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Noticia
Racionamiento de agua: una crisis que se pudo prevenir / Opinión
El problema es que no hacemos nada por mejorar la captación, manejo y reutilización de agua.
Embalse San Rafael, uno de los que hace parte del sistema Chingaza. Foto: Néstor Gómez. EL TIEMPO
Al alcalde Galán no le quedaba otra opción que decretar el racionamiento de agua en la ciudad. Es la decisión más sensata debido a la situación crítica que presentan los embalses, en particular el sistema Chingaza, los cuales registran niveles inferiores al 16 % de su capacidad.
El problema es que dicho sistema aporta el 70 % del recurso hídrico en la ciudad, mientras que el sistema norte, compuesto por los embalses Tominé y Neusa, el 25 %, y el sistema sur (Tunjos, Chisacá, y La Regadera), el 5%. En estos dos sistemas la situación no es tan crítica, pues su capacidad está al 44 % y 54 %, respectivamente.
Desde el año pasado se sabía del fenómeno de El Niño, un problema ambiental bastante estudiado que, como lo mencioné, en mi columna de junio del 2023, ha sido poco lo que hemos aprendido para hacerle frente. Pues, si bien no es un evento nuevo, la periodicidad con que se repite y la magnitud de sus impactos son cada vez mayores, pues implica elevadas temperaturas por periodos prolongados y sequías en los cuerpos de agua, situaciones que tienen múltiples efectos en los entornos urbanos.
El embalse San Rafael está en un18,75 por ciento de capacidad. Foto:Jorge Carom / EL TIEMPO
Por lo tanto, aunque la raíz histórica pueda ser el cambio climático, es algo que ya sabemos; el problema es que no hacemos nada por mejorar la captación, manejo y reutilización de agua. No hemos aprendido a gestionar el agua en la ciudad. O de qué otra forma explicar que, a pesar de estar localizados en una de las zonas del mundo con mayores lluvias al año, tuviésemos que llegar a este punto.
Para cuidar el agua sobran leyes y marcos normativos. Los errores están en la gestión de las entidades competentes, a quienes, entre otras, hay que pedirles una rendición de cuentas del Plan Distrital del Agua, aprobado en el Acuerdo 347 de 2008, un documento que incluye 6 estrategias, 16 programas y 59 acciones. A ello se suma todo lo establecido en el Plan Distrital de Gestión del Riesgo de Desastres y del Cambio Climático para Bogotá D.C. 2018-2030.
¿Qué ha pasado con el aprovechamiento de los sistemas de drenaje pluvial y con la política de ecourbanismo? ¿Con la recolección y aprovechamiento del agua lluvia en edificaciones? ¿Con los sistemas de uso y aprovechamiento del agua del agua gris en viviendas, comercio, e industria? ¿Con la implementación de sanitarios ecológicos como estrategia de ahorro de agua en residencias y comercio?
Igual se podría decir de los temas de cultura y pedagogía del agua, que hoy se anuncian, pero que debieron implementarse en istraciones anteriores, alrededor del consumo y ahorro de este preciado líquido, incluyendo cambios de hábitos en los ciudadanos. Esta es, tal vez, la mejor medida de adaptación más eficiente en el corto plazo para el uso del recurso hídrico.
También se requiere gestión institucional en la generación de incentivos económicos que promuevan el ahorro, la compra de predios en zonas de recarga de acuíferos y medidas para el adecuado manejo de las microcuencas, sin descuidar los controles y seguimiento a puntos de captación de agua subterránea en la ciudad, y la reducción en los índices de agua no contabilizada.
Todos estos aspectos están contemplados en documentos técnicos de planeación, gestión y conservación del recurso hídrico en la ciudad.
Así que no se le puede cargar toda la culpa al cambio climático o al fenómeno de El Niño, pues si algo se tenía claro eran sus consecuencias, por tanto, las Secretarías Distritales del Hábitat, Ambiente, Hacienda y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá tienen mucha responsabilidad en el asunto, y deberían también rendir cuentas sobre su competencia en el cumplimiento las estrategias de adaptación y mitigación que se habían establecido años atrás tanto en el Plan Distrital del agua y el Plan de Gestión del Riesgo.
ÓMAR ORÓSTEGUI
Director del Laboratorio de Gobierno de la Universidad de La Sabana