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Praia do Sancho, la llamada ‘mejor playa del mundo’

Ubicada en Fernando de Noronha, es “el tramo de arena más impresionante de una isla”, dice LP

En la Prai do Sancho se pueden ver los corales garcias al agua turquesa, que es muy limpia.

En la Prai do Sancho se pueden ver los corales garcias al agua turquesa, que es muy limpia. Foto: iStock

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Cuando uno está sumergido en las aguas cristalinas de Praia do Sancho, viendo cómo se mueven los cardúmenes de sardinas o pasan a toda velocidad los pececitos de colores, desde el cielo a veces proviene un ruido que obliga a levantar la cabeza. A eso de las once de la mañana, pero también pasadas las tres de la tarde, un pájaro de acero –muy distinto a otras aves pequeñas y hermosas que sobrevuelan a diario por aquí– interrumpe la calma y recuerda súbitamente que este lugar no es solo para uno.
Es el avión que hace una hora salió desde el continente y justo en ese momento pasa a pocos metros del mar, pareciera que casi chocando contra un acantilado, para aterrizar finalmente en Fernando de Noronha, el archipiélago brasileño que Américo Vespucio describió en 1503 como el paraíso en la Tierra y que, por más que haya dicho eso hace siglos, algo de su perspectiva sigue siendo razonable.
No por nada, Praia do Sancho, una hipnótica bahía de aguas tibias y transparentes a la cual se llega bajando por una empinada escalera clavada en la grieta de un acantilado, volvió a ser elegida en septiembre como la mejor playa del mundo. Por sexta vez, el ránking Traveler’s Choice, una elección basada en los comentarios de decenas de millones de s de la plataforma TripAdvisor, puso en el número uno a esta playa, por sobre otros íconos como Eagle Beach en Aruba, Cable Beach en Australia o Grace Beach Bay en Turcos y Caicos. 
Un galardón que, en rigor, ya casi no sorprende: hace décadas que Praia do Sancho viene siendo considerada la mejor playa de Brasil por diversos medios especializados, desde la desaparecida guía Quatro Rodas –la antigua Biblia del turismo brasileño– hasta Lonely Planet, que la ha descrito como “el tramo de arena más impresionante de una isla de playas magníficas”.
Es cierto: un ránking es solo eso. Una elección de tantas posibles, enmarcada en el difuso ámbito de los gustos. Así que la pregunta resulta inevitable. ¿Es Sancho realmente la mejor playa del planeta, o solo un mito amplificado por los portales de noticias y las redes sociales?
Tras varios años visitando este lugar, las últimas veces ya como miembro de una familia noronhense, puedo decir que, aplausos más, aplausos menos, Sancho es ciertamente una playa como pocas existen en el mundo. Un lugar único y asombroso, con una naturaleza salvaje y preservada, pero donde el tiempo también ha sido inexorable, y muchas cosas ya han cambiado. Quizá para siempre.
La primera vez que estuve en Fernando de Noronha, a 540 kilómetros de las costas de Recife, en el nordeste brasileño, fue hace 18 años, para escribir una crónica sobre uno de los destinos más exclusivos y emblemáticos de Brasil. Un lugar que alguna vez fue un presidio, luego una base militar ocupada por los estadounidenses, y más tarde, con la creación del Parque Nacional Marino en 1988 –que hoy abarca el 70 % del archipiélago–, un modelo de ecoturismo.

El precio del paraíso

Morro Dois Irmãos visto desde el mirador.

Morro Dois Irmãos visto desde el mirador. Foto:iiStockphoto

Noronha era, y sigue siendo, un destino muy particular. Para poder poner los pies en este archipiélago de origen volcánico, donde viven unas 5.000 personas, no solo hay que subirse a un avión y volar durante una hora, sino que además hay que pagar por cada día que uno está aquí. Es decir, no basta solo con el pasaje, el hotel, la comida o las actividades, sino que además hay que asumir la llamada Tasa de Preservación Ambiental, un cobro que parte de 18 dólares diarios y que va aumentando con el tiempo. Así, mientras más uno esté en Noronha, más paga.
¿El objetivo? Que nadie quiera –ni pueda– quedarse a vivir. Ese monto, que va directo a las arcas del estado de Pernambuco, al que pertenece Noronha, en el discurso es utilizado para mantener la isla (aunque eso no siempre se nota: la pista del aeropuerto, por ejemplo, lleva meses en mantenimiento, y ni hablar del estado de las calles, los servicios básicos de salud o la pésima conexión a internet, entre otros problemas que afectan a los habitantes del “paraíso”) y también para preservar su naturaleza, donde tortugas marinas, delfines rotadores, rayas, tiburones, todo tipo de peces de colores, aves y otras especies de fauna conviven felices y tranquilos, un espectáculo del que uno puede ser testigo privilegiado, sobre todo si lo ira bajo el mar.
Por entonces, a Noronha no entraban más de 500 personas por día y las playas permanecían prácticamente vacías. Eso hoy no ha cambiado: como pocos lugares, la veintena de playas que tiene Noronha nunca están llenas, pero hay datos que muestran una diferencia. Según un artículo de la BBC, en 2022 se batió el récord de turistas que visitaron el archipiélago: 149 mil personas, un 30 % más que el año anterior.
En 2005, la isla todavía se sentía como un descubrimiento. La mayoría de los alojamientos eran casas de locales reconvertidas al turismo, y solo contaba con un par de hoteles de lujo. Había muchos menos restaurantes y pocos autos dando vueltas, en su mayoría buggies traídos desde el continente, los únicos capaces de transitar por los caminos pedregosos y frecuentemente embarrados de la isla. Hoy, eso ha cambiado bastante. Aunque los alojamientos domiciliares todavía existen, ya van en retirada, porque ahora lo que rinde es la sofisticación y el estilo
Así, proliferan los alojamientos boutique, mucho más caros y exclusivos, que se construyen en distintos lugares de la isla. Los ricos y famosos –sobre todo celebridades de la gigante TV Globo– siguen llegando como siempre, pero ahora lo anuncian en sus cuentas de Instagram. Y con ello, muchos turistas ya no vienen precisamente para bucear entre tortugas marinas o aprender sobre la vida de los delfines rotadores, sino más que nada para sacarse la misma foto y en la misma piscina natural donde Neymar Jr., el astro brasileño de fútbol que viajó en su jet privado directo desde París y se fotografió con su novia.
En la Prai do Sancho se pueden ver los corales garcias al agua turquesa, que es muy limpia.

