El difícil problema de la escasez de agua en la capital / Opinión

Quién lo iba a decir: Bogotá, una de las ciudades más frías y lluviosas del país, hoy experimenta una crisis por falta de agua potable, consecuencia del prolongado fenómeno de El Niño acentuado por el cambio climático. Los pronósticos oficiales afirmaban que agosto y septiembre vendrían acompañados de más precipitaciones, lo cual no aplicó para el caso de Bogotá y el páramo de Chingaza.

Basado en estos supuestos, el Alcalde tomó la decisión de hacerle ajustes a los periodos de racionamiento, que ya mostraban un desgaste. No obstante, el compromiso ciudadano con el ahorro de agua se relajó, a tal punto que estamos cerca de los valores iniciales de consumo previos a la crisis.

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El Gobierno Nacional también es consciente de la situación y la ministra de Ambiente proyectó un panorama complejo para fin de año, que puede llegar a ser dramático para 2025 si los hábitos de consumo no varían como se espera, y se mantienen las altas temperaturas y la escasez de lluvias.

Los mensajes van y vienen entre el Distrito y la Nación; el último es la intención de sancionar con cobros elevados a los hogares del estrato 5 y 6 que sobrepasen los 9 metros cúbicos, mientras que para los de estrato 1 al 4 se fija un tope de 12 m³ Esta decisión del gobierno se tomaría bajo la lógica que son los 'ricos' de la ciudad quienes más consumen agua, cuando las estadísticas muestran que estos estratos no superan el 6 % de los predios de la ciudad y la población que allí reside, por lo regular, son hogares pequeños. Tan es así, que el ahorro de agua sería marginal en comparación con los consumos de los hogares 2 y 3, que concentran el 70 % de la población de la capital.

Por qué no pensar, mejor, en motivar a que cada hogar disminuya en 20 % su consumo de agua, tomando como referencia los patrones históricos de consumo del último año. Así, se fija una meta independiente del tamaño del hogar o del estrato socioeconómico, porque, como están definidas las medidas actuales, termina castigándose a las familias de 4 o más , y premiándose a los hogares unipersonales.

Ahora bien, insistir en penalizar el consumo con mayores costos económicos tendrá un efecto temporal, pues se corre el riesgo que las personas se habitúen a pagar más por el recibo de agua. La clave está en generar incentivos para que los hogares consuman menos y entiendan que el problema no se soluciona ahorrando agua, sino teniendo un consumo responsable del líquido.

Desde el sector público es necesario que se desarrollen políticas que promuevan el consumo sostenible de agua, por ejemplo, generando incentivos para aquellos constructores que implementen sistemas de aguas grises y aprovechamiento del agua lluvia en los nuevos edificios. Dicho recurso, con tratamientos básicos, se puede utilizar para los sanitarios y otras actividades.

Desde el lado de los suscriptores, porqué no pensar en una especie de subvención económica para aquellos hogares que decidan cambiar las unidades sanitarias viejas por unas que consuman menos agua. Se podría aplicar hasta una reducción del IVA para las duchas, lavamanos o lavadoras de bajo consumo.

Lo cierto es que la crisis obliga a pensar en medidas inmediatas, y es un campanazo de alerta para mejorar los procesos de planeación a mediano y largo plazo, pues el cambio climático es una realidad y los problemas de agua pueden llegar a complicarse. Una ciudad-región que crece de manera desordenada y sin agua, sencillamente deja de ser atractiva y competitiva a largo plazo.

Ómar Oróstegui

Director del Laboratorio de Gobierno de la Universidad de La Sabana