Waldo Urrego fue durante mucho tiempo uno de los actores más temidos. En una época en la que las familias se reunían en torno al televisor para ver los programas, él interpretó a uno de los malos que marcó para siempre a la audiencia: mirada penetrante y con la manía de sobarse la quijada contra el hombro, ‘el Cuéllar’ les quitó el sueño a varias generaciones.
“Amar y vivir pasó en una época muy difícil de la historia de Colombia, cuando el narcotráfico estaba en auge. Y reflejaba mucho la realidad del momento, casi de inmediato. En esa época nació una figura que hoy persiste: el sicario. Y Cuéllar era su representación: no tenía escrúpulos ni entrañas. Por eso dejó tan honda su huella”, recuerda el actor.
Eso fue a finales de la década de 1980 y Waldo ha hecho muchos personajes más, se ganó otro premio India Catalina –el año pasado, al mejor actor protagónico por su papel en el seriado 1977, que sumó al de reparto que le dejó ‘el Cuéllar’, de Amar y vivir– y regresa al teatro, uno de sus espacios más queridos, con La culebra, un montaje escrito y dirigido por Julio Correal que se presenta hasta finales de octubre en Casa E Borrero.
Waldo Urrego como Cuéllar de Amar y vivir Foto:Archivo. EL TIEMPO
“Es que la televisión colombiana es muy ingrata con los actores viejos. En muchas partes del mundo hay producciones en las que hay adultos mayores protagonistas, compartiendo su experiencia, y los tratan con respeto y gratitud. Este es el único país donde nos hacen a un lado, nos soslayan, la televisión se queda con las caras bonitas y jóvenes, no más”.
Su rostro ha estado presente desde 1962 y fue uno de los pioneros de la pequeña pantalla. Además de Amar y vivir, tuvo actuaciones importantes en Los Cuervos, La vorágine, La casa de las dos palmas, Cuando quiero llorar no lloro, La mujer del presidente, Hasta que la plata nos separe, El cartel, Garzón, El robo del siglo y la reciente 1977.
“Yo llegué y con 45 minutos de actuación, me gané el India Catalina. A muchos no les debió hacer gracia (…). Hay una actitud de desagradecimiento e ingratitud con toda mi generación de actores. Y no es que esté mendigando trabajo, estoy vigente y la gente es amable conmigo, eso es suficiente para mí en este momento de mi vida. Pero me encantaría estar donde debería estar. A nosotros nos marginaron de manera muy injusta”, expone.
La culebra, en la que comparte con Óscar Alzate de jueves a sábado en la recientemente reabierta sede teatral en el Park Way de Bogotá, es un relato de dos soledades –la del deudor y la del cobrador– que comparten sus desgracias al momento de las cobranzas.
“Esto es algo que está entre la comedia negra y el teatro del absurdo”, cuenta. “El drama de la soledad de los personajes está flotando en la obra todo el tiempo. Hay un momento en el que cada uno revela su problema concreto. Y esa es una parte de las contradicciones”.
Con 78 años, Waldo es un lector consumado de literatura universal, amante de la magia, tiene nueve nietos y es un experto fabricante de muebles en madera –un oficio que aprendió durante su niñez en Quibdó, donde se graduó de carpintero–. “Cada vez que tengo tiempo armo mi taller en el balcón de mi apartamento”. Tallar madera es la forma como pasa el tiempo mientras vuelve a la siguiente función.
“Lo que más espero es que la gente se ría. Que se identifique, pero sobre todo que se ría”, asegura.
En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal,
elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada
con
sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando
esta
utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí