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Las hordas de rompevidrios

Drones y denuncias no son suficientes para frenarlos. Justicia debe procesarlos por delitos mayores.

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Una conductora bogotana lleva dos meses y medio incapacitada después de haber sido víctima de una de las bandas de rompevidrios que ahora atacan en manadas de 6 y hasta 15, sembrando el terror en varios puntos de la capital. La sorprendieron en la carrera 68, a la altura de Salitre Mágico, y para proteger a su hija e intentar salvar sus pertenencias forcejeó con los delincuentes, pero sufrió heridas y fracturas en ambas manos.
Hordas de ladrones como estas se esconden en los cerros de la carrera 7.ª con calle 94, en los caños de la calle 134 y la avenida Boyacá o en cualquier espacio que les permita atacar por sorpresa en las horas pico, cuando los trancones de la ciudad terminan atrapando a los conductores.
Y así como aparecen, con revólveres, bujías, piedras y hasta trozos de losa para romper los vidrios, desaparecen en cuestión de segundos.
El fenómeno delincuencial, denunciado este domingo por la Unidad Investigativa de EL TIEMPO, obligó a la Policía Metropolitana a desplegar varios agentes encubiertos en al menos cuatro de los puntos críticos. También hay drones de largo alcance, con los que se intenta ubicar sus guaridas, y hombres de inteligencia individualizan a sus cómplices: falsos vendedores ambulantes, limpiavidrios y habitantes de la calle que espían dentro de los vehículos para ubicar celulares, carteras, paquetes y hasta chaquetas.
Se ha atrapado a 14, pero la falta de denuncias o los atajos legales que usan los delincuentes, la mayoría reincidentes, hacen que enviarlos a prisión sea más complicado. Uno de ellos fue capturado luego de que una de sus víctimas echó a andar el carro, con él colgando, hasta encontrar una patrulla. Pero el hombre está ofreciendo pagar los daños para salir de nuevo a las calles.
La ciudad no puede seguir
en esta espiral delictiva. La tarea es urgente y mancomunada entre Policía, la istración y las leyes
El hecho es que la ciudad no puede seguir en esta espiral delictiva. Se trata, a todas luces, de bandas organizadas que deben ser procesadas por delitos mayores, como lo está pidiendo la Policía, que ya trabaja en imputaciones por concierto para delinquir.
Es una tarea urgente y mancomunada. La istración local también debe iluminar corredores oscuros (como el mencionado de la 7.ª con calle 94) en donde se esconden los atracadores; y conminar a privados para que encierren y vigilen los extensos lotes de engorde en los que los hampones hacen de las suyas. Así mismo, el bloqueo de canales como el de la carrera 30 ha demostrado su eficiencia en varios tramos, al igual que las cámaras de seguridad, que ayudan a identificar a ladrones y cómplices.
Resulta claro que el desempleo, las migraciones, la reincidencia y la falta de oportunidades, que exigen políticas públicas macro desde el Gobierno central, son indispensables para frenar esta y otras expresiones de delincuencia, como el robo de celulares, bicicletas y en residencias.
Pero mientras estas se adoptan y arrojan resultados, no podemos dejarnos quitar la Bogotá cultural, verde, pujante, desarrollada y viva en las noches y madrugadas, de estas tenebrosas pandillas de bandidos. Se necesita justicia ágil. La ciudadana que tiene las manos lesionadas por el ataque de los rompevidrios que actúan cerca de Salitre Mágico denunció el caso. Pero aún sigue esperando que las autoridades la en y se haga justicia.
EDITORIAL

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