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Bogotá secreta, la tendencia de los bares 'speakeasy' que transforman la vida nocturna de la ciudad

EL TIEMPO conversó con voceros de tres bares ocultos en la capital, cada uno con una historia diferente. 

Caronte

Caronte Foto: Cortesía Caronte.

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Los speakeasy, aquellos establecimientos ocultos en grandes o pequeñas ciudades que vendían de manera ilegal bebidas alcohólicas, surgieron entre el 19 de enero de 1920 y el 6 de diciembre de 1933, durante el período de ley seca en Estados Unidos, más conocido como la Prohibición, establecido por la Enmienda XVIII de su constitución.
Esta resolución, impulsada por el Movimiento por la Templanza, que respaldaba las restricciones al consumo del licor, prohibía la venta, importación, exportación, fabricación y transporte de bebidas alcohólicas en todo el territorio estadounidense.
Sin embargo, como respuesta a estas medidas, surgieron bares clandestinos que desafiaban la normativa en todo el país. Actualmente, lejos de ser ilegales, los speakeasy siguen vivos: son bares a puertas cerradas, exclusivos y accesibles solo para unos pocos, gracias al voz a voz. Desde Buenos Aires y Ciudad de México hasta Bogotá, estos bares secretos siguen alimentando la vida nocturna de las grandes ciudades.

Caronte: un viaje al inframundo

Caronte, en la mitología griega, era el barquero encargado de guiar las almas errantes de los difuntos a través del río Estigia, que separaba al mundo de los vivos del de los muertos. Según la tradición, se colocaba una moneda sobre la boca de los fallecidos, que servía como pago al barquero para cruzar al más allá. Así también funciona el speakeasy ubicado en Chapinero: solo quienes poseen una moneda pueden cruzar las puertas de Caronte y adentrarse en el inframundo.
Caronte

Alejo Donato, Bar Manager de Caronte.  Foto:Cortesía Caronte.

Germán Rodríguez, conocido en el inframundo como Hades, y su hermano Juan Pablo, como Zeus, son quienes están detrás de la creación de este lugar que abrió sus puertas en Bogotá hace dos meses.
“Como toda buena historia, la de Caronte comenzó con un trago en la barra. Nos gusta salir, conocer y viajar. Descubrimos que las barras son un espacio ideal para disfrutar en solitario, conocer gente, probar cosas nuevas y, si el bartender es bueno, descubrir nuevos destilados”, relata Germán.
Germán Rodríguez, cofundador de Caronte.

Germán Rodríguez, cofundador de Caronte. Foto:Milo Espitia (@miloespitiaart)

Después de una larga exploración, encontraron inspiración en bares speakeasy que apuestan por la exclusividad, como Florería Atlántico y Presidente en Buenos Aires, o Hanky Panky y Handshake Bar en Ciudad de México. La dinámica de la entrada nació cuando a Germán le mostraron una moneda de Fernet, un símbolo de reconocimiento para quienes han hecho algo significativo por ese destilado dentro de la industria.
“La moneda es una recompensa y una invitación a pertenecer, a subir de nivel. En una era digital donde todo son códigos de barras y redes sociales, un token físico era una buena idea para cumplir ese deseo primitivo del ser humano de pertenecer a un lugar”.
Caronte

En Caronte, todo cuenta una historia: desde las tapas, la decoración y la música hasta los cócteles. Foto:Cortesía Caronte.

