Un nuevo caso llegó a las manos de una fiscal de la Unidad de Delitos Sexuales de la Fiscalía, el 19 de marzo del año 2022. *Carmen denunció que su hijo, *David, de tan solo cinco años, que cursaba grado Transición en el colegio Nuevo Chile de Bosa, le dijo que su profesor de educación física venía tocándolo de forma inapropiada.
Enardecida, la madre del niño reclamó a las directivas de la institución pues analizando lo contado por su hijo la última vez que había pasado fue el 17 de marzo. “Pero la sorpresa fue que tanto la orientadora como el rector me atendieron de forma displicente, grosera. No le dieron credibilidad a mi denuncia, pero peor, le restaron credibilidad al testimonio de un niño. Nos dijeron a mí y a las madres que me acompañaban que nos fuéramos a lavar la ropa de nuestros maridos en vez de estar poniendo quejas”.
Nos dijeron a mí y a las madres que me acompañaban que nos fuéramos a lavar la ropa de nuestros maridos en vez de estar poniendo quejas
Pronto otros padres de familia se enteraron y, preocupados, se unieron para protestar frente a las instalaciones del colegio. Este caso hizo parte de una ola de denuncias por abuso sexual que comenzaron a darse a conocer y que colmaban la paciencia de las familias, un secreto a voces que empezaba a destaparse.
En este caso fue *José, el padre de niño, quien notó comportamientos extraños en su hijo, sobre todo, cuando lo iba a recoger al término de su jornada. “Estaba retraído, callado, dejó de contarme cosas como de costumbre. Yo hablaba mucho con él y luego lo dejaba en la casa de su mamá y su tía, pero sí estaba muy raro”, relató en su momento.
En casa los comportamientos extraños continuaron. “El niño, por ejemplo, le intentaba tocar las partes íntimas a su tía. Le pedimos que nos explicara por qué hacía eso y fue cuando nos contó que su profesor de educación física le tocaba la cola en la cancha de baloncesto”, contó Carmen.
Cuando semejante denuncia se conoció le preguntaron a la hermana del niño si sabía algo y ella dijo que cuando salió de su salón tras pedirle permiso a la profesora para ir al baño, observó que el profesor le estaba haciendo “cosas” inadecuadas al niño cuando estaba detrás de este haciendo fila, que le había metido la mano debajo del pantalón. Todo este material comenzaba a fundamentar el hecho.
“En la entrevista forense la víctima volvió a corroborar el hecho, dijo que su profesor solía tocarlo debajo de la ropa y que sucedió en varias oportunidades”, recordó la fiscal del caso quien ratificó que así se pudo establecer que la última vez que había ocurrido fue el 17 de marzo.
Otros detalles se fueron conociendo a medida que transcurría la investigación. El niño tenía comportamientos extraños con sus compañeritos. Estaba agresivo y manifestaba actitudes que no correspondían con su edad. Todo esto comenzó a soportar lo denunciado por la familia.
Luego de estas primeras indagaciones la investigación se hizo más rigurosa. Había que escuchar al rector, a las orientadoras del colegio, a la profesora del niño y además establecer milimétricamente cuáles eran los horarios de los estudiantes para así determinar si lo dicho en la denuncia coincidía con las características de tiempo y espacio. Estaba de por medio la reputación de una persona y todo tenía que estar sustentado, es decir, saber exactamente qué había ocurrido ese miércoles.
La profesora confirmó que ese día el niño comenzó clases a las 7 de la mañana y que a las 9:30 había iniciado la de educación física. “Todo coincidía, en ese lapso había ocurrido todo”, dijo la fiscal quien, junto con su equipo de expertos, realizó una fijación topográfica del colegio para establecer si lo que decían las partes coincidía. Era necesario tener claro el escenario del delito.
Todo se iba clarificando. Era necesario comenzar con un proceso istrativo de restablecimiento de derechos en favor del menor y un tratamiento psicológico. Las afectaciones fueron graves. David se volvió un niño retraído, tímido, que no quería regresar a las clases de su colegio.
