Suponga que en sus manos estuviera proteger a su hijo de una condena de cárcel a todas luces desproporcionada, a sabiendas de que su decisión sería controvertida. ¿Qué haría?
Enfrentado a este dilema y después de un tormentoso período de dudas y contradicciones, el presidente Joe Biden otorgó el perdón a su hijo Hunter por mentir en la declaración de sus antecedentes y comprar y poseer ilegalmente un arma de fuego. También lo exoneró de su isión de culpabilidad en los nueve cargos por fraude fiscal que se le imputaban. Previamente, Hunter había pagado su deuda al fisco con dos millones de dólares.
Un factor determinante en la decisión de Biden fue la historia de la persecución política de su hijo por parte de Trump con el fin de dañar a su padre, el Presidente. Hunter podría haberse enfrentado a una pena de cárcel grave por delitos que los ciudadanos comunes y corrientes nunca serían procesados.
Es importante subrayar que el presidente Biden actuó conforme a la ley vigente. El indulto presidencial está incluido en la Constitución como salvaguarda contra decisiones judiciales que se consideran demasiado duras. Esta prerrogativa le permite al presidente en turno otorgar clemencia a personas acusadas de delitos federales sin buscar la aprobación de otras ramas del gobierno, y los indultos no están sujetos a anulación.
A lo largo de los años, esta facultad presidencial ha sido criticada pero nunca anulada. En 1974, Gerald Ford indultó a Richard Nixon después del juicio político en su contra por parte de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y su posterior renuncia.
El presidente Jimmy Carter indultó a los jóvenes que se negaron a combatir en Vietnam, y George H. W. Bush, al secretario de Defensa de Ronald Reagan, Caspar Weinberger.
Como padre de familia, yo habría hecho lo mismo que el Presidente. Afortunadamente, ni mi hijo es un delincuente ni yo soy el presidente.
Trump, por su parte, concedió indultos a granel a colaboradores, amigos y parientes imputados y condenados. Gente como Steve Bannon, Paul Manafort, Roger Stone, George Papadopoulos, Duncan Hunter y el cazador de inmigrantes latinos, el sheriff Joe Arpaio.
Un caso que merece atención especial es el del consuegro de Trump, Charles Kushner, declarado culpable de contribuciones ilegales a campañas electorales, evasión de impuestos y manipulación de testigos en 2005, y sentenciado a dos años en una prisión federal. Kushner fue indultado por Trump en 2020, y ahora, cuatro años después, lo ha nominado como embajador de Estados Unidos en Francia.
El indulto del presidente Biden a su hijo ha generado críticas a diestra y siniestra. Para Trump, quien ha evadido la justicia un sinnúmero de veces y a quien un jurado popular declaró culpable de 34 delitos, declaró que el indulto a Hunter era "¡un abuso y error judicial!".
Algunos demócratas le reprochan a Biden que haya faltado a su palabra después de haber dicho que no indultaría a su hijo; hay quien sostiene que su decisión echa por tierra el mensaje de que nadie está por encima de la ley, y otros lamentan que Biden haya justificado el perdón argumentando que el caso estaba contaminado por la política.
Este último argumento, a mi juicio, es una perogrullada dado que la política siempre ha jugado un papel esencial en todos los casos de indulto habidos.
Es posible que históricamente se haya abusado de los poderes del indulto presidencial, pero eso no significa que sea una reliquia obsoleta del pasado. Aplicado juiciosamente puede enmendar condenas injustas y sentencias desproporcionadas.
Como padre de familia, yo habría hecho lo mismo que el Presidente. Afortunadamente, ni mi hijo es un delincuente ni yo soy el presidente.