar, ella recuenta los cinco remordimientos más comunes y repetitivos entre sus pacientes, después de muchos años de recopilar información. Ella afirma que, en su experiencia, cuando ya vemos la muerte tan inminente somos más capaces de ver nuestra vida con lucidez y honestidad.
Los cinco lamentos que ella enumera son:
1. Ojalá hubiese tenido el coraje para vivir una vida más auténtica por mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí.
2. Ojalá no hubiese trabajado tanto.
3. Me hubiera gustado tener el coraje para expresar mis sentimientos.
4. Lamento no haberme mantenido en o con mis amigos.
5. Desearía haberme permitido ser más feliz.
Las personas, cuando están afrontando el final de sus días, no están pensando en el negocio que hubieran hecho más favorable, ni cuánto dinero hubieran ganado. Tampoco están contemplando a cuántas personas convencieron de su punto de vista durante las elecciones presidenciales.
Los cuestionamientos no son de cómo los demás los percibían ni cómo los van a recordar. La mayoría hace una reflexión sincera de cómo se permitieron ellos mismos disfrutar los días que tuvieron en esta tierra. La mayoría se dieron cuenta de que la felicidad estaba en sus manos y que nunca dependió de nadie distinto a ellos mismos. Solo al final pudieron hacer conciencia de que estuvieron aferrados a la aprobación de terceros, en vez de ser consecuentes y coherentes con su propia verdad.
Creo que le ponemos más tiza a esta vida de lo que realmente es necesario. Vivir una vida bien vivida no tiene nada que ver con lo que pasa por fuera de nosotros y tiene todo que ver con lo que sucede por dentro de nosotros.
ALEXANDRA PUMAREJO