El victimario
Cuando se conoció el nombre del agresor sexual no pocos quedaron sorprendidos. El profesor de educación física solía tener o con los niños más pequeños. Llevaba cinco años trabajando en el colegio.
Por ahora se sabe que hay dos investigaciones más por hechos similares a los denunciados por Carmen que involucran a otros dos menores de edad como víctimas.
El docente es un bogotano de 55 años y antes de conocerse la denuncia aparentaba llevar una vida normal en compañía de su familia. Mientras cursaba la investigación fue apartado de sus funciones en el colegio Nuevo Chile y traslado a funciones istrativas en otro colegio, algo que muchos consideraron absurdo.
La orden de captura en su contra estuvo lista el 1 de abril de 2022 y como había un testigo presencial se podía solicitar su aseguramiento carcelario. Hay un agravante en su caso, estaba en una posición de garante de los derechos de sus estudiantes por el rol que ejerce en la sociedad. Siendo docente tenía que garantizar respeto a sus alumnos y en cambio, lesionó la salud física y mental de un menor de solo cinco años. “Las secuelas en el niño son graves”, explicó la fiscal.
Los investigadores lograron recaudar en tiempo récord todas las pruebas. “Identificamos muy rápido que el agresor vivía en la localidad de Usme, nos enteramos de todos los recorridos que hacía con su hija de 22 años, estudiante universitaria, quien también tuvo que presenciar la captura de su padre justo cuando iba a laborar. Se sorprendió mucho, fue en plena vía pública antes de ingresar al nuevo colegio donde laboraba”, contó uno de los investigadores quien dijo que se desplegó todo un operativo. “Se le leyeron los derechos y se comenzó el proceso de judicialización”, agregó el investigador. Hoy el caso está en etapa de juicio.
El daño que se le hace a un colegio
“No quiero que nadie vuelva a quemar mi colegio. Es muy bonito”, dijo un estudiante que, llorando, presenció cómo en la tarde del 23 de marzo de 2022 unos encapuchados incursionaron en el colegio distrital Nuevo Chile a quemar y romper puertas y ventanas.
Fueron dos escenarios muy diferentes los que se vivieron en este colegio de Bosa. Uno fue una protesta legítima liderada por estudiantes y padres de familia quienes se unieron al clamor de una madre que denunció el abuso sexual de su hijo de 5 años y otro muy diferente el arribo de un grupo autodenominado como feminista que irrumpió con violencia en el lugar y que ni siquiera reside en la zona.
Los primeros, de forma airada pero respetuosa, les exigieron con gritos y pancartas a las directivas del plantel que dieran la cara y no subestimaran la denuncia de una madre de familia, y los segundos, arribaron ocultos bajo una capucha, con megáfono en mano y armados con piedras, palos y hasta artefactos incendiarios para acabar con la infraestructura.
Así, lo que era una protesta legítima terminó convertida en un campo de batalla en la que los mismos padres de familia se cogieron de las manos y arriesgaron sus vidas para evitar que un grupo radical, al que ni siquiera conocían, arruinara las instalaciones del plantel. Para ese momento ya habían incendiado puertas y dañado ventanas. La mujer del megáfono, a quien muchos identifican como la ‘Flaca’, discutía con los padres de familia y sus acompañantes los amenazaban con palos, intolerantes con sus reclamos. Algunos de los radicales portaban pañoletas moradas.
Henry Rodríguez es uno de los fundadores del barrio y del colegio. “Yo estudié acá, hice mi primaria y con recursos del barrio lo levantamos. Ahora tenemos un colegio bonito y no es justo que vengan y lo acaben de una manera tan miserable”.
Contó que vio atónito cómo unos veinte encapuchados rayaron las paredes y amenazaron con quemar el colegio. “Yo lloré. Sentí dolor y tristeza. No cualquier barrio en Bogotá tiene un colegio de estos, tan lindo. Estos que vinieron son malandros. Es injusto que por una denuncia de abuso que investigan, el colegio y los demás niños, que quieren estudiar, paguen las consecuencias”.
