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Un día en Machu Picchu, el gran santuario de los incas
Instantes de una jornada en pos de uno de los destinos más populares del planeta.
Machu Picchu, Perú Foto: Sonia Perilla Santamaría - EL TIEMPO
Rodeado de montañas verde esmeralda y con su magnífica ciudadela coronada de nubes blancas: así salta por primera vez a la vista el imponente complejo arqueológico de Machu Picchu, en el Perú.
Llegar hasta allí requiere volar a Lima y en el aeropuerto Internacional Jorge Chávez tomar un vuelo de 50 minutos hasta Cusco, a 3.350 metros sobre el nivel del mar.
Aunque no todos se acostumbran a la altura al tiempo, conviene tomarse cuando menos un día para fortalecer cuerpo y espíritu antes de afrontar con brío la anhelada meta de conocer Machu Picchu, una de las Siete Maravillas Modernas de la Humanidad.
La salida
Si la salida hacia el complejo arqueológico es desde Cusco, lo mejor es madrugar y arribar a la estación de trenes de Poroy (a 25 minutos de la ciudad) con tiempo suficiente para abordar el primero, a las 6:40 a.m. Tenga en mente que para disfrutar este día hay que ir cómodos y ligeros: tenis o zapatos suaves, que no entorpezcan el recorrido por las ruinas, y prendas que abriguen, pero que pueda quitarse con facilidad en caso de que repunte el calor.
Machu Picchu está a 2.453 m. s. n. m., de modo que la temperatura es un poco más alta que la de Cusco. Arriba el clima es incierto, así que lleve un bolso o mochila con un impermeable, protector solar, gafas de sol, dulces y una bebida hidratante.
La experiencia inigualable a bordo del tren
El viaje hasta Aguas Calientes, ciudad que queda a los pies del santuario, dura cerca de tres horas y media. Dos empresas prestan el servicio hasta el lugar: Peru Rail e Inca Rail, que ofrecen seis modalidades de servicios a los pasajeros.
Por ejemplo: el Vistadome, de Peru Rail, tiene servicio a bordo similar al de los aviones: incluye desayuno o snack, bebida caliente, venta de productos e información sobre los paisajes y las poblaciones con las que se cruza en el recorrido.
La llegada
La estación de Aguas Calientes o Machu Picchu pueblo es la última del tren que sale desde Cusco. Es el sitio de acogida diario de cientos de turistas que llegan para visitar el santuario.
Gracias a eso ya cuenta con una red interesante de restaurantes, hoteles y almacenes de artesanías. Allí mismo se abordan los buses que salen cada cinco minutos y que en media hora llevan a la gente hasta el complejo arqueológico.
En la entrada principal se muestran los tiquetes y deben presentarse los pasaportes, que también pueden ser sellados allí mismo para certificar que se visitó una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.
Aquí mismo inicia una caminata en ascenso por escalones hasta el complejo, que dura entre 10 y 15 minutos. Eso depende de su estado físico.
El santuario
Machu Picchu, Perú Foto:Sonia Perilla Santamaría - EL TIEMPO
Finalmente, y de manera repentina, en la mitad de colosales y verdísimas montañas andinas, aparece Machu Picchu. La mayoría de los visitantes se ubican en una plataforma desde la que obtienen una de las postales más hermosas del mundo: la vista de este santuario magnífico, mágico, espiritual, que los incas planificaron y construyeron alrededor de 1420 - 1430, durante el gobierno del Inka Pachakuti.
Se dice que su edificación obedeció a la necesidad de contar con un centro religioso, político y istrativo dentro de un espacio sagrado considerado nexo entre los Andes y la Amazonia. Fue abandonado por sus pobladores durante la segunda mitad del siglo XVI, a la llegada de los españoles.
Los cusqueños dicen con orgullo que sus antecesores jamás hablaron a los conquistadores de su ubicación, razón por la cual no fue invadido y buena parte de sus construcciones se mantuvieron casi intactas durante siglos.
Hay evidencia de que antes de que el investigador Hiram Bingham lo hallara en 1911, indígenas y campesinos de estas zonas lo visitaban con regularidad.
Bello, impactante y muy espiritual
Machu Picchu, Perú Foto:Sonia Perilla Santamaría - EL TIEMPO
Cuando esté en este lugar procure tomarse unos minutos a solas. Siéntese sobre la hierba, con las palmas contra el suelo, y póngase en o con esta maravilla. No pierda la oportunidad de ser uno de los miles de ciudadanos del mundo que han podido percibir la energía especial que emana de la tierra en este santuario.
La montaña está rodeada por otros cerros a cuyos pies fluye un río. La ciudadela cuenta con caminos, varios s, alojamientos, templos, escuela, monumentos, tumbas, plazoletas y terrazas.
Recórrala con calma. Es ideal hacerlo con un guía especializado, pues buena parte del encanto de este lugar sagrado radica en las historias que están tras cada una de sus estructuras. Acaba uno maravillado tras entender que los incas fueron una raza prodigiosa, adelantada a su época en muchos aspectos.
El regreso es un poco más lento y tranquilo. Al tren, que debe trepar de nuevo hasta Cusco, le toma cuatro horas llegar hasta Poroy, entrada la noche.
Mientras tanto saboree el snack, revise los fotos y los videos que lo acompañarán en la posteridad y diviértase con el desfile que la tripulación hace vistiendo prendas finísimas de alpaca, al ritmo de música peruana y con una enorme sonrisa en los labios. Ese es un cierre perfecto.