Preguntas como: ¿si se enferma podrán atenderlo?, ¿llorará mucho?, ¿se adaptará? Son solo pocas las dudas que por la cabeza de los padres pasan cuando llega la hora de ingresar al jardín, y es que, en realidad, puede ser un momento de trauma y desorientación para el niño, pues sale de su ‘urna de cristal’, donde está rodeado de sus seres familiares, de mamá y de todas las atenciones, a estar en un ambiente desconocido y en compañía de personas, hasta ahora, extrañas para él.
Sin embargo, lo que los padres deben entender, ya que para ellos también es un paso difícil, pues temen por la seguridad y cuidado de su hijo, es que esta es una etapa más que el niño debe vivir en medio de su desarrollo, y que allí le proporcionarán las herramientas para conocer el mundo, a través de la lúdica, la exploración y el relacionamiento con sus pares.
Saliendo de la 'urna de cristal'
Todo cambio en el ser humano genera reacciones, unas positivas y otras no tanto, mucho más en los niños pequeños que se rigen por rutinas y tareas cotidianas, por lo que cualquier novedad en las dinámicas los desorienta e impacta.
Lo primero que hay que decir es que el niño debe entrar al jardín en el momento adecuado. Al respecto, los expertos difieren de la edad promedio para ello, pues algunos hablan de los 2 años y otros consideran que debe ser entre los 3 y 4 años máximo, pero en realidad esto es algo que va ligado al criterio y necesidades de cada familia.
Gloria Eugenia Uribe, licenciada en educación preescolar y coaching educativo de la Universidad Javeriana, indica que los 3 años de edad es ideal, “ya que se comunican con más seguridad y controlan esfínteres,
lo cual es menos dispendioso para los docentes de preescolar, donde requieren mucha atención individual, y a la vez para los niños es más fácil afrontar las situaciones”.
Precisamente, la edad puede ser un factor clave en la forma en que el niño asuma y se involucre en ese nuevo y desconocido espacio: el jardín o el colegio. Por ello, unos llegan con ansiedad, otros muy felices al ver a otros pequeños, y algunos se llenarán de pánico.
Para la psicóloga educacional, Inés María Ardila, el ingreso al jardín requiere de un tiempo de adaptación, y que se dé o no es cuestión de varios factores. Uno de estos, dice la experta, es el grado de autonomía e independencia del niño. “Si ha sido sobreprotegido, que no se desenvuelve solo en ámbitos diferentes al del hogar, es factible que no reciba bien el desafío en el que se puede volver el entrar al preescolar”.
Asimismo, la personalidad del pequeño influye bastante. Existente niños intrépidos, descomplicados y extrovertidos, para quienes resulta fácil interactuar con personas ajenas a su entorno familiar y le sonríen a todos, mientras que otros son introvertidos y acercarse a extraños es complejo para ellos. Los niños con hermanos mayores ven esta etapa como normal.
Según Bibiana Castillo Torres, psicóloga clínica, al ingresar al jardín los niños pueden manifestar su temor o inconformidad a través de “llanto, pataletas y conductas regresivas en algunos aprendizajes ya adquiridos, como por ejemplo ir al baño, dormir o comer solos. De igual manera, pueden aislarse, presentar dificultades para dormir, disminuir el apetito y, obviamente, resistirse a ir al jardín”.
Definitivamente, lo que sucede, dice Gloria Uribe, es que los niños temen dejar a su mamá y a su ‘mundo de cristal’, donde reconocen el entorno, las actitudes de quienes los rodean y el cómo se relacionan con ellos. “Algunos tienden a somatizar la separación de sus seres queridos, quienes le brindan toda la seguridad, atención y amor incondicionales”.
“Por eso es que se alteran, incluso pueden darse casos en que presentan cambios es su estado anímico, como dolor de estómago, fiebre, dolor de garganta, nerviosismo y aprehensión, a lo que denominamos fobia escolar”, añade Uribe.
¿Cómo prepararlos?
Para que el ingreso al jardín no sea un proceso traumático, que como dice la doctora Bibiana Castillo, no debería darse así, sino por el contrario ser una experiencia de exploración, goce y disfrute, “hay que trabajar con el niño desde el hogar en aspectos motivacio-nales, que le promuevan seguridad y estabilidad al estar lejos de sus seres y espacios conocidos”.
Sin duda, el proceso de adaptación es diferente en cada niño, pero sí hay ciertas acciones que los padres pueden iniciar con anterioridad a ingresar a sus entornos escolares. “Entre estas se encuentran el diálogo continuo, en donde se les explique, de forma positiva, que va a compartir con nuevos amigos, que estarán en un lugar agradable donde aprenderán muchas cosas nuevas”, anota Yohana Lorena Fajardo, licenciada en pedagogía infantil.
De ser posible, sugiere la pedagoga: “visiten el jardín en compañía del pequeño, y conozcan a las personas que estarán a su cargo, para ver si hay empatía.Igualmente, durante la primera semana, que vaya solo algunas horas al jardín, no toda la jornada hasta que
se adapte.“Es propicio leerles historias en las que se relaten vivencias que puedan darse en un día de jardín, esto les dará cierta seguridad. De igual forma, es muy importante despedirse siempre de los niños, cada vez que salgan de casa, y explicarles que volverán en determinado tiempo. Resulta acertado también, que puedan llevar al colegio uno de sus juguetes favoritos para que se motiven y les den compañía y seguridad”, concluye Fajardo.