Una de las otras playas de Fernando de Noronha. Foto:iStock

Preservar, ante todo

También han aparecido decenas de restaurantes, en casi todas las esquinas, y la isla se ha llenado de carros.Tantos que se llegan a armar pequeños embotellamientos en la Vila dos Remédios, el “centro” de la isla. Ocurre que Noronha tiene un plan innovador: de aquí a 2030, todos los carros de la isla deben ser eléctricos. De hecho, ya hay varios circulando, pero el problema es que los antiguos hay que sacarlos y, mientras eso no ocurra, se siguen acumulando. 
Si bien Noronha ha cambiado, sus playas y bellezas naturales siguen siendo incomparables. Y esto no lo digo con la verdeamarela puesta: tantos ránkings y elecciones de viajeros profesionales y medios respetables no pueden estar equivocados. No lo están.
Pero también es claro que la isla ya no es tan salvaje como antes. Hace 18 años, para llegar a Praia do Sancho bastaba con acercarse a la bahía, caminar unos minutos en medio de la mata y llegar hasta la escalera que baja por el acantilado y conduce al edén. La única dificultad, aparte del calor húmedo y sofocante, era descender por ese estrecho pasadizo en la roca, en donde era bastante fácil resbalar y caer. Sin embargo, a partir de 2012, la forma de cambió. 
Ese año, el Parque Nacional Marino fue concesionado al mismo grupo empresarial que istra las Cataratas de Iguazú, y desde entonces, para poner los pies en sus extraordinarias playas –las mismas que cada año lideran todos los rankings, como Sancho, Baía dos Porcos o Leão–, hay que pagar extra. Esto es, ya no solo la Tasa de Preservación Ambiental diaria que permite estar en Noronha, sino además la entrada al parque nacional: 358 reales por persona (unos 70 dólares), que son válidos por diez días. Los isleños, que toda su vida habían venido hasta acá sin control de ningún tipo, desde entonces deben contar con una tarjeta que los identifique como residentes.
Son los costos de la conservación, dirán algunos. O la forma más simple y directa de evitar que estos lugares tan frágiles se llenen de gente. Como sea, la modernización está a la vista: no solo la escalera para llegar a Sancho fue mejorada, sino que se ordenó el ingreso a la playa: se puede subir o bajar solo a ciertas horas del día, que se indican en un letrero.
La nueva istración, además, construyó casetas de , con tienda y cafetería, baños, pasarelas de madera en elevación para no dañar la flora nativa y miradores. Es cierto: por fuera, Praia do Sancho cambió y se hizo más conocida, pero desde la arena misma, la “mejor playa del mundo” sigue prácticamente igual: una idílica bahía, alejada de todo, donde no hay nada más que una playa tibia y cristalina y muchos animales marinos, que se pueden ver sin siquiera sumergirse.
Y donde a ciertas horas del día un avión pasa trayendo nuevos visitantes que vienen a comprobar si todo esto que se dice es verdad, y si el llamado “paraíso” existe en estas remotas islas.
SEBASTIÁN MONTALVA 
EL MERCURIO (CHILE) 
X: @ElMercurio_cl

Datos útiles si usted va a viajar

- Cómo llegar. Hay vuelos diarios y directos desde Recife, Natal y Fortaleza.
- Tasas de entrada. Cada visitante que llegue a Noronha debe pagar una tasa de conservación que varía según la estadía: un día, 18 dólares ($ 70.000) o 5 días, 90 ($ 351.000). Se puede pagar online o en el aeropuerto de ingreso.
- Además, es necesario pagar la entrada al Parque Marino, que da a la mayoría de las playas, como Do Sancho y Do Sueste. Cuesta US$ 70 ($ 273.00) para extranjeros, válido para 10 días seguidos de estadías.
- Para ingresar en algunas playas, también es necesario reservar con anticipación.

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