Visión de ciudad / Voy y vuelvo

Una ciudad con un sistema de transporte público robusto en la séptima, con una mejor movilidad, con un metro que se proyectará hasta la calle 100, con más de 80 mil nuevos parqueaderos para bicis y más de un millón de metros cuadrados de andenes en buen estado; con al menos 230 mil personas que podrían salir de la pobreza, con más recursos para 75 mil soluciones de vivienda.

Una ciudad en la que por fin 15 obras pagadas con la valorización verán la luz al final del túnel, se mantendrá la figura del sistema distrital de cuidado ampliado a mujeres en entornos universitarios y un sofisticado sistema de alertas tempranas para evitar lo que hoy es una tragedia: los feminicidios.

Y se rescata la Avenida Longitudinal del Norte (ALO) que permitirá desembotellar a Suba, que cuenta con más de un millón de habitantes. Groso modo, esto es lo que trae el Plan de Desarrollo de Bogotá, aprobado esta semana en el Concejo.

(Puede leer: El Concejo de Bogotá aprobó el Plan de Desarrollo de Carlos Fernando Galán: ¿cuáles son las principales apuestas?).

Que valga decir, desarrolló un trabajo serio y responsable, tanto que los cabildantes hicieron más de 500 proposiciones y hubo alrededor de 180 mil ideas que sugirieron de los ciudadanos.

Pero el Plan nunca deja contento a todo el mundo. Y este no podía ser la excepción. Para algunos es ambicioso, con demasiados artículos, costoso (más de 140 billones de pesos) y con fuentes de financiación inciertas. Otros consideran que la hoja de ruta para la ciudad en los próximos tres años y medio reúne un gran consenso ciudadano, se concentra en los temas clave de la ciudad y garantiza la continuidad de iniciativas al tiempo que aboga por una mayor equidad e igualdad. Pero hay Plan, y la idea ahora es ejecutarlo.

Sin embargo, no deja de llamar la atención que en momentos como este surjan diferencias en torno a temas que ya se creían superados. La ALO es uno de ellos.

Durante décadas, el viejo anhelo de una avenida perimetral que permitiera desembotellar la ciudad y garantizara una mejor calidad del aire, se ha frustrado. Pese a que Bogotá aseguró los terrenos, los trabajos han tardado decenas de años, y entre tanto la ciudad se ha ido densificando, nuevas narrativas en torno al medio ambiente se han consolidado y nuevos liderazgos políticos han surgido.

Todo eso ha desembocado en el debate del momento: ¿podía incluirse en el Plan de Desarrollo la ALO Norte o debía dejarse el multicampus educativo que quedó plasmado en el POT del anterior gobierno?

Y lo propio sucede con la carrera séptima, que ya va por su octava ‘transformación’, y de ser un corredor verde, según la pasada istración, ahora se convertirá en un carril de buses biarticulados.

En el trasfondo de todo esto no hay solo un tema de recursos –cada proyecto se mide en billones de pesos–, sino también un tema político. Los alcaldes tienen su propia visión de lo que quieren para la capital, algunos con más énfasis en ciertos asuntos que otros; algunos apuestan por ciudades modernas y futuristas, mientras otros abogan por entornos más sostenibles. Y seguramente a todos les asisten buenas intenciones, o eso quisiéramos creer. En lo que no dudan es en decir que tienen una visión de ciudad.

Pero es justamente esa visión de ciudad lo que nos ha faltado. A los alcaldes y a los ciudadanos: tener un proyecto que nos congregue, un plan a largo plazo, al que todos le apostemos y respetemos, no importa el color político. Eso pretendía ser la ALO. Y la vía férrea. Y la séptima en alguna de sus múltiples ofertas. Y también se habló de una ciudad que mirara al río y de una reserva Van der Hammen recuperada (hoy repleta de lotes con ganado, campos deportivos, colegios y demás).

Pero nada se ha concretado porque cada alcalde llega con su propia visión y de ahí el cúmulo de frustraciones: Petro y su metro subterráneo, Peñalosa y la consolidación de TransMilenio y Claudia, que sacó su POT no por consenso sino por decreto, y en el que incluyó lo del multicampus en predios de la ALO que hoy le tumban. ¿Será que algún día podremos mirar todos para un mismo lado?

ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor General EL TIEMPO
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