Después de haber salido de un cajero automático, Jaime Fuentes* recuerda que un hombre se le acercó por la espalda y le puso una especie de arma en el cuello. Mientras tanto, le abrió la maleta y en cuestión de segundos le sacó el celular y salió huyendo en una moto que lo esperaba muy cerca.
“Quedé muy nervioso, me puse frío y empecé a sudar”, recuerda este joven que vive en Rionegro, Antioquia.
El atraco ocurrió en octubre pasado, en pleno centro del municipio, y sería un caso más de hurto de celulares si no fuera porque lo recuperó cuando estaba listo para ser sacado del país rumbo a Panamá.
El iPhone XR, que le había costado 4,9 millones de pesos, fue incautado por la Policía Antinarcóticos en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, junto a otros 12 celulares, que habían sido robados por una banda delincuencial. El joven recuperó su smartphone dos meses después en Bogotá.
Yo tenía que hacer una carta pidiendo la devolución de mi teléfono y en una o dos semanas se comunicaban conmigo
Andrés Nieto, experto en seguridad ciudadana de la Universidad Central y quien ha investigado el tema, dice que como estos equipos no funcionan en Colombia, cuando son reportados, las bandas optan por sacarlos del país para que sean utilizados con operadores de otras naciones.
A esas organizaciones se les atribuye el hurto de 60.774 dispositivos móviles en el 2019 en Bogotá.
El mismo día del hurto, este estudiante de istración de Empresas, de 22 años, fue ado por el ladrón, quien le preguntó por la referencia del equipo.
Y, al otro día, recibió una notificación de que el equipo había sido encendido en Bogotá, pero no le prestó atención porque se le hizo raro.
El celular lo había comprado tres meses antes y aún debía 2,5 millones de pesos, que había diferido a 12 cuotas. Apenas cumplió un mes con el equipo, decidió cancelar el seguro contra robo y daños porque, según él, no era “necesario”.
En su afán por dar con el paradero del celular, este joven se las ingenió para rastrear el teléfono móvil y verificar que lo tuvieron en Cuatro Esquinas, una de las zonas más peligrosas de Rionegro; después, en la vía que conduce de Medellín a Bogotá, y por último, en Medellín, donde llegó a un lugar conocido como Opera, que es un sitio de venta masiva de celulares.
Durante varios días, confiesa, estuvo “muy triste y aburrido pensando en que ya no lo recuperaría”, pues, según le habían dicho, estos casos eran muy comunes a nivel nacional.
A los quince días del robo lo llamaron de Antinarcóticos para informarle sobre la captura de un hombre que estaba intentando sacar del país varios celulares, todos iPhone de última generación, para venderlos en el extranjero.
Sin embargo, cuando lo aron, dudó de que realmente se tratara de policías, porque ya había escuchado casos en los cuales delincuentes se hacen pasar por de esta institución y llaman a sus víctimas solo con el fin de obtener las claves para acceder a información personal o a cuentas bancarias.
Pero no. Él descansó cuando le dijeron que debía ponerse en o con el fiscal encargado del caso para iniciar el proceso de recuperación.
Pero transcurrieron dos meses sin saber nada de su iPhone, hasta que tuvo la iniciativa de viajar a Bogotá para preguntar en qué iba la investigación y cuándo podía recuperarlo. Entonces, fue a la Fiscalía de Paloquemao (calle 19 con carrera 32) y habló con el fiscal encargado del caso. Este le comunicó que no le podía entregar el aparato inmediatamente porque era necesario enviar una orden para sacarlo de una bodega.
“Yo tenía que hacer una carta pidiendo la devolución de mi teléfono y en una o dos semanas se comunicaban conmigo”, asegura Fuentes.
Exactamente, siete días después lo llamaron. Un agente del CTI se presentó y le dijo que tenía el celular en su poder, debía acercarse nuevamente a la Fiscalía de Paloquemao para que rindiera declaración y le fuera entregado su smartphone.
El estudiante de istración de Empresas cuenta que viajó a Bogotá al otro día. En 10 minutos le fue entregado el teléfono, que estaba sellado y aún conservaba el estuche y el vidrio templado que él le había puesto. Lo único que tenía diferente era que lo habían formateado.
María Paula Garzón Olaya
Para EL TIEMPO