Opinión

Cómo superar al ex

Como casi todo en la vida, el amor y la compañía son un préstamo y, ante esto, no hay venganza que funcione.

Actualizado:
A menos de que usted haya tenido la mala suerte de tener un hermano siamés, al mundo llegó solo y de él se irá solo. Incluso si tuvo un hermano gemelo o mellizo, hubo uno o muchos minutos de diferencia en su llegada al mundo. Desde el primer día, vivir es un acto de aprender a lidiar con uno mismo.
(Le puede interesar: Venezuela, por favor).
Amar y desear de forma mutua a alguien con quien se coincide en el tiempo y en el espacio es una experiencia maravillosa que nos hace dudar, hasta de las peores creencias que llevamos por dentro. El sabor del primer chocolate, el olor del café recién hecho, la victoria del equipo que siempre pierde son sensaciones que se le comparan, pero el amor gana de lejos.
Cuando usted conoce a alguien que le atrae en cuerpo y alma y la sensación va de parte y parte, no importa que usted ignorara la existencia de esa persona 24 o 48 horas antes; se siente como si la vida entera hubiera dado cientos de vueltas, todas fríamente calculadas, para coincidir en ese momento único en el que finalmente olvida que al mundo llegó solo.
El mismo aire del día anterior ahora se siente como si tuviera el doble de oxígeno. La sola mirada de esa persona parece la ruta a una vida mejor. El amor es tan descarado que la sola certeza de la existencia de esa persona es razón suficiente para sentir alegría.
Las primeras semanas y meses del amor mutuo son el mejor viaje posible en el que coinciden dos personas. Esos dos bebés que llegaron al mundo en llanto y con frío se unen ahora, abrigados, dichosos, como borrachos, en cada expresión de ese nuevo ser invisible que solo ellos conocen, llamado “nosotros”.
Después de esos meses de dulce ebriedad que se adhieren con fuerza a la memoria como la mejor versión de los dos, permanecer con el otro depende más de la voluntad que de la ilusión. Cada día que alguien sigue en pareja, cuando hay cariño y respeto, es una respuesta a la decisión diaria de hacer parte de ese “nosotros”.
En esa nueva etapa el día a día se convierte en un adhesivo más efectivo que ese primer elíxir, que causaba cierta pérdida de la conciencia. El amor va tomando cara de vida en equipo, de vivir un día detrás del otro, de atravesar los problemas, con o sin éxito, pero juntos.
La conversación se concentra en superar a esa persona, dejarla atrás. Superar a la o al ex, olvidarlo u olvidarla, o incluso vengarse, se convierte en una nueva obsesión.
Cuando se vive en pareja, cada día es una apuesta por ese primer “nosotros” que sedujo a los dos. Al mismo tiempo, cada día es la acumulación de uno y mil dolores que un ser humano causa a otro durante esa guerra llamada convivencia.
Cosas minúsculas se hacen enormes cuando se convive enamorado: un plato ausente, el café frío, el televisor encendido o apagado, una toalla sin colgar, el volumen inadecuado de la música, un ronquido, una gota de jugo en el lugar equivocado.
Hay mil formas en que una relación entre dos personas puede terminar. A veces, incluso sin haberse acabado el amor, las relaciones terminan. Y queda por ahí flotando un montón de amor, kilos o hasta toneladas de amor sin usar, amor que se irá al infinito, sin ser nunca estrenado.
Y entonces se siente uno de nuevo como ese día que nunca recuerda, cuando llegó al mundo solo, con frío, llorando. Pero ahora, con el recuerdo de lo bueno y lo malo que fue ese “nosotros” y la desilusión de lo que ya no será, porque ese plural se averió por el camino.
La conversación se concentra en superar a esa persona, dejarla atrás. Superar a la o al ex, olvidarlo u olvidarla, o incluso vengarse, se convierte en una nueva obsesión.
En el corto plazo, algunas medidas pueden ser efectivas, divertidas y excelentes distractoras. Devolver unos cachos con otros, iniciar una nueva relación, retener ropa que se sabe querida por el otro, o hasta emprender una campaña pública, en la medida de las posibilidades, en contra de esa persona.
Pero ninguna de esas medidas funciona para reconciliarse con esa realidad colosal que en principio uno pareció olvidar: nadie supera a otro, la vida de uno nunca dejó de ser propia, esa compañía era como todo, prestada.
En el mejor de los casos, el amor y la compañía en pareja solo se interrumpen con la muerte, pero es siempre un préstamo y ante eso no hay venganza que funcione.

Sigue toda la información de Opinión en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

Conforme a los criterios de

Saber más

¡Notamos que te gusta estar bien informado!

¡Notamos que te gusta

estar bien informado!

Para continuar leyendo, si ya eres suscriptor:

En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí