El expresidente Darío Echandía se preguntó en 1948, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, "¿el poder para qué?". Esta es una pregunta que, desafortunadamente, no pierde vigencia en Colombia ni en el resto del mundo.
Bertrand Russell definía el poder como "la capacidad de producir los efectos deseados". Nietzsche concebía el poder como una fuerza intrínseca en los seres humanos, que hace que "la voluntad de poder sea la esencia misma de la vida".
En todas las comunidades –tanto en el mundo animal como en la especie humana– se ve implícita o explícitamente una relación de poder desigual entre sus . Incluso, en las colonias de hormigas, reconocidas por su aparente equidad y notable uniformidad, se destaca la reina. Esta relación de poder desigual que emerge de las interacciones sociales trasciende las categorías clásicas de poder político, económico, social, coercitivo, de influencia, etc., y afecta todas las dimensiones de la vida diaria.
El poder está en todas partes y en todas las decisiones. Puede ser visto como un "fin" o como un "medio", dependiendo del enfoque con que se aborde. Cuando es visto como un "fin", las personas pierden perspectiva y agencia sobre sí mismas. Al convertirlo en una meta se “enamoran” del poder, dejan de dudar, de hacerse preguntas y de escuchar aquellas que hacen los demás. Como bien lo describe Carlos Castaneda en su libro Las Enseñanzas de Don Juan, "el poder ciega". Muchas de las personas que creen tener poder se sienten invencibles, actúan con soberbia, capricho y arrogancia, creyendo que pueden hacer todo cuanto se les antoje.
Inquieta ver cómo en Colombia hay personas que tienen más claridad sobre el cargo que quieren ocupar que sobre la causa que aspiran emprender.
Jean-Jacques Rousseau decía: "Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan". El poder es de esas pasiones que parecen esclavizar a los seres humanos. Una vez lo experimentan, se convierte en un afrodisíaco difícil de soltar. Esto se explica debido a que, al inspirar "respeto", alimenta el ego y satisface los deseos de pertenencia y estima, dos necesidades básicas de los seres humanos de acuerdo con la pirámide de Maslow.
Cuando el poder es visto como un "medio", no genera apego. Se concibe simplemente como una herramienta para alcanzar ciertos propósitos, y después se abandona. Esto ocurre cuando hay una vocación natural por el liderazgo y el servicio, motivada por la fuerza de las ideas. El poder, cuando implica la toma de decisiones que afecta a muchos individuos, puede ser, además, abrumador, desgastante y solitario, ya que el deseo de alcanzar ciertos objetivos choca con la realidad de múltiples restricciones económicas, jurídicas, humanas, culturales, burocráticas, etc.
Quienes reconocen lo minúsculos que somos frente al universo entienden por qué, para qué, cómo y cuándo usar el poder. Para ello se necesita humildad, modestia, capacidad de escucha y prudencia. Nelson Mandela y Pepe Mujica son claros ejemplos de líderes que, desde el inicio, vieron en el poder un instrumento de transformación, y no un "botín". Comprendieron que el poder, aparentemente conquistado al llegar a la presidencia de sus países, era circunstancial; no les pertenecía, ya que estaba atado al cargo que ocupaban en ese momento. Su verdadera fuerza y capacidad de transformación residían en el poder de sus ideas, su voz y su ejemplo.
El poder no es malo en sí mismo, pero puede llegar a ser una trampa. Como decía Robert Caro, "el poder no corrompe; el poder revela". Aquello que hace complejo el ejercicio del poder es el "para qué". Hoy, más que nunca, inquieta ver cómo en Colombia hay personas que tienen más claridad sobre el cargo que quieren ocupar que sobre la causa que aspiran a emprender.