Cuando tu niño esté entre los dos y los tres años empezará a entender que es un ser independiente y buscará explorar su espacio y darse un lugar dentro de él, sin contar siempre con sus padres. Hasta esa edad, el niño se siente como una prolongación de ellos y todavía no tiene claro que él es una persona aparte y autónoma, pero intentará ubicarse en el mundo y es por ello que buscará hacer su voluntad.
Es acá cuando comienza la complicada edad de las pataletas, que no son otra cosa que la manifestación de ese tire y afloje entre unos niños que quieren ser autónomos y unos papás que no los quieren soltar y dejar ser.
A esta edad el niño comienza a decir “yo solito” y quiere: comer solo, aunque todavía derrama la comida; vestirse solo, aunque todavía no pueda hacerlo, bañarse solo y así sucesivamente con todas y cada una de las actividades que emprenda.
Lo más importante en este punto y lo que deben hacer es los padres es apoyarles de alguna manera en esos actos de independencia, y permitirles que hagan algunas cosas solos, ayudándoles solamente cuando sea completamente necesario o cuando quieran hacer algo que represente algún tipo de riesgo.
Es muy posible que el niño, obviamente, llore cuando le pongas un límite a algo que quiere hacer. Es posible que muerda, pegue y, en general, se va a poner muy bravo y puede hacer una pataleta. A esta edad, la intensidad de las emociones de un niño es asombrosa y por eso las pataletas son tan difíciles de manejar.
Frente a estas situaciones, los padres tenemos que actuar con mucha firmeza y decirles de la mejor manera posible: “es la hora de bañarse y vestirse porque hay que salir…”, o “mira, te dije que no podías hacer eso porque te puedes caer o porque te harás daño…”, o “no le puedes pegar a tu hermano… y si quieres llorar, llora, pero no lo harás”, y seguir con lo que haya que hacer sin prestarle atención a la pataleta. Así, tarde o temprano, el niño se cansará y se plegará a las órdenes de los padres.
Nunca me cansaré de insistir en la importancia de no reforzar las pataletas de los niños. Los padres tenemos que ser muy fuertes en estas situaciones y nunca caer en la tentación de atender las pataletas, porque si cedemos aunque sea un poquito ante una, el niño podrá entender que esta es una forma de lograr lo que quiere y seguirá usando este mecanismo cada vez que algo no le guste.
Una estrategia muy buena es dejar a los niños solos un momento cuando están en la mitad de una pataleta. Eso es lo que se conoce como time-out y consiste en darle al niño un tiempo para apaciguar sus emociones. Debes volver unos minutos después, cuando tanto él como papá o mamá se hayan calmado y así se evitará la pelea.
Otra buena recomendación es fijarse un tope para el número de veces que uno le repite una orden a un niño, tope después del cuál uno le hará cumplir la orden así el niño haga pataleta. Tres veces es un buen número, y si después de decirle tres veces que vaya a acostarse el niño se sigue negando, debes llevarlo de la mano y, sin caer en la tentación de entrar en pelea, dejarlo en su cuarto acostado, así se quede llorando y gritando. De esta manera el niño entenderá que si no hace lo que uno le ordena, esto traerá una consecuencia, y que no es por medio de comportamientos voluntariosos y violentos como se logra la independencia.
Obviamente, el niño tratará de ensayar muchas veces esta estrategia, pero si se mantienen (como pareja, y en esto deben estar los dos de acuerdo) en la decisión de hacer caso omiso de las pataletas, el niño terminará por entender que ustedes tienen el control y que no tiene caso todo ese derroche de energía. De la fortaleza que demostremos en esta etapa dependerá que después podamos llegar a etapas más amables, que todos disfrutaremos más.
Sin embargo, los papás no somos de palo y con mucha frecuencia reaccionamos con furia ante estas explosiones de los niños y podemos caer en la tentación de pegarles, por ejemplo. Pero esa es una respuesta muy inadecuada y puede ser el principio de conductas violentas que producen daños a unos y otros. Siempre que estemos en uno de estos momentos hay que recordar que nosotros somos los papás, que somos la autoridad y que nos corresponde orientar a nuestros hijos sobre la manera de comportarse.