Otra de las mujeres que presenciaron el hecho fue Yorley Pérez, alumna adulta de la noche. “Cuando era niña no estudié y aquí me están dando la oportunidad de sacar adelante mi bachillerato, por eso defiendo al Nuevo Chile. Entro a la 5 y salgo a las 10 de la noche”.
Dice que es un buen colegio y que luchó contra un grupo de mujeres que, amenazantes, atacaron con piedras el portón de la institución. “Ellas decían que eran feministas, mostraban sus senos y eran agresivas. Hicieron llorar a los niños que les decían que no quemaran su colegio. Decían: el que se meta, le damos”, agregó
Mientras eso pasaba, aquel día, los vigilantes del colegio se estaban ahogando por el humo que desprendían las llantas en combustión. Al lugar llegaron los bomberos y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), quienes fueron recibidos con aplausos por la comunidad.
Al día siguiente, todo fue desolación cuando comenzaron a llegar padres de familia con sus hijos y vieron las consecuencias de los desmanes. “Yo tengo a dos sobrinos y a mi hijo en el colegio. Como mujer apoyé a la madre del niño víctima de abuso, pero rechacé que vinieran feministas y gente de la primera línea a romper el Nuevo Chile, que tiene una trayectoria de 50 años. Me tocó quedarme hasta tarde evitando que lo destrozaran”, dijo Andrea Palacio.
Al unísono, Yolanda Nieves, quien también se graduó del colegio y cuyos niños estudian allí, dijo que nunca había ocurrido algo así en la institución. “Esa gente violenta son los mismos que aparecen cada vez que hay una protesta. Salen de todas las esquinas. Debajo de una capucha todos quedamos indefensos. Pido justicia en el caso del niño si hubo abuso, pero no a costa del derecho a la educación de los de los otros niños”.
A pesar de los hechos que se vivieron en el Nuevo Chile, en la mañana siguiente a la protesta infiltrada, la unión de los estudiantes y padres de familia esperanzó a la comunidad. Con guantes, escobas, esponjas y mangueras llegaron al colegio con la misión de limpiarlo. Con esfuerzo intentaron quitar los rayones en las paredes y las puertas, mientras que otros pintaban los postes y las gradas de la cancha de baloncesto, ubicada en frente del plantel. “Nosotros amamos esta institución. No estamos tapando nada. Si hay un violador, debe ser atrapado y metido a la cárcel, pero por culpa de ese tipo no deben pagar todos los niños”.
En aquel momento hasta la secretaria de Educación, Edna Bonilla, llegó al lugar. “Este es uno de nuestros 400 colegios que fue violentado por gente ajena a esta comunidad educativa. Los niños se respetan, los colegios se protegen. No aceptamos ninguna expresión de violencia. Eso sí, les decimos a los niños que han sido violentados que denuncien que nosotros les creemos”. La funcionaria dijo que en este caso fue evidente que la ciudadanía rechazó la injerencia de los violentos en las protestas legítimas.
La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, se pronunció al ver a los padres limpiando los destrozos. “Esta es la verdadera Bogotá, la de la cultura ciudadana y del cuidado, la que se une para cuidar a niñas, niños y jóvenes, a sus familias, colegios y comunidad educativa. La que no cae en la trampa oportunista de incendiarios políticos y mediáticos”. Otros fueron más allá en sus denuncias. La concejal Lucía Bastidas trinó en su cuenta de Twitter: “Lo que pasó en el colegio Nuevo Chile es terrorismo urbano. Los padres de familia le dijeron no al vandalismo”.
Todas las víctimas directas en indirectas de este hecho coinciden en lo mismo: hay que desterrar cualquier forma de violencia en los colegios. Los niños no pueden seguir estudiando con el enemigo.
*Nombres cambiados para proteger a las víctimas.
CAROL MALAVER
SUB-EDITORA DE SECCIÓN BOGOTÁ