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Guaviare, una experiencia mística en un viaje a un territorio de paz
Antiguas zonas de conflicto se transforman en destinos prósperos y pacíficos.
Mirador del Raudal del río Guayabero, donde puede observar la mejor vista del departamento con una excepcional panorámica del lugar. Foto: Mauricio Moreno
“La ocarina necesita ser tocada. Se siente triste si eso no sucede”. Eso le repetían los mamos (líderes espirituales) a Luis Fernando Franco, músico, compositor y arreglista antioqueño dedicado, por varias décadas, a estudiar y tocar este instrumento de viento prehispánico.
Lo conoce como pocos. “Las culturas indígenas siempre han considerado que las ocarinas tienen vida y espíritu como el agua, las plantas, los animales –dice el maestro Franco mientras las saca con cuidado de su morral–. Tocarlas es una forma de que estos espíritus vuelvan a alegrarse porque mantenerlas guardadas no tiene sentido para ellos”.
Precisamente, una ocarina de forma singular, mitad humana y mitad animal, atrae las miradas de los curiosos que rodean a este músico virtuoso para escucharlo sacarle sonidos a este instrumento ancestral. “Y son sonidos parecidos, a veces, al viento y otras a las aves, los grillos, las ranas o las cigarras”, dice.
Él la atesora entre sus manos y luego, tras darle vigorosos soplos de aire, deleita a los presentes con los sonidos que produce y que parecen acompasarse con el susurro de los árboles mecidos por el viento en la espesa selva guaviarense.
Sí, el escenario no podía ser más sobrecogedor, uno de los majestuosos es de pinturas rupestres en la vereda Cerro Azul (Guaviare), ubicada en la Serranía de La Lindosa, aproximadamente a 47 kilómetros del casco urbano del municipio de San José del Guaviare. Este lugar, sagrado para las antiguas civilizaciones indígenas, también es conocido como la puerta de entrada a Chiribiquete, el Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, reconocido por conservar la muestra de arte rupestre más grande del mundo y cuyo se mantiene cerrado al público.
Fotografía del 30 de septiembre de 2021 que muestra a un grupo de visitantes que recorre la Puerta de Orión, una formación rocosa en zona rural de San José de Guaviare (Colombia). Foto:EFE
Justo allí, en este abrigo rocoso de Cerro Azul, se reúnen lo mejor de dos universos, la ocarina milenaria, de origen Tairona, que lleva consigo el maestro Franco, y los pictogramas plasmados en la cadena de colosales rocas pertenecientes al Escudo Guayanés, considerado una de las formaciones geológicas más antiguas del planeta.
Esta mágica experiencia sonora en el Guaviare, donde sus habitantes resaltan que el llano y la selva se juntan, hace parte del encanto de ‘Colombia es música sacra’, la gran gira nacional liderada por Marianna Piotrowska, una bogotana fiel creyente de que “la música es alimento para el alma”.
Ella se echó a sus hombros, con absoluto deleite y convicción, la quijotesca aventura de hacer el Festival Internacional de Música Sacra en Bogotá, hace ya más de una década. Tras cerrar con éxito su edición XII, que ofreció conciertos durante cinco semanas, a cargo de 359 artistas de 11 países, en 21 escenarios de la capital del país, Marianna empacó maletas para comenzar esta correría por Colombia el pasado 2 de diciembre en Santa Marta (Magdalena). Días más tarde, la continuó en Valledupar (Cesar), luego en San José del Guaviare (Guaviare), y en San Jacinto- Montes de María (Bolívar).
