Claudia López ha tenido que sortear varios obstáculos en su istración, empezando por la pandemia; pero, tal vez, ha sido la primera línea del metro lo que le ha significado más dificultades. Y si bien en campaña se negaba a la posibilidad de un trazado elevado, una vez asumió como mandataria reconoció los avances y continuó con los procesos que hasta la fecha se tenían en materia de estudios, diseños y respaldo de la banca multilateral.
Fue una decisión acertada y responsable con las finanzas de la ciudad que fue objeto de muchas críticas, en particular, por el partido de gobierno del actual presidente. No obstante, se la jugó por consolidar la empresa para el metro, mantener la confianza inversionista y cumplirle a los bogotanos. Incluso fue más allá y concentró sus esfuerzos en la segunda línea del metro y la ampliación de la calle 13, a tal punto que logró, en tiempo récord, comprometer a la Nación a que financiara el 70 % de estas obras con vigencias futuras.
Durante estos 3 años, la primera línea del metro ha logrado avanzar en el patio taller y en el intercambiador vial de la calle 72. Hay que recordar lo que significó en su momento la demolición del monumento de los Héroes. También hay avances en la gestión predial con la adquisición del 90 % de los predios. Un porcentaje similar se registra en el traslado y adecuación de las redes de servicios públicos. Mientras tanto, la empresa china que tiene a su cargo la obra civil y la futura operación, avanza en los estudios de detalle que estarán listos en tres meses.
A pesar de todo lo anterior, nuevamente se anuncia una revisión al trazado. Esta vez por iniciativa de la Nación en cabeza del ministro de Transporte, quien, por solitud presidencial, se reunió con el consorcio chino para solicitarles la posibilidad de hacer subterráneo el tramo del metro por la Avenida Caracas, una reunión que los medios de comunicación hicieron pública y donde no estuvo presente la istración Distrital.
Esto creó un teléfono roto que trató de subsanarse con los anuncios conjuntos realizados recientemente por la mandataria distrital y el ministro, donde hasta la embajada china tuvo que salir a pronunciarse.
El Gobierno nacional está en su derecho de solicitar una estimación financiera sobre el costo de soterranizar este tramo, sin embargo, en el camino termina pasando por alto la institucionalidad distrital en la materia y envía un mensaje que afecta la confianza inversionista en varios proyectos de infraestructura pública.
Todo apunta a que un trazado del metro será subterráneo por voluntad presidencial. Argumentos técnicos y políticos no faltarán al momento de justificar la decisión, que en cualquier escenario tendrá impactos en los tiempos de ejecución de la primera línea del metro, aumentará los costos y arriesgará a la ciudad a posibles demandas por cambios en los acuerdos contractuales pues, en la práctica, eso significa cambiar las reglas de juego en el camino.
En la actual coyuntura económica, con una devaluación tan pronunciada del peso, altas tasas de interés y una inflación de dos dígitos, cualquier modificación a los proyectos de infraestructura pública tiene un alto precio en su planeación financiera. Por lo tanto, Bogotá no puede asumir ese diferencial económico de cambiar la obra civil de la primera línea. Y como bien lo menciona la alcaldesa, tendría que ser la Nación la responsable, en cuyo caso tendría que adicionar varios billones de pesos de su propio presupuesto.
De cualquier manera, a los bogotanos hay que cumplirles con un metro que no da espera y más en estos momentos cuando hacen esfuerzos por cumplir con sus obligaciones tributarias con la ciudad, esperando que los políticos honren su palabra en los valores y tiempos prometidos para esta obra.
ÓMAR ÓROSTEGUI
DIRECTOR FUTUROS URBANOS
ESPECIAL PARA EL TIEMPO