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Juzgar el cuerpo, una forma de violencia contra las mujeres

'Fat talk' y 'body snarking': así se conoce la tendencia a hacer comentarios sobre la figura.

En la última década han aumentado las consultas de mujeres, hombres y niños con problemas nutricionales.

En la última década han aumentado las consultas de mujeres, hombres y niños con problemas nutricionales. Foto: iStock

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Hasta hace poco, decirle a una mujer “¡cómo estás de delgada!” era el mejor cumplido. Y no importaba si la piel estaba ajada o si el pelo escaseaba por la falta de nutrientes; lo importante era estar flaca. Por ende, recibir cada Navidad a la tía con el típico “¡cómo estás de repuestica!” era una ofensa y el disparador del automatoneo: “Soy una cerda”, “Estoy gordísima”, “Soy un desastre”.
El monólogo de reproches personales era silencioso y doloroso, y aun así recibir y hacer comentarios no solicitados sobre el cuerpo no era percibido más que como un ejercicio de ‘criticadera’, todo un deporte nacional.
Hoy, centrarse en hablar del cuerpo y en puntuar el de los demás se conoce como fat talk y body snarking, respectivamente, y son actitudes insanas, violentas y dignas de la hoguera feminista.
Precisamente en su libro Fat Talk: A Feminist Perspective, la psicóloga clínica estadounidense Denise Martz los plantea como los enemigos modernos de las mujeres. “El fat talk es un diálogo crítico sobre la apariencia física de uno, lo que para las feministas es una forma en la que, involuntariamente, las mujeres se han convertido en sus propias enemigas”.
Por su parte, el body snarking (o body shaming) se da cuando las personas critican el cuerpo de otras mujeres, “que para las feministas representa la agresión contemporánea contra las mujeres y ha contribuido a nuestra incapacidad para elegir políticas que representen el activismo feminista”, escribe la profesora del Departamento de Psicología de la Universidad Estatal de los Apalaches (Carolina del Norte), quien ha dedicado los últimos 12 años de su carrera a investigar el vínculo entre estas dos “fuerzas tóxicas” con el sexismo, la misoginia, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y las respuestas feministas para acabar con el fat talk y el body snarking.

Nadie se escapa

“Lo queramos o no, siempre estamos comparando el cuerpo de una con el de la otra, al punto de sentirnos mal con nosotras mismas (...). El fat talk se lo he oído a mi hermana y a influenciadores como Kika Nieto –quien hace poco organizó un debate al respecto–, y caemos en él porque lo tenemos tan interiorizado que no nos damos cuenta; me siento culpable porque todo el tiempo pregunto: ‘¿Me veo gorda con esto?’, ‘¿esta minifalda me hace ver gorda?’ ”, dijo la modelo Laura Tobón en un video de Instagram realizado con Ana Patricia Salgado, médica de la Universidad de la Sabana, máster en dietética y nutrición humana de la Universidad Autónoma de Barcelona y especialista en tratamiento de los desórdenes alimentarios, para conmemorar el día internacional de las acciones contra los trastornos de la conducta alimentaria, el 2 de junio.
Aunque suene halagador, no siempre un “¡cómo has adelgazado!” lo es. “A veces creemos que hacemos un bien, pero realmente hacemos un mal al estigmatizar el cuerpo ideal, al puntuar y señalar el cuerpo de los demás. Llegar a una reunión y creer que elogiamos a una amiga cuando le decimos ‘¡cómo estás de divina, te has adelgazado!’. O a manera de chiste (porque está tan interiorizado que no sabemos que hace daño) decir: ‘Cometamos el pecadito y comamos un pan’, entramos a estigmatizar un alimento”, explica Salgado.
El fenómeno no es nuevo, pero sí está en la palestra digital gracias a las acciones colectivas desatadas por movimientos como el body positive, al incremento de búsquedas en redes sociales de ‘posteos’ y tableros antigordófobos (según Pinterest, sus s buscan frases inspiradoras para ser menos críticos y valorarse más, con búsquedas como “citas célebres para quererse a uno mismo”, que se multiplicó por siete, o “citas de autoaceptación”, con un 80 por ciento más de incidencia que en 2020), a la mayor adhesión de las nuevas generaciones al debate y la lucha contra la segregación social y, sobre todo, a la sobrevaloración dada al cuerpo y a la industria alimentaria.
Así lo ratifica la médica psiquiatra especialista en terapia familiar sistémica y trastornos de la conducta alimentaria Jimena Mayorga: “Les hemos asignado al cuerpo y a la cultura fit un rol de estatus; como cuando hablamos de nuestros viajes al exterior que nos dan un estatus, pasa igual con el cuerpo. Si hablamos de la manera como nos alimentamos, cuánto nos ejercitamos o si estamos marcados o no, eso nos da estatus.
Y como las sociedades humanas siempre han estado sesgadas por esos intereses de estratificarse, el cuerpo es una herramienta para ponerse en otra posición social; ello se aplica sobre todo en las redes sociales que venden una imagen que, en teoría, cumpla las expectativas sociales o el ideal de personas de éxito (delgadas y atléticas), y esa combinación es perfecta”.

Cómo capotear el ‘fat talk’

Si bien los movimientos de normalización corporal, cuerpo positivo y funcional han avanzado en la sociedad, aún queda una larga trayectoria. “Blindarse de los comentarios negativos sobre el cuerpo es muy difícil. Además, entrar en discusiones eternas y luchas imposibles de convencer al otro en estos tiempos de radicalismo permanente es desgastante, y creo que lo mejor forma es poner límites, evitar la conversación, cambiar el tema o decirle al otro que esos temas le afectan”, sugiere Mayorga.
Otro recurso útil lo diseñó el Body Image Program (BIP), un programa especializado en la prevención de los trastornos de la conducta alimentaria –del cual hace parte la doctora Salgado como especialista certificada– y que mediante un sencillo juego entrena a las personas que son víctimas del fat talk, para responder de la mejor manera:
1.Evada el tema. Si una persona comienza a hablar de dietas o del cuerpo de alguien más, cambie el tema por completo. El clima, la ecología o la decoración del lugar son buenas salidas.
2. Ponga límites claros. Responda directamente al comentario con un ‘para, no me gusta cómo te estás refiriendo a mí’, o ‘no te pedí una opinión sobre mi cuerpo’.
3. Dele vuelta a la situación. Enfocarse en la funcionalidad del cuerpo y no en la apariencia es una gran opción; por ejemplo, ante el espejo cuando empiece a enfocarse en el ‘brazo de tía’, piense que sus brazos le permiten abrazar a su familia.
PILAR BOLÍVAR - PARA EL TIEMPO
En Twitter: @lavidaentenis

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