No es un secreto para nadie: la mayoría de las personas le tienen un miedo visceral a la muerte; tanto así que ni siquiera les gusta mencionar su nombre o referirse a su existencia. No es un tema que se discuta con frecuencia, precisamente porque se cree que al hablar de ella, podría invocarse su presencia más rápido de lo que tiene planeado. Definitivamente no se considera un tópico de conversación deseado, y mucho menos agradable.
Pienso que estamos equivocados. La muerte no debe ser vista como nuestro enemigo o algo que no se pueda ni mencionar o que debamos tratar de borrar de nuestra consciencia. Todo lo contrario, yo la veo como nuestra amiga fiel que nos acompaña permanentemente, recordándonos que la vida es temporal.
Deberíamos despertarnos cada mañana abrazando la noción de que la muerte siempre está allí, esperándonos con los brazos abiertos.
Cuando nos subimos al carro, cuando entramos a la ducha, cuando comemos con los amigos, cuando celebramos un cumpleaños y, en especial, cuando dormimos. Mucho menos podemos olvidar que también está presente cuando peleamos con nuestros seres queridos y cuando no valoramos el tiempo con nuestras parejas, hijos o nuestros envejecidos padres.
Sentimos pánico ante el hecho de que nos arrebaten lo que consideramos que es nuestra vida, y pasamos por alto que nunca fue nuestra; solo se trató de un préstamo que nos hicieron por un tiempo definido. Estamos tan enfrascados en suprimir la idea de la muerte que no nos percatamos de que es el regalo más lindo que nos dieron, porque nos obliga a apreciar la vida.
No tenemos que cambiar radicalmente nuestras vidas para ser conscientes de su presencia, lo que debemos revaluar es nuestra percepción de la muerte. Evaluar cómo y con quién invertimos el precioso tiempo que tenemos y ser selectivos en cómo gastamos y aprovechamos los minutos, las horas, los meses y, ojalá, los años.
Estamos tan enfrascados en suprimir la idea de la muerte que no nos percatamos de que es el regalo más lindo que nos dieron, porque nos obliga a apreciar la vida
Pensemos dos veces antes de decirles frases ofensivas a las personas que amamos, porque esas podrían ser las últimas palabras que escucharán de nuestra boca.
Reflexionemos antes de gastar segundos de nuestro valioso tiempo en esta tierra, cuando nos ofuscamos con el tráfico o con otros asuntos tan triviales que no ameritan un milisegundo de nuestro malestar. Debemos vivir proactivamente con pasión y ocuparnos de dejar una huella positiva en este mundo; todos tenemos esa oportunidad... ¡pero no todos decidimos hacerlo!
Hoy les recuerdo: nadie sabe si estamos aquí por corto o largo tiempo, ¡lo único seguro es que no será eterno!
ALEXANDRA PUMAREJO