Como buen speakeasy, Caronte tiene una antesala: una librería acogedora, con títulos cuidadosamente seleccionados como el Lobo Estepario, de Hermann Hesse (1927). “No fue coincidencia que eligiéramos una librería”, añade Juan Pablo. “Queremos que esos libros comiencen a sugerir lo que va a pasar más adelante. Que todo sea una historia que se completa según la interpretación de cada uno. Nada está puesto al azar, todo tiene un por qué”.
En Caronte, todo cuenta una historia: desde las tapas, la decoración y la música hasta los cócteles. Uno de los más emblemáticos es ‘Bruno en llamas’, a base de whisky, un homenaje a Giordano Bruno, el astrónomo italiano que murió quemado en la hoguera en 1600, acusado de herejía.
Inmortales Canto I es el nombre de la primera carta de cócteles (siete en total), que rinde tributo a heroínas como Marilyn Monroe o Marie Curie. Cada combinación está pensada en relación con su historia, forma de morir y personalidad.
“Nuestro objetivo en esta aventura fue lograr un equilibrio entre historia y homenaje, para que fueran cócteles muy bien logrados, que le gustaran al paladar colombiano y que no fueran muy difíciles de entender para los invitados”, explica Juan Pablo.
Juan Pablo Rodríguez, cofundador de Caronte.

Juan Pablo Rodríguez, cofundador de Caronte. Foto:Milo Espitia (@miloespitiaart)

Para Germán, la cata ideal en Caronte tiene tres pasos: primero, un cóctel de Inmortales Canto I; luego, uno de la carta oculta; y, por último, un clásico reversionado.
“Sobrio, místico, sublime y sugestivo”, son los cuatro adjetivos con los que Juan Pablo describe este espacio, cuya arquitectura se inspira en sitios arqueológicos, festivales, y otros bares que ambos han visitado.
El ingreso requiere reserva previa. Para más información, se les puede encontrar en Instagram como @caronte.bar. El espacio es reducido: cuenta con 45 sillas y capacidad para 25 personas adicionales de pie.

Montescala: el whisky a través de la química

Daniel Flórez, ingeniero químico que reside en Bogotá, tuvo un momento epifánico cuando gritó “¿cuál es el secreto de la vida?”, una pregunta que, además, se convirtió en el eslogan de Montescala, el speakeasy que creó en el barrio El Polo.
Montescala

En Montescala hay una colección de whiskys.  Foto:Cortesía Montescala.

Con una colección de whiskys que ha reunido durante sus viajes por el mundo, Flórez dio vida a este bar oculto cuyo nombre une varias de sus pasiones: ‘monte’, en referencia a whiskys destilados en las alturas, una ubicación poco común para su fabricación; y ‘escala’, por la escala musical. “Combinan mis dos pasiones: la química y la música en un solo lugar”, explica.
Montescala es un speakeasy especializado en whisky, donde los visitantes pueden vivir una experiencia sensorial guiada por Daniel mientras suena jazz de fondo y las guitarras típicas del género acompañan el relato. La experiencia clásica consiste en un recorrido histórico a través de tres tipos de whisky y su análisis sensorial.
Montescala

Daniel Flórez, creador de Montescala.  Foto:Cortesía Montescala.

Antes de comenzar la cata, Flórez explica que el término whisky proviene del gaélico escocés uisge-beatha, que significa ‘agua de vida’ (aqua vitae). El primer whisky que se prueba durante la experiencia no está añejado. En Escocia se le conoce como new make, en Irlanda como poitín y en Estados Unidos como Moonshine. “El moonshine viene de una época en la que se cobraban muchos impuestos. Por eso, se destilaba bajo la luz de la luna. También lo llaman ‘perro blanco’, porque sale del alambique a más del 60 por ciento de contenido alcohólico. Si tomas mucho, te puede morder”, dice, mientras introduce el análisis que abarca vista, olfato y gusto.
Por su formación en química, Daniel no solo habla desde su experiencia con la mixología y los whiskys, sino que también explica las reacciones físicas de los destilados, y cómo interactúan con las barricadas de roble durante el proceso de añejamiento.
La segunda parada es un bourbon whisky, ligeramente aromático y con notas acarameladas. El nombre proviene del condado de Bourbon, en Kentucky (Estados Unidos), donde se originó. “Para que un whisky sea considerado bourbon debe estar hecho con al menos un 51 por ciento de maíz y añejarse en una barrica nueva de roble americano, quemada por dentro y de primer uso”, continúa.
Montescala

Los clientes pueden vivir varias experiencias sensoriales.  Foto:Cortesía Montescala.

