Nadie tiene en su lista de deseos vivir en un país en dictadura, a excepción, claro, del dictador o de quienes tienen como plan de vida besar su anillo a futuro, conscientes de que solo en la opresión podrán recibir ciertas ventajas.
La dictadura de Bashar al-Ásad en Siria no inició con él; su papá, Háfez al-Asad, dirigió el país desde 1971 hasta el año 2000, cuando murió. Su hijo, el médico y déspota Bashar al-Ásad, solo heredó el poder.
De los 75 años que tiene Siria como país independiente, 50 ha estado gobernado por la familia al-Ásad. Eso cambió el pasado 8 de diciembre, cuando finalmente Bashar cayó y huyó, con la cobardía que caracteriza a los tiranos, a un país en donde otro tirano lo esperaba: Rusia.
Tras caer el dictador, los sirios pudieron conocer sin censura información que durante años les fue inaccesible. Gente de todas partes de Siria pudo acceder al lujoso palacio presidencial de la familia en las montañas de Damasco.
En persona pudieron ver que en un país en donde el 90 % de la población vive en situación de pobreza, según la ONU, la residencia del dictador destacaba por sus lujos. Conocieron el enorme baño con jacuzzi de la habitación presidencial, la silla presidencial de cuero usada exclusivamente para recibir al barbero, lujosas lámparas de araña en todas partes y un exclusivo comedor revestido de mármol. Lo que más llamó la atención de la gente fue el garage lleno de carros de lujo: Ferraris, Lamborghinis, Cadillacs, así en plural.
Pero los sirios también pudieron, por fin, conocer las historias de presos de la peor cárcel Siria: Sendaya, presos que durante años quedaron olvidados por haberse opuesto al gran líder. El líder cuyo rostro aparecía en los billetes y a quien la gente debía venerar, según los recordatorios escritos en edificios o mezquitas de Siria: “No hay Dios distinto a Bashar. No te arrodilles ante Dios, arrodíllate ante Bashar”.
Ese día en el que en Venezuela se termine la dictadura podrá ser un día cualquiera.
Tras la huida del líder, los sirios se enteraron de que en la prisión de Sendaya, el día que Bashar cayó, 54 personas se salvaron de ser ahorcadas. Según testimonios de sobrevivientes, los lunes y miércoles ahorcaban gente que condenaban sin juez ni abogado de por medio, solo para hacer más espacio para los nuevos reclusos.
Varios presos que lograron salir con vida han contado a medios internacionales cómo los prisioneros eran torturados con descargas eléctricas, cortándoles las orejas o los genitales, o incluso, retirándoles las uñas de las manos, como castigo por “crímenes” como mirar a un guardia a los ojos.
El día que cayó Bashar al-Ásad no fue el de unas elecciones sin garantías como las de 2021, cuando él ganó con el 95 % de los votos, ni tampoco el día de una nueva posesión presidencial. El día que Siria cambió fue un día cualquiera y eso es lo que miles de personas esperamos que pase en Venezuela, aunque la realidad y la inercia parezcan estar en contra de esa esperanza.
No fue el día de las últimas elecciones robadas, no fue el día de la fraudulenta posesión. Ese día en el que en Venezuela se termine la dictadura podrá ser un día cualquiera, que llegue, Venezuela, por favor, que llegue. Ese día, los venezolanos que sueñan con sacar a sus familiares del terrorífico centro de tortura El Helicoide en Caracas podrán, quizá, entrar a conocer el espacio de sus pesadillas.
En El Helicoide, el centro principal de los detenidos políticos de la dictadura vecina, se les priva de tener o con sus familiares. Varios han contado cómo son torturados con electricidad en sus testículos, brutalmente golpeados, asfixiados con bolsas llenas de heces o violados, como parte de la rutina.
Víctor Navarro, antiguamente detenido en El Helicoide, contó a CNN un método de tortura en este centro de reclusión que consiste en llevar al detenido a un cuarto lleno de basura llamado “el cucarachero”. La persona, de rodillas en el suelo, es atada con cadenas de manos y pies para que las cucarachas le pasen por encima.
En las fuertes protestas que vivió Venezuela en 2014, más de 3.000 personas resultaron allí detenidas, de acuerdo con Foro Penal. Según la misma organización, en noviembre pasado, aún 1.600 personas se encontraban retenidas allí a causa de las protestas por las elecciones de julio de 2024, en las que no se respetó ningún compromiso democrático.
En los 25 años de chavismo, al Helicoide no le ha faltado gente dentro y, tal como sucedió con la cárcel de Sednaya en Siria, podría ser uno de los primeros lugares en ser visitados cuando llegue ese esperado día con el que muchos soñamos.