Una llamada angustiosa puso en alerta a una familia de Bogotá. Días antes, Yolanda le contó a su esposo que una conocida le había hecho una atractiva propuesta de trabajo en las islas Turcas y Caicos, un territorio británico de ultramar dependiente del Reino Unido.
Están ubicadas al sureste de Mayaguana en las Bahamas y al norte de la isla Española, donde se encuentran Haití y la República Dominicana, en aguas del océano Atlántico. Cockburn Town, la capital, está a unos 1.042 kilómetros (647 millas) al este-sureste de Miami en Estados Unidos.
Yolanda, quien vive en un barrio de clase media en Bogotá, creía que esta era una oportunidad para tener mejores ingresos y huirle a la pandemia y a la falta de oportunidades en la ciudad y aunque no estaban en una situación económica crítica su deseo era poder ayudar a su esposo. “Me dijeron que iría a istrar un restaurante y la paga aunque no era exorbitante, pues era buena, y como sabían que yo llevaba tiempo buscando trabajo me hablaron de esa posibilidad”. Confió tanto en la propuesta de su conocida que le pidió a una amiga que la acompañara y que ella también podría laborar en el mismo lugar.
Y así, sin tener la certeza de quién las contrataba, viajaron el pasado 29 de marzo de 2021 con la ilusión de vivir una experiencia única. “Nos pagaron los tiquetes y en pocos días ya teníamos todo organizado. Mi familia estaba reacia, pues decían que estas propuestas no eran tan comunes, pero, aun así, nos fuimos”. Nunca habían hecho algo parecido.
El viaje de ida fue tranquilo, pero apenas pisaron suelo extranjero se dieron cuenta de que lo del supuesto trabajo no era más que una fachada. “Les cambiaron las condiciones, como suele pasar en estos casos”, dijo el investigador del Grupo de Articulación Operacional de la Policía Judicial de Migración Colombia. A ellas las recogieron en el aeropuerto, pero sus captores no tardaron en intentar, a toda costa, retenerles sus pasaportes con el supuesto de que les iban a cambiar su estatus migratorio. “Yo me enfurecí, les dije que si ellos querían hacer alguna renovación lo correcto y normal era que yo estuviera presente”.
Después vino lo peor, le dijeron que ella y su amiga ya habían adquirido una deuda que correspondía a todos los gastos del viaje y que la forma de pagarlo era con ‘trabajo sexual’. Estaban siendo captadas por una red de explotación. Yolanda reaccionó con agilidad y alcanzó a llamar a su esposo y a enviarle su ubicación. “Ella logra comunicarse con un familiar y este, a su vez, le informa todo a un investigador”, dijo el investigador. Los mensajes eran angustiantes: “Amor, por favor, si me quedo sin celular, alerta a Migración , a la Cancillería, a la policía, al que sea. Esto no es lo que me dijeron”. Todos estas conversaciones fueron aportadas a las autoridades.
Según la teniente Daniela Londoño, en la dirección de investigación criminal y delitos sexuales y contra la familia de la Sijín, el caso llegó a través del centro operativo antitrata de personas. “Contaron que las engañaron ofreciéndoles un buen sueldo. En menos de un mes les consiguen el dinero y los documentos”.
Así fue que desde el comienzo los dos grupos que conocieron el caso se articularon con un solo propósito: rescatar a dos colombianas presas de la delincuencia en un lugar desconocido.
El primer paso era ubicar a alguien de la embajada británica, quienes colaboraron desde el comienzo para ponerse en comunicación con las autoridades de las islas Turcas y Caicos. “Era un paso necesario, pues eso nos iba a permitir coordinar con las autoridades del país donde estaban las víctimas”, contó el investigador.
Pronto verificaron la información aportada por las autoridades colombianas, los datos personales de las víctimas y, finalmente, son ubicadas. “Fue un rescate istrativo, no hubo capturas, pero fue posible alejarlas de las personas que las iban a victimizar a tiempo y antes de que fueran violentadas. No querían estar allí, sabían que corrían peligro, ellas eran la prioridad por encima de cualquier cosa”, dijo el investigador.
Es delito de trata de personas, aun cuando no se haya llegado a la explotación. El simple hecho de haber sido trasladadas con ese propósito y la captación ya hace a estas dos mujeres víctimas, según los expertos.
Luego de ser ubicadas había que actuar con prontitud para traer a Yolanda y a su amiga de regreso, pero no es fácil, hay que sortear temas como la pandemia, el costo de los tiquetes y sus fechas, la diferencia horaria, el idioma, entre muchos otros factores. “Curiosamente, los pasajes que les habían enviado figuraban sin maletas. Esto es muy común en los casos de trata”, contó el investigador.
Fue necesario coordinar con la aerolínea local que las dejaran embarcar. La ruta era Islas Turcas y Caicos, República Dominicana, Panamá y Colombia. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de República Dominicana fue de gran ayuda en este caso. “Se logró alojamiento, alimentación para las víctimas antes de ser embarcadas a su país”, contó el investigador. Es un trabajo de coordinación impecable mientras que se lucha por mantener tranquilas a las víctimas.
Mientras tanto, en Colombia los expertos de la Dijín mantienen informados a los familiares sobre todos los movimientos del rescate. Estaban nerviosos, pero ansiosos de volverlas a ver sanas y salvas. “Cuando por fin llegaron a Colombia fueron recibidas por personal de policía judicial de Migración Colombia. Venían nerviosas y les era difícil confiar en las personas”.
Yolanda y su amiga fueron captadas bajo la modalidad de engaño a través de una propuesta laboral, muchos aceptan sin siquiera ver las condiciones del contrato por miedo a perder la oportunidad, lo cierto es que hacerlo representa un riesgo inminente. “Estas propuestas pueden de llegar de cualquier persona y por cualquier medio, lo importante es que las personar sepan a qué se pueden estar arriesgando”, dijo Londoño.
Las dos víctimas instauraron denuncias. Hay que saber quién las capta, quién las traslada, quién las recibe, quién las acoge, todos esos son verbos rectores del delito de trata de personas. “Es muy importante que se verifique de dónde vienen esas ofertas laborales. A veces quienes engañan son las mismas familias, amigos o conocidos”, dijo Londoño. Según la Sijín, mientras que en el primer terrestre de años 2020 se presentaron 57 casos, este año las denuncias ya suman 67. “Hay que ser un poco más desconfiados”.