La experiencia termina con un whisky de centeno, cuya historia se remonta a la llegada de los irlandeses a América. Al encontrar centeno como primer cereal disponible, comenzaron a destilarlo. Cada whisky se prueba en tres etapas: puro, con tres gotas de agua y acompañado con cacao.
El recorrido continúa por una pequeña destilería que Daniel montó en una zona de su casa. Su plan es lanzar su primera botella de whisky en los próximos meses. Finalmente, la experiencia cierra con una propuesta gastronómica que incorpora whisky tanto en la cocción de los platos como en los aderezos.
Además de la experiencia clásica, Montescala ofrece una opción VIP y próximamente lanzará nuevas actividades como el Gin Lab, donde será posible fabricar ginebra, y un laboratorio de comida.
Montescala

Cóctel de Montescala.  Foto:Cortesía Montescala.

Para reservar, Montescala se puede encontrar en Instagram como @montescala_co. El espacio es pequeño: cuenta con 16 sillas y capacidad para 40 personas cuando se hacen eventos privados.

Boulevardier, un portal a los años 20

En el interior de un edificio histórico diseñado por el arquitecto Santiago Medina en la década de 1940 y declarado patrimonio arquitectónico durante el gobierno de Belisario Betancur funciona uno de los speakeasy más populares de Bogotá: Boulevardier.
Boulevardier

Boulevardier que ubicado en Chapinero.  Foto:Cortesía Boulevardier.

La arquitectura de Casa Medina, como se conoce popularmente al edificio, combina elementos arquitectónicos españoles y ses. Desde 1988 opera como hotel y, actualmente, está bajo la dirección de Four Seasons. Cuenta con 41 habitaciones, 19 suites y un bar clandestino de whisky con entradas subterráneas.
Boulevardier toma su nombre del cóctel francés, variante del negroni que combina whisky, vermouth, campari y unas gotas de angostura italiana. El bar cuenta con tres entradas, una de ellas rodeada de árboles e iluminada por la luz de la luna, que refuerzan el misticismo que lo caracteriza.
Boulevardier

El arte y los libros llaman la atención en Boulevardier.  Foto:Cortesía Boulevardier.

“Exclusividad es una palabra clave cuando hablamos de Boulevardier”, afirma Juan Pablo Rodríguez, director comercial del Four Seasons Bogotá. “Desde que llegan los clientes, buscamos crear esa expectativa por descubrir un nuevo lugar. El arte, por ejemplo, fue curado con cuidado, al igual que los libros, para que quienes nos visiten se transporten a los años 20, a la época de la prohibición”.
El diseño interior evoca el estilo art déco, con fotografías en blanco y negro, lámparas de araña y luz tenue. En el primer piso, una chimenea de leña aporta calidez y, desde el segundo piso, se puede mantener la conexión visual con la planta baja mientras se disfruta de la música. “La experiencia no solo se limita al interior, sino que también tenemos la opción de la terraza”, dice Rodríguez.
Boulevardier propone una experiencia integral que combina coctelería de autor, finger food (comida servida en pequeños bocados) y una atmósfera diseñada para evocar otra época. Su carta incluye once cócteles originales y una selección de platos pequeños.
Boulevardier

El cóctel insignia del lugar es el Vintage Boulevardier. Foto:Cortesía Boulevardier.

Para quienes deseen profundizar en la historia y técnica detrás de cada bebida, Rodríguez recomienda sentarse en la barra y hablar con los bartenders. Sin embargo, el lugar también cuenta con espacios ideales para compartir con amigos, en familia o en pareja.
El cóctel insignia del lugar es el Vintage Boulevardier, una mezcla de whisky The Macallan 12 años Sherry Oak Cask con ron Flor de Caña 12 años, infusión de cacao, campari y Aranda Cream.
Si desea acceder a este speakeasy, lo puede hacer desde la entrada habilitada por la calle 69 o directamente desde el interior del hotel. Para más información y reservas, puede consultar su Instagram: @boulevardierbogota.
ANGIE RODRÍGUEZ - REDACCIÓN VIDA DE HOY - @ANGS0614

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