“El sábado 14 de abril, a las 8 de la noche, salí con mi hija de Quintaparedes, occidente de Bogotá, de visitar a unos familiares y tomamos la calle 68 hacia el norte. Yo iba de copiloto y cogí el bolso de mi hija que iba en la parte de atrás. No había mucho tráfico y no pasaban de las 8 de la noche.
A la altura de Salitre Mágico nos detuvimos en el semáforo de la Cruz Roja y quedamos detrás de dos vehículos. En cuestión de segundos, un hombre se le abalanzó a la camioneta y empezó a golpear el vidrio de la puerta del copiloto.
Al tercer golpe el cristal se desmoronó y tomó el bolso de Ana. Mi hija empezó a pitar y la gente nos miraba pero nadie nos ayudó. El sujeto no me decía nada pero seguía jalando el bolso con violencia. Yo resistí lo que pude, pero una de mis manos sangraba. Al final se lo llevó y se subió a una moto en donde lo estaba esperando otro sujeto.
Terminé con una cortada en la mano y con tres dedos fracturados en diferentes partes: dos de mi mano derecha y uno de la izquierda. Llevó 2 meses y medio incapacitada y no he podido reintegrarme a mi trabajo. Además del daño emocional que nos causó el atraco, se llevaron las pertenencias de mi hija, que es médica, entre eso, tres libros y sus documentos personales. A pesar del impacto, ella fue a denunciar, pero ninguna autoridad se ha comunicado con nosotros. Doy mi testimonio para que no le pase a nadie más”.
Varios testimonios como este han llegado a EL TIEMPO luego de que este diario publicara una investigación sobre l
as manadas de rompevidrios que están atacando en Bogotá.Aunque la Policía ya tiene bajo vigilancia algunos sectores críticos, como la carrera Séptima con calle 94 y la 134 con carrera 19, las denuncias llegan de otros puntos.
Seis hampones
Una de esas víctimas es Viviana Nemocón, una profesional que decidió enfrentarse a una banda para que no se llevaran su pasaporte americano.
“Tuve la valentía de pelear porque mi pasaporte, que estaba en mi bolso y viajaba para Atlanta el 14 de junio. En ese momento no pensé en mí, solo en mis hijos y esposo esperándome en Estados Unidos (…) El martes 11 de junio tuve que dejar mi camioneta en Unicentro durante el pico y placa de la tarde. Cogí un taxi a eso de las 8:30 de la noche, saqué mi carro y tomé la calle 127. A una cuadra del Bulevar Niza un trancón me detuvo.
Me di cuenta que al lado derecho había un hombre mirando hacia adentro de mi camioneta y como si nada empezó a golpear el vidrio. En ese momento tomé mi bolso y lo mande hacia atrás, al piso. Le tomó bastante romper el vidrio por eso pude maniobrar. Cuando el hombre vio que quité el bolso se metió a la camioneta a quitarme el celular y también lo boté pero a los pies míos. Se puso muy bravo y se llevó mi chaqueta.
Al mismo tiempo otro estaba rompiendo el vidrio donde yo estaba, pero no alcanzo a meterse porque buenos samaritanos me auxiliaron. Unos motociclistas los encerraron y en lo que me acuerdo, escuché una algarabía y luego supe que a uno de ellos le rompieron un espejo.
Hubo pelea por eso y luego me dijeron que habían sido 6 hombres los que estaban rodeando mi camioneta. Los buenos samaritanos me acompañaron por un buen rato hasta que yo me tranquilicé y la camioneta me prendió.
Quiero hacer público mi caso para decir que en Bogotá hay gente buena y gracias a ellos estoy bien y no me pasó nada físico. Y a un motociclista en especial que me escoltó hasta mi casa darle las gracias públicamente por su generosidad con una desconocida. No puedo negar que las caras de esos dos delincuentes no se me borran y el episodio me ha afectado psicológicamente”.
La Policía Metropolitana de Bogotá ya tiene agentes encubiertos para ubicar a estas manadas de rompevidrios y usa drones de largo alcance para ubicar sus guaridas en los cerros de la carrera Séptima y en los caños de la Avenida Boyacá, la carrera 19 y otros puntos calientes.
Además, busca que sean procesados por concierto para delinquir y no por robo de menor cuantía, que les permite recobrar rápidamente la libertad.
También se hace un llamado a la ciudadanía para que no compre artículos robados, como celulares. A su vez, los capitalinos le piden a la Alcaldía que ilumine las zonas oscuras en donde se ubican las bandas, instale cámaras de seguridad y conmine a los dueños de esos lotes de engorde a que les pongan vigilancia y los encierren para que no sean los escondites de las hordas de rompevidrios.
UNIDAD INVESTIGATIVA