El secuestro de un menor de edad por un hombre enloquecido con una pistola reveló una historia de violencia, abusos hacia menores y personas con identidades falsas en las que había más de una víctima.
Una noche de 1990, unos jóvenes encontraron a un lado de una carretera de Oklahoma, en Estados Unidos, el cuerpo inconsciente de una mujer de aproximadamente 20 años que trabajaba en un club de stripers de la ciudad.
Al día siguiente, cuando ya estaba hospitalizada, un hombre que se hizo llamar Clarence Hughes apareció en el centro de atención para preguntar por su esposa, de nombre Tonya Hughes, con quien dijo tener un hijo de dos años.
A pesar de los esfuerzos médicos, Tonya murió a causa de los traumas que le causó aparentemente ser atropellada por la espalda. Sin embargo, los doctores se dieron cuenta de que su cuerpo había sido violentado desde antes, debido a golpes y fracturas mal sanadas.
El personal médico intentó ar a la familia cercana de Tonya Hughes, pero cuando se comunicaron con la mujer que aparecía en los registros como su madre, la persona respondió sorprendida que ella sí había tenido una hija hacía 20 años, pero la bebé había muerto con tan solo 18 meses.
Tonya Hughes no existía y la persona que podía contarles a las autoridades quién era realmente, había muerto.
Una mujer que había trabajado con Tonya en uno de los clubes como bailarina decidió hablar con la Policía sobre su amiga. Les contó que sospechaba que Clarence, su esposo, la maltrataba a ella y a su hijo Michael.
Su amiga recordó que la joven llegaba con morados en su espalda y que en alguna ocasión le había comentado que Clarence, quien era 26 años mayor que Tonya, siempre la amenazaba.
Sin embargo, más allá de eso no se sabía nada de la mujer que llevaba el nombre de una bebé muerta.
Las autoridades, advertidas sobre el comportamiento violento de Clarence, decidieron llevar a Michael a una casa de acogida.
Tras fuertes peleas entre Clarence y la familia que decidió adoptar a Michael, en 1994, después de una prueba de paternidad, se confirmó que Michael ni siquiera era el padre biológico del menor, por lo que no tenía ningún derecho sobre él. Eso abría otra interrogante en el caso, ni Tonya Hughes existía ni Clarence Hughes era el padre del hijo que supuestamente compartían juntos.
Ahí no se acabaron las preguntas, el 12 de septiembre de ese mismo año sucedió un hecho que cambió la dirección de esta investigación. Clarence entró a la escuela Indian Meridian, donde se encontraba Michael cursando su primer grado, y con una pistola en la mano le exigió a James Davis, el director, que lo llevara con su hijo.
Allí comenzó el secuestro doble de Davis y Michael, que en ese momento debía tener alrededor de seis años. Los subió a su camioneta y, en algún bosque cercano a la carretera, dejó a Davis amarrado a un árbol.
Esa fue la última vez que alguien vio a Michael, pues ni el niño ni su cuerpo fueron encontrados.
Cuando el FBI se involucró en la investigación correspondiente a la desaparición del menor, varios datos importantes salieron a la luz.
En primer lugar, alguien había reclamado un seguro a nombre de Tonya el año en el que murió, pero no se trataba de Clarence, sino de un hombre llamado Franklin Delano Floyd.
Ahora, bajo ese nombre sí había un historial peligroso que definía la personalidad de Clarence: secuestrador, violador y ladrón. La Policía estaba en la búsqueda de un sujeto que, además, robaba identidades.
Debido a la investigación que se estaba llevando a cabo sobre Clarence, que en realidad era Floyd, la prensa compartió una imagen de Tonya, que en realidad no era Tonya, para lograr que más personas que pudieran conocer a la pareja se acercaran a declarar.
A lo largo de su vida, Floyd utilizó multiples identidades para ocultar sus crímenes. Foto:Netflix
Joe Fitzpatrick, el agente del FBI que había tomado las riendas del caso, recibió una llamada desconcertante por parte de una joven que decía haber ido al colegio con la mujer de la fotografía, solo que su nombre no era Tonya, sino Sharon Marshall.
Además, le comentó que Sharon era una estudiante excelente que se había ganado una beca universitaria, pero que su vida en casa era complicada, pues tenía un papá que le controlaba las llamadas, cómo vestía, entre otras cosas.
Las sorpresas para Fitzpatrick no quedaron ahí: cuando le mostraron a la mujer que había llamado una fotografía del supuesto esposo de Sharon, Clarence Hughes, ahora de apellido Floyd, la mujer declaró queél no era su pareja, sino su padre y su nombre era Warren Marshall.
El caso cada vez se llenaba de más preguntas y no parecía tener respuestas. Al momento se sabía que Tonya en realidad era Sharon Marshall y que Clarence Hughes, su supuesto esposo, era realmente su padre, que en una época se llamó Warren Marshall y antes de eso Franklin Delano Floyd.
Sin embargo, la llamada de esa mujer que decía ser amiga muy cercana de Sharon, en la época del colegio, estaba dando más información de la que hasta el momento tenían.
Incluso, la mujer declaró que en una ocasión cuando se quedó a dormir en la casa de Sharon, el que en ese momento era Warren Marshall entró al cuarto con una pistola, le exigió que tapara su cara con una almohada y violó a su amiga al lado de ella.
Además, había otro dato importante: Sharon había quedado embarazada antes de entrar a la universidad, pero le había comentado a su amiga que daría al bebé en adopción. Ese niño vendría siendo Michael.
Después de ese anuncio, sus amigos no volvieron a saber de ella. Sharon desapareció junto con quien decía ser su padre.
Tiempo después, cuando los investigadores lograron reunir los pedazos de historia que tenían sobre quién era quién, varias cosas quedaron claras.
Una fotografía de Sharon Marshall cuando era pequeña junto con Floyd. Foto:Netflix
En primer lugar, Floyd era el nombre original del violador, asesino y abusador que se hizo pasar por otros hombres tiempo después. Ya tenía historial con la ley y más de una vez había logrado escapar de varios centros de detención.
Así fue como llegó a la vida de Sandi Chipman, una mujer con cuatro hijos, entre ellos una niña de cinco años llamada Suzanne, y que se convirtió en la pareja de Floyd, aunque ya para esa época él llevaba otro nombre.
Al parecer, Chipman se vio involucrada en problemas con la ley y mientras ella se encontraba en prisión, Floyd se llevó a Suzanne con él, le cambió el nombre a Sharon, cambió su propia identidad y la presentó como su hija.
La madre de la menor no la buscó por mucho tiempo y así fue como Floyd logró tener bajo su custodia a una niña de cinco años, de la cual abusó frecuentemente hasta el día de su muerte, 15 años después.
Cuando Floyd fue detenido por las autoridades, se le declaró culpable por el secuestro de Michael y recibió una condena de 52 años de cárcel sin posibilidad de libertad condicional.
Sin embargo, la sentencia a muerte llegó por el caso de Cheryl Commesso, una de las mejores amigas de Sharon cuando se llamaba Tonya, quien también era una bailarina. Al parecer, Froyd se había obsesionado con la mujer, pero después de una fuerte discusión, ella desapareció.
La investigación no avanzó sino hasta años después, cuando en 1995 se encontró su cadáver, lo cual les dio a las autoridades la información suficiente para señalar a Floyd como el culpable de este asesinato y sentenciarlo a pena de muerte.
Sin embargo, al 2022, la fecha para su ejecución aún no se ha determinado.
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