Pinturas Rupestres de Nueva Tolima, Rituales de cacería y pesca, utensilios para cestería y tejidos son algunas de las imágenes pintadas en los murales. Foto:Mauricio Moreno
Este 13 de enero, llegará a Florencia (Caquetá); el 20, al barrio Siloé, en Cali (Valle del Cauca), y el 27, a San Andrés de Tumaco (Nariño), donde cerrará este periplo con un grupo de mujeres cantaoras del Pacífico colombiano. “Lo estamos haciendo porque tenemos un país maravilloso y queremos promoverlo mucho más como destino turístico, porque somos afortunados de nuestra riqueza en tantos sentidos: geográfica, histórica, cultural, pero muchas veces ni siquiera los mismos locales conocen sus tesoros, sus zonas turísticas cercanas, y nos pasa lo mismo a los que somos de otras ciudades de Colombia”, destaca la gestora cultural.
Por eso con la Corporación Cultural InterColombia, en alianza con el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, y FONTUR, realiza esta gira nacional “para presentarles a habitantes y turistas las diversas expresiones musicales sagradas, espirituales y religiosas propias de lugares que han sido afectados por el conflicto armado, pero hoy son territorios de paz y tienen un gran potencial turístico”, subraya Pietrowska, hija de un filólogo polaco y una gestora cultural colombiana.
“Hace mucho tiempo no me sentía así (de alegre) al vivir una experiencia tan especial como la de hoy, que escuchamos el canto de las ocarinas, allá arriba en Cerro Azul”
Tres horas de recorrido a pie se necesitan para vivir la experiencia de inmersión en la selva húmeda tropical del Guaviare hasta coronar la cima de Cerro Azul, a través de senderos sinuosos, empinados y exigentes.
Una travesía a la que acompañaron al maestro Franco sus quince instrumentos, entre ocarinas, flautas y silbatos prehispánicos, todos cerámicos y pertenecientes a culturas del Caribe colombiano. “Menos uno –se apura a aclarar–, una pequeña ocarina que es como mi alma y proviene de la Amazonía boliviana”, remarca el paisa de 62 años, que acaba de estrenar su obra ‘Soplo de vida’, una experiencia de lenguaje sonoro con diversos instrumentos aerófonos prehispánicos de la Colección del Museo del Oro y encargo de la Sección de Música del Banco de La República.
A esta caminata guaviarense se sumaron turistas, campesinos e indígenas como Víctor Caicedo, que en 1974 fue uno de los primeros habitantes de la zona en descubrir los pictogramas de la Serranía La Lindosa. Este ha sido un viaje espiritual en el que generosamente habitantes y viajeros se han compartido preciosos legados culturales como lo hacen el maestro Franco y el arqueólogo y antropólogo Agustín Cárdenas, quienes les enseñan a Caicedo y a los turistas a fabricar su propia ocarina con arcilla roja.
Entre los aprendices, pocos saben que Franco ha hecho música en formato sinfónico y sus obras las han interpretado la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y otras orquestas alrededor del mundo. Este paisa prefiere el bajo perfil, pero su hoja de vida, rica en experiencias musicales, habla por él: también ha compuesto para teatro y películas como ‘La vendedora de rosas’ (1997) y ‘La mujer del animal’ (2016), dirigidas por Víctor Gaviria y aclamadas por la crítica internacional. Y es el productor de dos discos nominados al Grammy Latino: Seresta, de la agrupación del mismo nombre (2001), y Otra vuelta al sol, de Cantoalegre (2021).
Cae la tarde y finaliza la aventura en este territorio sagrado que no tarda en mostrar sus benéficos efectos en los visitantes, porque alegres descienden la montaña en medio de los sonidos rítmicos y animosos de una legión de grillos que acompañaron el ‘concierto’ de las ocarinas. Nada más hay que verles sus semblantes renovados, sus sonrisas de oreja a oreja y ese gozo en el espíritu que deja esta experiencia multisensorial en la selva guaviarense.
Uno de los más agradecidos es el maestro Franco porque, una vez más, comprobó lo que le repiten nuestros hermanos indígenas: “Que las ocarinas cobran vida y se ponen alegres cuando las tocamos. Y son ellas las que hablan, mientras nosotros, los humanos, somos los instrumentos”.