Leí una noticia en Estados Unidos que me ha causado gracia y iración. Han instalado una línea telefónica a la que quienes están sufriendo de ansiedad, tristeza o bajón de ánimo pueden llamar para escuchar palabras de apoyo y de energía positiva. La línea se llama pep talk (palabras de ánimo).
Lo que es ingenioso es que las palabras de aliento no vienen de psicólogos ni psiquiatras, sino de niños de primer grado de un pequeño colegio en California. Cuando se llama a esta línea especial se puede escoger entre escuchar frases para levantar el ánimo como “Sé agradecido por ti mismo”, o hay otra opción que ofrece la posibilidad de escuchar las carcajadas de una cantidad de niños.
Este proyecto surgió de la imaginación de unas profesoras que se inspiraron en la alegría y espontaneidad de los niños y las ganas de crear un refugio de tantas noticias difíciles que vivimos en este momento.
La iniciativa me conmovió por varias razones. Primero, porque nos demuestra que, incluso cuando todo aparenta ser sombrío y estamos inundados por la desesperanza, existen personas mirando más allá de la corriente devastadora y en vez de sumergirse en la negatividad colectiva buscan la manera de generar cambio y bienestar.
Segundo, porque recalca que los cambios que queremos ver en el mundo están al alcance de todos. No tienen que ser complejos, solo hay que tener una idea y actuar. Si nos quedamos contemplando el caos o nos paralizamos en la queja, no cambiamos nada. Estas profesoras con pocos recursos se imaginaron una idea que le llegará a dar alegría a millones (la línea ya recibe 700 llamadas por hora).
Tercero, porque me recuerda una lección invaluable. Vinimos a este mundo no a aprender, sino a desaprender. Cuando nacemos estamos llenos de amor, creatividad, solidaridad, ternura, inocencia, curiosidad y espontaneidad. No conocemos rencor, rabia, resentimiento, posesividad, racismo ni odio. Todo lo que nos hace bélicos, resentidos y malintencionados lo aprendimos en el camino. Todo lo que crea conflictos y nos envenena como individuos y sociedad es porque lo hemos visto ejemplificado. Nos aferramos los miedos aprendidos y equivocadamente creemos que es nuestra naturaleza.
Seamos conscientes de quién somos y cuál es nuestra esencia. Miremos hacia los niños y recordemos quién debemos ser y cuál debe ser nuestra aspiración. Son ellos, y todo lo que representan, lo que nos va a traer luz en estos momentos de tanta oscuridad.
ALEXANDRA PUMAREJO