Espías espiados

La noticia, una especie de novela de la Guerra Fría con la tecnología del siglo XXI, está en todos los medios: ‘La democracia global sufre un ciberataque’, ‘Por qué ahora todos podemos ser espías, pero también ser espiados’, ‘Así funciona Pegasus, el software de espionaje más célebre del mundo’, ‘Macron y Merkel, preocupados’, puede leerse en la BBC, en El País, en 24, en AFP. Se está hablando de un programa de espionaje desarrollado por la compañía israelí NSO que controla la cámara y el micrófono y accede a los datos de los teléfonos inteligentes. Viene al caso porque este lunes el grupo de periodistas Forbidden Stories y la asociación Amnistía Internacional revelaron una lista de 50.000 números telefónicos que habrían sido vigilados en los últimos cinco años.

Por orden de los clientes de NSO, que sostienen que su programa fue creado “para salvar vidas e impedir crímenes y actos de terror”, habrían sido espiados reyes, presidentes, opositores, familiares de desaparecidos, empresarios, activistas, periodistas y funcionarios de 34 países. Pegasus, que aprovecha los fallos de programación comercializados por expertos en ciberseguridad, es el más peligroso software que se conozca porque se introduce en los teléfonos inteligentes por medio de mensajes de texto, enlaces de WhatsApp, archivos de música que ya ni siquiera tienen que ser activados por los s espiados. Por supuesto: la conclusión es que hoy en día nadie está a salvo, y que semejante atentado contra la privacidad es una afrenta contra los valores democráticos.

Las secciones especializadas de los medios ya están publicando artículos tipo ‘cómo saber si su teléfono ha sido infiltrado por el software Pegasus’. Pero a estas alturas, comprobado que cualquiera puede ser espiado por alguien que cuente con los recursos, resulta fundamental –como declaró la canciller Merkel– conseguir que esta clase de programas solo sean vendidos a gobiernos que garanticen que solo serán usados contra el terrorismo.

EDITORIAL