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La artista con discapacidad visual que le muestra cómo percibe el color
La pintora y escultora Carmen Torres es invidente pero tiene su técnica para diferenciar los colores
¿Cómo describiría el color azul? Parece una tarea casi imposible el responder esa pregunta sin hacer una referencia visual al tono. María del Carmen Torres Domínguez tampoco puede hacerlo, pero esta mujer de 56 años sabe que, por ejemplo, los colores fríos son más espesos que los tonos cálidos; después de todo, así es como dice sentirlos.
María del Carmen está sentada en una habitación pequeña de su casa ubicada en Suba. En la mano izquierda sostiene un bloque de icopor del que corta trozos que caen desordenadamente sobre su pelo entrecano, piernas y en el suelo. A veces levanta los ojos y habla sin poner atención al filoso cuchillo que se detiene a solo unos milímetros de sus dedos, que de vez en cuando pasan sobre las aristas que van quedando tras la cuchilla.
Es con las manos, y no con los ojos, que entiende lo que está esculpiendo porque así es como ve; esta artista nacida en el Quindío es completamente ciega por el ojo izquierdo y por el derecho solo tiene una capacidad de visión del 16 %.
La textura de los colores
El silencio de la habitación en la que María trabaja solo se interrumpe por el constante sonido que produce el roce del cuchillo contra el icopor. El bloque blanco ha empezado a tomar un aspecto ligeramente ovalado.
María del Carmen Torres cree que el arte debe ser palpable; por eso creó la exposición ‘Prohibido no tocar la obra’. Foto:Daniel López. El Tiempo
Tras de sí cuelga un cuadro en donde un campesino lleva al hombro un costal lleno de flores. A la izquierda de María hay varias figuras alargadas de lo que parecen ser esculturas de bananos y a la derecha la pared está llena de cuadros de ambientes naturales. Todo tiene textura; las flores del campesino son distintas y sobresalen del cuadro, las piedras del camino de otra pintura se sienten más ásperas y las ramas del árbol en otra imagen están hechas de florecillas secas y cubiertas con capas de pintura y laca.
Es eso lo que inspira a María: “la vida en sí, amanecer con vida, porque cuando uno dice, carajo, yo sé que de pronto amanezco sin vida por mi enfermedad degenerativa, pues lo que me inspira es la vida”. La artista explica que hace unos años desarrolló una enfermedad motriz degenerativa que lentamente ha empezado a limitar su agilidad.
María heredó la vena artística de su madre, fue con ella que empezó a esculpir cuando tenía cinco años. “Mi madre fue una artesana con mucho talento. Ella esculpía y era muy recursiva, creo que eso nos lo heredó”.
Sin embargo, fue haciendo pintura al óleo cuando se decidió por pintar, de tal forma que sus obras también pudieran ser apreciadas por personas que, como ella, habían sido excluidas del arte por su visión. “Esto hay que compartirlo y hay que hacerlo con la gente que tiene mi mismo problema y enseñarles que el arte también es para ellos. Entonces empecé a ponerles volumen a las pinturas”, explica María mientras sigue tallando el bloque de icopor que empieza a tomar la forma de una lechuza.
María del Carmen no tiene esa discapacidad de nacimiento. La infancia que vivió en una finca de su tierra natal en Calarcá, está llena de memorias de la belleza que contemplaba en la naturaleza, del rojo de los papagayos que su familia tuvo como mascotas, los verdes de las colinas y de su querido tío abuelo, Chepe.
Y así como su memoria está llena de imágenes de vívidos colores, también está presente el recuerdo de una visión borrosa y unos ojos con constante secreción. A eso de los 10 años empezó a perder la visión del ojo izquierdo por una condición conocida como toxoplasmosis, una infección causada por un parásito que se encuentra en el agua contaminada y las heces de gatos.
Sin embargo, no fue hasta los 20 años que le explicaron por qué su vista se deterioraba progresivamente; para ese momento, el parásito ya había tomado casi toda la visión de María. “Fue hace 36 años que empecé a perder la visión y ya no podía ver el rostro de mi esposo. Tenía más o menos un mes de casada”.
De su discapacidad visual da cuentas un examen médico hecho el 25 de abril del 2014 que María del Carmen tiene que mostrar para que le crean su ceguera; de lo contrario, es difícil percatarse, pues la artista ha aprendido a enmascarar su condición. Cuando habla clava los ojos en la mirada de su interlocutor, no usa bastón para guiarse y sus ojos, una mezcla de verde y miel, no lucen desviados, sino que se mantienen fijos en el objeto de su atención.
Sus cuadros están en su mayoría pintados en 3D pues el tacto es importante para contemplar su obra. Foto:Daniel López. El Tiempo
Su condición visual es solamente delatada por sus manos; los dedos son de piel más gruesa por la cantidad de veces que se ha cortado mientras esculpe o al dar un apretón de manos se demora un poco más en reaccionar y a veces agarra la muñeca y no la palma.
La artista, con más de 40 años en Bogotá, explica que al inicio de su pérdida de visión sintió vergüenza, ni siquiera lo dijo a su esposo, quien se enteró cinco años después del diagnóstico porque el oftalmólogo decidió revelar la situación. La vergüenza de la mujer probó ser infundamentada. “Él se sintió incómodo porque yo no había confiado en él. Pero de ahí en adelante fue apoyo total, siempre hay un codito del que yo puedo cogerme para salir a la calle”, comenta entre risas.
La artista ha terminado de esculpir: lo que antes era un bloque de icopor tomó la forma de una lechuza erguida y con las alas plegadas contra el cuerpo. Carmen la muestra con algo de timidez, porque "le faltan los detalles".
La obra de María del Carmen es para videntes, invidentes e incluso niños. El propósito de su arte es ser tocado para que las personas tengan un vínculo distinto frente a la pieza que contemplan. “En una galería de arte piden no tocar, mi invitación es a que toquen”.