“A veces llegan cartas, con sabor amargo…”, cantaba Rafael, uno de los artistas favoritos de mi tía Inés, por allá en la década de los 70 u 80. Una balada desgarradora que no valdría la pena traer a colación. Pero lo hago porque en Bogotá a veces también llegan, no cartas amargas, pero sí buenas noticias.
Porque no todo puede reducirse a los vándalos, ni a las demandas entre la alcaldesa y la oposición, ni a los hinchas colados ni al atraco de cada día. Sí, todas noticias de primer orden, pero hay más, hay otras.
Dos buenas noticias ocurrieron esta semana, pero como no tenían rastros de sangre, ni trifulca, ni matoneo ni nos llevaban como borregos por entre los vericuetos de las redes, pues solo algunos pocos les pararon bolas.
Esas dos noticias tienen que ver con educación. Por un lado, a un niño del colegio Los Alpes, en San Cristóbal sur, le entregaron la tableta 102.000 para que pudiera tener una herramienta que le facilitara seguir aprendiendo. Y, por otro, en Ciudad Bolívar comenzó la construcción de una nueva sede de la Universidad Minuto de Dios, que impactará en el futuro a no menos de 32.000 jóvenes a través de carrereas técnicas y tecnológicas.
Son dos excelentes noticias por varias razones. La primera, porque no se trata de anuncios sino de hechos. Y la segunda, porque el hecho de que más niños tengan a tecnología y dispositivos útiles que les permitan estar al nivel de otros es un logro inmenso. No lo digo yo, lo dice el director del Dane, Juan Daniel Oviedo, que esta semana explicó cómo una de las razones que llevaron al incremento de la pobreza multidimensional en Bogotá, en 2020, fue la inasistencia escolar, esto es, la imposibilidad de que niñas, niños y jóvenes pudieran asistir a clases, bien por el encierro o bien porque no tenían a un celular, un computador o una tableta.
Entonces, no es cualquier cosa que ya se haya alcanzado la meta de sobrepasar las 100.000 tabletas para ellos, para los niños más vulnerables de la ciudad. Faltan 24.000 más y habrá que hacer un esfuerzo adicional para que eso se cumpla. No es un lujo. Si a uno se le acaba el mundo cuando se cae el internet o la batería del celular se agota, imagínense lo que deben sentir miles de jóvenes que ni siquiera tienen a ellos, ¿cuánto significa esto en atraso escolar, en pérdida de oportunidades, en conocimiento, en nuevas capacidades? Por eso hay que aplaudir esta noticia.
Y lo de la Uniminuto igual. Se trata de una sede que estará lista el próximo año –sí, el próximo–, en el barrio Perdomo; que ayudará a miles de jóvenes a forjarse un futuro más seguro, más digno. Esta sola noticia debería alejar a muchos de las pedreas, del vandalismo y de los cantos de sirena de politiqueros oportunistas. ¿No es más educación lo que reclaman? Ahí hay una oportunidad. ¡Aprovéchenla!, no sean gancho ciego de quienes los quieren utilizar para otros fines. Esta universidad privada, que contó con el apoyo de Colpatria, tendrá 10 pisos, 40 aulas, laboratorios, cafetería, salones híbridos e impactará a Ciudad Bolívar y varias localidades vecinas.
Solo quería compartir con ustedes estas dos buenas noticias, para que, al menos desde este espacio, no pasen desapercibidas las cosas buenas que también le ocurren a Bogotá.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor general EL TIEMPO